Los cascos blancos, héroes anónimos de la guerra en Siria

Antes de que estallara la guerra, Radi Saad, de 27 años, estudiaba ingeniería en la universidad. Hace dos años salvó a una beba después de un bombardeo cerca de su casa en Idlib, en el norte de Siria.

Ahora Radi es uno de los 2980 voluntarios de la Defensa Civil Siria (DSC), más conocida como los cascos blancos. Son hombres y mujeres que aparecen cuando el resto huye para salvar sus vidas.

Voluntarios de protección civil de Siria, conocidos como los Cascos Blancos, caminan entre los escombros después de un ataque aéreo. 

«Todo el mundo aquí tiene que lidiar con la muerte cada día», comenta a LA NACION el joven sirio. «Seguimos porque sabemos que estamos haciendo algo bueno», dice Radi, que hoy está a cargo de tareas logísticas en una de las sedes de la organización. «Nuestro trabajo consiste en rescatar a las víctimas. La mayoría de nuestros voluntarios son civiles», cuenta vía Skype.

En una guerra que ya lleva 290.000 muertos y donde casi no quedan periodistas en el terreno, los cascos blancos aparecen en fotos y videos cargando heridos en sus brazos o removiendo escombros en busca de sobrevivientes tras el rastro de las bombas. Desde su aparición, 129 jóvenes murieron mientras intentaban salvar las ajenas.

Aclamados como los «héroes anónimos» de la guerra civil siria, los cascos blancos se encuentran en la lista de nominados al Nobel de la Paz. Son, además, una de las tres organizaciones que recibirán parte de los fondos recaudados en nombre de Jo Cox, la parlamentaria británica baleada semanas atrás.

Hasta el momento, la organización surgida a mediados de 2013 dice haber salvado la vida de más de 41.000 personas de los bombardeos, además de prestar asistencia básica a casi seis millones de personas en alguno de los 119 centros que mantienen en las zonas más calientes del país, donde bombas y morteros cruzan el cielo casi a diario.

Uno de esos centros de asistencia médica es conducido hoy por Taher Wazzaz, un dentista de 48 años que se sumó a la red de voluntarios en junio de 2013. Hoy coordina los equipos de la zona de Idlib. «Cuando hay un ataque, la gente nos llama pidiendo ayuda y vamos de forma inmediata. Otras veces son los propios heridos quienes acuden a nosotros para pedir auxilio», cuenta Taher.

Aunque su labor más conocida es la de revolver escombros y realizar rescates, también cumplen funciones de evacuación de la población civil y tareas logísticas, como reparar conexiones de agua o electricidad, provisiones de alojamiento o entierros.

La historia de los cascos blancos refleja cómo escaló la violencia en Siria desde que estalló la guerra en 2011. Tras algunos reveses militares sufridos durante el primer año de conflicto, las tropas leales al presidente sirio Bashar al-Assad se vieron obligadas a retirarse del norte y el sur del país, que pasaron a ser zonas liberadas. Es allí donde operan los cascos blancos: terrenos que hoy son disputados por los bandos rebeldes, principalmente las milicias jihadistas de Estado Islámico y el Frente Al-Nusra. Sin embargo, en estos días concentran sus esfuerzos sobre todo en la asediada ciudad de Aleppo, donde los rebeldes lograron romper ayer el cerco del régimen de Al-Assad.

Los primeros entrenamientos en tareas de búsqueda y rescate se impartieron en Turquía bajo el padrinazgo del ex militar británico James Le Mesurier. Todo ello auspiciado por la organización sin fines de lucro Mayday Rescue, principal financiador de la DCS.

Desde su nacimiento, los cascos blancos fueron financiados principalmente por Gran Bretaña y Estados Unidos. En conjunto, ambos aportaron 52 millones de dólares. Además, la provisión de materiales y el entrenamiento de voluntarios son financiadas por otros países, como Holanda, Dinamarca y Japón.

Cuestionamientos

En una guerra en la que hay tantos bandos como frentes de ataque, los cascos blancos alegan ser neutrales, imparciales y humanitarios. «No prometemos lealtad a ningún partido o grupo político -aclaran en su sitio web-. Servimos a todo el pueblo de Siria.»

Sin embargo, hay quienes cuestionan esta supuesta neutralidad. «Si una entidad es financiada por gobiernos extranjeros directamente involucrados en tratar de derribar al gobierno sirio, ¿cómo puede ser correctamente calificada como una organización independiente?», se pregunta Vanesa

Beeley en un informe publicado para el think tankcanadiense Global Research titulado «Cascos blancos: la guerra por medio del engaño».

Fuente: La Nación

«La imparcialidad es una afirmación difícil de justificar si se toma en cuenta que los fines que persiguen sus financistas consisten en remover al presidente Al-Assad», afirma.

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