La temible realidad que desnudó (y confirmó) el Indec

Una sensación de final de época se instaló ayer a las cuatro de la tarde cuando el Indec informó el índice de inflación de febrero. La medición, aunque anticipada por casi todas las consultoras, reveló sin mayor anestesia que ninguna de las herramientas que se habían prometido en materia económica surtieron el más mínimo efecto.

De nada sirve insistir en razonamientos sobre la promesa incumplible que hizo Sergio Massa sobre un nivel de inflación de 3% para marzo, cuando se sabe que los incrementos que ya están impactando en los bolsillos de los argentinos este mes, como en educación, salud, transporte, pero sobre todo e inexorablemente en alimentos, van a volver a transformar a este mes en otra pesadilla para la economía de todos.

El problema hoy ya va mucho más allá del cálculo matemático sobre el impacto de una suma de precios que este Gobierno nunca pudo solucionar. La pesadumbre que se vino instalando con cada vez más fuerza en los últimos meses se aceleró ayer con el 6,6% de inflación de febrero, un ritmo que parece imposible que vaya a modificarse de aquí a las elecciones. Así, la sensación de derrota en la sociedad comenzó a tener alcances que parecen mucho más complicados.

La dinámica de la crisis económica golpea directamente en lo político e institucional con más fuerza que la que se había visto hasta este momento en todo el Gobierno de Alberto Fernández Cristina Fernández de Kirchner. La pregunta a hacerse ahora es ¿hacia dónde la sociedad buscará una salida posible? Ese camino parece cada vez más complicado.

ALBERTO FERNÁNDEZ Y SERGIO MASSA NO LOGRAN REVERTIR LA CRECIENTE INFLACIÓN.

El Gobierno enfrenta una disolución del acuerdo político que Cristina Fernández de Kirchner creó para intentar solucionar problemas personales y que terminó en una parálisis de la dinámica de conducción del Estado como pocas veces se había visto. La vicepresidenta intenta por todos los medios consagrar un operativo clamor que, a la luz del efecto que produjeron los actos del fin de semana, tiene muy pocas posibilidades de éxito. Cristina podría haber reducido ahora sus chances a sólo una candidatura a senadora por la provincia de Buenos Aires sin posibilidad alguna de reeditar un liderazgo sobre todos los caciques del PJ de todo el país.

Sergio Massa perdió en los últimos 90 días la chance de encarnar una candidatura que intentará salvar la ropa del oficialismo en las elecciones de octubre próximo. También el kirchnerismo duro debe acostumbrarse a que difícilmente Massa sea una salida para sus problemas electorales.

El ministro de Economía tuvo que entender, además, que ni con un acuerdo de conveniencia con el FMI podría mantener a flote la promesa de sostener la economía aunque sea hasta las elecciones. El Fondo y sus burócratas pueden sostener a la Argentina solo un tiempo porque en ese ejercicio se juegan también sus cargos; no para siempre. Massa jugó todas sus cartas en los Estados Unidos y esto tampoco alcanzó, el mercado así lo viene viendo desde hace tiempo.

En los últimos 30 días la caída de los precios de bonos y acciones argentinas fue brutal. El riesgo país no trepó a casi 2.400 puntos solo porque el Silicon Valley Bank se desplomó. El riesgo real sigue siendo puramente criollo y se alimenta de deuda en pesos impagable, políticas delirantes, gasto público descontrolado, emisión sin límite y un sistema político con nido en el kirchnerismo que quiere llevarse puesta hasta la Corte Suprema.

El nivel de inflación que se conoció ayer esconde, más allá del 6,6%, una escandalosa suba de 9,8% en el precio de los alimentos (verdadera inflación que sufre la mayoría de los argentinos), y algo mucho peor todavía: una inflación núcleo de 7,7% que habla de la persistencia de este fenómeno que puede resultar explosivo en la suma total del primer trimestre de este año.

