La continua y frustrante decadencia argentina

No vamos a escribir de todo aquello que nos pesa demasiado y lo sufrimos todos los días. No vamos a referirnos a la insoportable inflación, la pobre educación, la frágil salud, etc. Vamos a poner foco solo en la tentativa de homicidio a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Para ahondar sobre ello es imprescindible referirse al caso del fiscal Alberto Nisman y el espanto que rodeó la investigación de su muerte, sobre todo en su inicio. La investigación inicial de la fiscal Viviana Fein fue de una torpeza extrema, difícil de imaginar por parte de un integrante de la Justicia.

Simultáneamente, Sergio Berni, en esa época secretario de Seguridad, invadía y contaminaba la escena del crimen como si se tratara de un aficionado.

En paralelo, alrededor de 80 miembros de la AFI (Agencia Federal de Inteligencia) intercambiaban llamadas entre sí en las inmediaciones del lugar del hecho y todas se concentraban en el teléfono de Fernando Pocino, cercano a Cristina Kirchner y reemplazante de Jaime Stiuso, el expoderoso hombre de inteligencia y operador todo servicio del kirchnerismo, apartado por desavenencias personales por la entonces presidenta.https://a7b5e64a99a89d1e930023e45b6b7fe7.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html

La custodia personal del exfiscal muerto no estableció ningún contacto con él en las 24 horas previas a su muerte. Presunta zona liberada. Por custodios de la Policía Federal, inconcebible.

Volvamos a la tentativa de magnicidio sobre la vicepresidenta. Pongamos punto especial sobre la custodia. A Cristina la custodia desde hace años la Policía Federal. En paralelo, La Cámpora provee una especie de guardia pretoriana de fervientes militantes que construirían el segundo anillo protector.

Lo sucedido el viernes pasado, cuando se arrimó una pistola a centímetros de la cabeza de Cristina, es fiel realidad del fracaso rotundo y estrepitoso del sistema de seguridad. Lo que sucedió apenas gatillada la pistola Bersa entra en los anales de la improvisación, ignorancia de los protocolos de seguridad y se asemeja a un papelón a nivel mundial sin precedentes.

El portador del arma fue detenido en principio por un concejal militante. Tratando de huir, Sabag Montiel, finalmente reducido, fue entregado por la Policía de la Ciudad a la Policía Federal, la encargada directa de la seguridad vicepresidencial.

El arma fue también rescatada del suelo por un militante, con la consiguiente posibilidad de contaminación o alteración de la pistola. Intertanto Cristina no fue evacuada y cubierta por los custodios. Siguió moviéndose libremente y desamparada durante aproximadamente 6 minutos.

Más de 100 efectivos, cuyo costo solventa la ciudadanía, son los que protegen y brindan seguridad a Cristina Fernández. ¿Cómo fue factible que el imputado llegara a centímetros de su objetivo, intentara escapar sin ser detenido por ningún miembro de la custodia y se desprendiera del arma? ¿Novela de ficción? No, realidad real argentina.

Para continuar el dislate y la falta de profesionalismo, el teléfono del detenido fue reseteado por los “ especialistas” de la Policía, con consecuencias que pueden haber acarreado la desaparición de elementos probatorios. 

Aníbal Fernández presentó su renuncia, no aceptada por el presidente Alberto Fernández. Se puede intuir que se rechaza por una obviedad; aceptarla significaría convalidar la mala praxis oficial.

Si lo ocurrido con la investigación del crimen del fiscal Nisman fue alarmante y definible lamentablemente como «chapucero”, lo que viene sucediendo con la tentativa de homicidio sobre Cristina se repite e incluso va camino a superarlo en cuanto a la actuación de los encargados de seguridad. Faltan elementos a determinar todavía qué pueden ahondar la impericia.

Que triste sino persigue a los argentinos.

Cómo es posible que la decadencia no se detenga, por el contrario se agrave y no decidamos en conjunto empezar una tarea reconstructiva en pos de la normalidad y de la gestión con índices lógicos de eficacia y eficiencia.

La caída de los países no tiene fondo. Es imprescindible tenerlo presente, caso contrario se profundizará el pesar que nos agobia.

Fuente: Mendoza online

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