Nada para festejar

Al concluir la sesión de la Cámara de Diputados en la que, finalmente, se terminó cayendo el ambicioso proyecto de ley ómnibus presentado por el Gobierno, pudieron verse manifestaciones de júbilo de aquellos legisladores que habían anunciado previamente que no apoyarían ninguna de las medidas propuestas con el fin de encontrar soluciones a la crisis. Eso se debió a que esas iniciativas provienen de un oficialismo al que muchos han juramentado combatir por expresar una ideología que repudian, como una cuestión de fe.

Ya antes de las votaciones que condujeron al rechazo de varias de las iniciativas contenidas en el proyecto de ley, los legisladores de izquierda habían dado una lección de despropósito al abandonar el recinto por no estar de acuerdo con el minuto de silencio dispuesto por el fallecimiento del expresidente de Chile Sebastián Piñera. Es esto una clara muestra de cómo conciben algunos representantes de la clase política su misión. Cuando concurren al Congreso lo hacen para confirmar su adhesión a la ideología que profesan, y con ese solo fin hablan o actúan.

Cabe señalar que desde otros espacios también hubo quienes lamentaron la situación, incluso quien derramó literalmente lágrimas ante un esfuerzo malogrado que echó por tierra valiosos acuerdos alcanzados en cuestiones tratadas en las sesiones extraordinarias. Algunas de ellas eran de tal relevancia que, francamente, el hecho de que hubieran quedado nuevamente en el camino era ciertamente penoso cuando la ciudadanía aguarda ver plasmados sin demoras los frutos de las negociaciones y conversaciones que la política debe dar.

Los diputados Massot y Pichetto votaron a favor de la ley ómnibus
Los diputados Massot y Pichetto votaron a favor de la ley ómnibusHernán Zenteno – LA NACION

Para ser claros, la Argentina es un barco en situación de naufragio y muchos de sus tripulantes parecen no entenderlo. Lejos de pretender agradar a los conductores de cada espacio, posicionarse mejor para su carrera política o “vencer” a los contrincantes haciendo caer sus iniciativas, como quien consigue una anotación en una competencia deportiva, se desentienden de su verdadera misión. El país requiere de soluciones inmediatas a los graves problemas que nos atraviesan. Y si los instrumentos legales elegidos no se consideran aptos, el deber de nuestros representantes es buscar cómo mejorarlos hasta alcanzar un mínimo de coincidencias para que alguna de las buenas iniciativas puedan ponerse en práctica de una buena vez. Cuando un barco se hunde, alegrarse porque se haya desechado un plan de salvataje sin que se lo reemplace inmediatamente por otro es al menos irresponsable, por no decir necio e insensato.

El tiempo apremia. Así como celebramos que los diputados hayan honrado el compromiso asumido con sus votantes trabajando denodadamente en sesiones extraordinarias, también querríamos celebrar que entienden la emergencia que enfrentamos. La inexperiencia de algunos y el abroquelamiento de otros detrás de viejas e inconducentes rencillas amenazan con escorar aún más la nave. Nada hay hoy para festejar. Es tiempo de construir los consensos que den andamiaje y sustentabilidad a los cambios que necesitamos.

Fuente: La Nación

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