EL PRECIO EN LOS ALIMENTOS ES EL QUE MÁS IMPACTA EN EL DÍA A DÍA.

La elocuencia de los fríos números esta vez quedó chica, por su impacto negativo, frente a la pesadumbre que se instaló en el ánimo social, harto de soportar explicaciones sobre recetas mágicas que de antemano se sabe que no funcionan. El Frente de Todos hoy asume, sin candidatos potables a la vista ya que todos tienen niveles de imagen negativa superiores al 70%, que la peor opción puede ser su única salida.

Alberto Fernández en estas condiciones continuará presionando por una reelección imposible, pero que aun alimenta emociones dentro de la Casa Rosada. El presidente quizás pueda encontrar una tabla de salvación en Daniel Scioli qué recorre la provincia de Buenos Aires intentando hacer equilibrio en medio de los escombros de lo que alguna vez se llamó Frente de Todos.

El desafío de la oposición es gigantesco y nada indica todavía que esté en condiciones de asumirlo. Está claro que la dinámica inflacionaria de la Argentina se está calentando y llegando a niveles de extrema peligrosidad. Quiénes integraron el Gobierno de Raúl Alfonsín pueden dar cuenta, al igual que muchos economistas, que la inflación no avisa y que la aceleración hacia una hiper es algo que puede estar a la vuelta de la esquina.

Hay números evidentes. En 1987 la inflación anual fue de 131,33%, subió a 342,96% en 1988 y estalló como hiperinflación en 1989 con 3.079,81%. No hubo aviso para semejante salto. Hoy la situación es distinta, aunque las asimetrías que se acumulan como retraso tarifario o brecha cambiaria récord multiplican el temor, pero debe recordarse que en el 2021 la inflación fue de 48,41%, en el 2022 de 94,8% y en ese mes de febrero el anualizado ya trepa a 102,5%.

CRISTINA ADVIRTIÓ EN SU ÚLTIMA APARICIÓN PÚBLICA QUE ARGENTINA «NO TIENE MONEDA».

Este mes la mesa nacional se sirvió con malas noticias para cada uno de los niveles económicos de la Argentina. La caída del consumo de alimentos de 1,6% en enero y casi 3% en febrero habla de la imposibilidad de cubrir sus necesidades mínimas a quienes menos ganan; también destruye el humor social la inseguridad que impacta en todos los niveles con una falta de respuesta absoluta por parte del Gobierno; los cortes de luz desnudan la deficiencia absoluta de una estrategia de mantener tarifas bajas para esconder la inflación y, para los más sofisticados, el impacto terrible de la sequía en el sector agropecuario y financiero con una falta de dólares que llegará (medida por la Bolsa de Comercio Rosario) a US$20.000 millones para este año, preanunciando también un futuro inmediato más complicado.

El 102.5% de inflación anual que muestra febrero puede quedarse corto frente a los números que seguramente exhibirá marzo, pero también es un anticipo de la preocupación que deberán tener oficialistas y opositores frente a la sensación general que produjeron los números conocidos ayer. El Gobierno debe seguir gobernando hasta el 10 de diciembre y debe administrar también la situación de la deuda y los ejes centrales del sistema financiero. Parte de eso hoy está en duda sobre todo después del canje de la deuda en pesos que llevó adelante Massa y que, a pesar de haber sido publicitada como exitosa, mostró un nivel de adhesión que hoy causa mas dudas frente a las obligaciones que tiene que cubrir el Estado durante este año.

El Gobierno del FdT políticamente terminó, pero administrativamente debe continuar. La agenda presidencial y de cada uno de los ministros muestra un vacío político que hoy también provoca temor a los argentinos. Ayer el Indec no solo termino de derrumbar el ánimo de muchos ciudadanos, sino que puso sobre la mesa una realidad social y económica en toda su desnudez que deberá ser procesada, peligrosamente, durante todo lo que queda del 2023.

Fuente: Mendoza online

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