Más cepo = más inflación, más desempleo y más pobreza

El drenaje de reservas llevó días atrás al Banco Central a disponer que las importaciones que, a su juicio, no sean estrictamente indispensables obtengan las divisas fuera del mercado oficial o en todo caso con financiamiento. Tal medida impuso en la práctica un desdoblamiento del mercado cambiario, lo que implica una devaluación para una elevada proporción de los bienes importados. Fue una decisión de apuro y desprolija, que amplía los espacios de discrecionalidad.

Por las mismas angustiosas razones, el 6 de febrero de 1989, el entonces ministro de Economía de Raúl Alfonsín, Juan Sourrouille, impuso un desdoblamiento en tres mercados cambiarios: el comercial, el especial y el libre. Los dos primeros eran fijados por el gobierno para exportaciones e importaciones en proporciones variables y definidas para cada posición arancelaria. El dólar libre era para transferencias financieras, turismo y cualquier otro fin, una forma más ordenada de salir del atolladero de un drenaje de reservas como consecuencia de usar el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria. Fue el final del Plan Primavera y, a partir de aquella medida, la inflación se aceleró.

Deberá esperarse un escalón inflacionario a raíz de estas medidas. Pero sería ilusorio pretender que el efecto se agote luego de subido ese escalón

No es esa la única similitud con lo ocurrido ahora, 33 años después. En 1989 no solo debió corregirse el retraso cambiario. Las tarifas de los servicios públicos también sufrían una notable reducción real que había ocasionado insuficiencias en las prestaciones y fuertes déficits en empresas estatales. Había cortes de energía y demoras infinitas para obtener una línea telefónica. Aquel retraso tarifario se repite hoy con la misma exigencia de subsidios. El Gobierno debe compensar pérdidas mediante aportes que cargan sobre el Tesoro. No hay otro camino que normalizar las tarifas, que en ese caso dejarán de ser anclas para, en la transición, impulsar costos y precios.

Deberá esperarse un escalón inflacionario como consecuencia de estas medidas. Pero sería ilusorio pretender que el efecto se agote luego de subido el escalón. La recuperación de los precios atrasados dejará a otros en posición negativa y en todo caso se observaría un cambio por impulsos imperativos.

Otro factor que influirá sobre el abastecimiento y los precios es la devaluación para aquellos que pasen del mercado oficial de cambios al informal. Aun los importadores que lo eviten financiándose deberán pagar altas tasas de interés, que trasladarán a precios.

Hacen falta otras decisiones para reducir el déficit y la emisión, que son la verdadera causa de la inflación

Las medidas adoptadas con relación al cepo cambiario apuntan a terminar con la pérdida de reservas, pero hacen falta otras para reducir el déficit fiscal y la emisión de dinero, que son la verdadera causa de la inflación. Todavía no hay claridad ni seguridad sobre la normalización de las tarifas de la energía y el transporte. Por su lado, los planes sociales son objeto de manejo y poder político, pero poco se espera de su reducción. Mientras se tenga un 40% de pobreza y no se restablezca la confianza que impulse la inversión y el empleo privado, será difícil reducir los subsidios y racionalizar las desbordadas burocracias estatales.

Resta considerar otro factor de posible impulso inflacionario. Es la huida del dinero o el aumento de la velocidad de circulación, según el ángulo desde donde se lo mire. Es un peligroso factor de riesgo que puede espiralizar la inflación, como ocurrió en 1989. Depende de comportamientos colectivos relacionados con temores y perspectivas. La falta de idoneidad y las grietas abiertas dentro del oficialismo están creando un escenario dramático.

Fuente: La Nación

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