Tren a vapor o tren bala: opciones para Vaca Muerta

Después de los primeros diez años de actividad continua de Vaca Muerta, ya no hay persona en la industria o en la política que no coincida en que estamos ante un recurso del máximo nivel mundial: la roca tiene una productividad tal que el único desarrollo no convencional rentable fuera de los Estados Unidos es Vaca Muerta.

Los equipos técnicos de la industria han hecho una tarea titánica: no solo han aprendido a perforar, estimular y producir gas y petróleo de la roca, sino que también han logrado precios de producción competitivos con la cuenca más productiva de América del Norte: el Permian Basin. Esto, no obstante las diferencias de escala en la actividad: en Vaca Muerta operan una treintena de equipos de perforación y en Estados Unidos se cuentan por centenares.

La industria puso el cuidado ambiental como prioridad desde el primer día. Además, en las relaciones laborales, empresas y sindicatos han llegado a acuerdos de productividad y eficiencia que permiten incorporar las tecnologías y buenas prácticas más avanzadas.

Toda esta evolución y desarrollo de la industria del petróleo y gas en Vaca Muerta ha sucedido casi a pesar del denominado “riesgo argentino”: las decisiones gubernamentales con impacto en el ecosistema de valor de la industria. Fundamentalmente esto se ha dado con la imposición de precios domésticos muy por debajo de los precios internacionales. Al tratarse de commodities que tienen un mercado potencial global, si las trabas regulatorias impiden un flujo adecuado del negocio, los capitales buscarán otros lugares donde invertirse. Hoy tenemos una ventana de oportunidad con los hidrocarburos que impone urgencia para ponerlos en valor y aprovechar un contexto mundial de demanda extraordinariamente beneficioso.

A modo de ejemplo del interés que genera Vaca Muerta, hace pocos meses una empresa privada de midstream –el transporte de gas y petróleo una vez extraído del pozo– prevendió capacidad de transporte de crudo y las empresas operadoras que están en Vaca Muerta ofertaron invertir cinco veces la capacidad ofrecida. Esto prueba que la industria no necesita del financiamiento del Estado. Necesita definir reglas claras y hacerlas respetar para generar la certeza y confiabilidad que atraigan decenas de miles de millones de dólares en proyectos de inversión.

La Argentina tiene que ampliar la red de transporte (el gasoducto mal llamado Néstor Kirchner es un primer paso importante) y superar las limitaciones que hoy existen para importar materiales necesarios para que estos proyectos estén disponibles. Junto a esto, mejorar las capacidades de los puertos y las terminales que permitan que ingresen buques de mayor capacidad para que el petróleo de Vaca Muerta sea competitivo en el mercado global. En este sentido, el desarrollo del gas como combustible de transición es una gran oportunidad. Basta con ver cómo los países que pudieron desarrollar la industria del gas natural licuado (LNG) cambiaron sus ingresos y la realidad de sus sociedades. Para que semejantes niveles de inversión sean posibles, es imprescindible contar con reglas claras y confiabilidad: hay que terminar con los “barriles criollos” o ventanillas discrecionales para poder importar materiales.

Hoy Vaca Muerta es un tren que se mueve a gran velocidad, tiene buenos equipos, tiene buenos maquinistas, pero es un tren a vapor que podría ser un tren bala.

La Argentina produce alrededor de 682.000 barriles de petróleo por día, de los cuales el no convencional (la producción de Vaca Muerta) ya representa casi el 50% del total. Esto permitió más que compensar la declinación de la producción convencional, que hace solo diez años representaba el total de la oferta nacional. Las autoridades de gobierno, ávidas de capitales que generen trabajo, deberían pensar en tener 100 equipos perforando en Vaca Muerta y no contentarse con una treintena. El presidente Javier Milei tiene una gran oportunidad y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad: dar el gran salto en niveles de inversión para potenciar este tesoro con que nos privilegió la naturaleza.

Fuente: La Nación

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