Docentes y médicos merecen una revaloración

Sobran motivos para que los argentinos nos angustiemos por el futuro que vislumbramos, ya no para nosotros sino, sobre todo, para las jóvenes generaciones. Muchos pueden caer livianamente en el error de creer que tantos años de desaciertos solo afectan nuestro presente, sin considerar que, lamentablemente, el alto costo se extiende largo y amenazante sobre un perentorio futuro. Tanto más prolongado cuanto más demoremos en enderezar el rumbo.

Si los diagnósticos se ciñen al plano económico, más de un tratado se ha escrito ya sobre la experiencia argentina. En lo social, los índices de pobreza alcanzados nos sumen en una tan dolorosa como escandalosa situación que castiga duramente a millones de compatriotas. Pasar revista de todos y cada uno de los distintos escenarios locales, es por demás tortuoso y desmoralizante.

Los derechos consagrados por la Constitución no pueden ser letra muerta. Todos nuestros niños y jóvenes deberían poder educarse a fin de desarrollar sus potencialidades para su propio bienestar y para contribuir al crecimiento de la nación. Sin inequidades. Para ello, solo alimentándolos adecuada y suficientemente podremos asegurarnos que sus cerebros estarán en las mejores condiciones, una utopía hoy cuando el escándalo del hambre jaquea tempranamente a tantos niños.

Tampoco podemos hoy jactarnos de que sus jóvenes mentes estén recibiendo los mejores aportes. La crisis de la educación los ha tomado de rehenes. Con docentes desprestigiados y sin reconocimiento social, cuesta imaginar que esta noble y valiosa profesión pueda seguir convocando a los mejores, salvo honrosas excepciones, que las hay y muchas. Reconocidos hoy más por su antigüedad en el cargo que por sus méritos, sin la capacitación y formación que el mundo actual demanda, los magros salarios docentes revelan qué lugar les asignamos en esta sociedad en crisis. Precisamente a quienes enfrentan la enorme responsabilidad de enseñar a leer y escribir a nuestros niños, abriéndoles la puerta al conocimiento y al pensamiento crítico que deberíamos tender a desarrollar en ellos.

En lugar de ver profesionalizarse cada día más su loable labor, los vemos forzadamente subsumidos y silenciados detrás de quienes solo intentan ruidosamente alejarlos más y más de las aulas, reduciendo jornadas, rechazando capacitaciones, fijando ridículas condiciones y violentando lo que debiera ser una sana representación gremial, hoy convertida en guarida de ideología y adoctrinamiento detrás de siniestros personajes que todos querríamos ver bien alejados de nuestros hijos.

En paralelo, la situación sanitaria es igualmente insatisfactoria. Grave déficit de infraestructura, presupuestos insuficientes y carencia de recursos mínimos para la atención preocupan a lo largo y ancho del país. Sin embargo, no debiera ser esto lo más inquietante. Es el recurso humano el que demandará mayor tiempo de reposición, claramente hoy desatendido.

Días atrás tuvo lugar el examen único de residencia, una instancia de formación, para la que se postularon 7300 médicos, bioquímicos y enfermeros con títulos obtenidos en la Argentina o en el extranjero, convalidados localmente, para cubrir 5848 vacantes. Este año se graduarían unos 1800 médicos que, pudiendo completar su formación, por razones económicas muchas veces prefieren hacer dos guardias en lugar de una residencia. Por este motivo, las vacantes para residentes no siempre se cubren en su totalidad en algunas especialidades, con el consiguiente perjuicio para el perfeccionamiento profesional.

El decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA, Luis Ignacio Brusco, señaló que uno de cada tres inscriptos para residencias es hoy extranjero, mayormente de la región. Considera que, dado que no sobran médicos en la Argentina, hay que ser pragmáticos y se enorgullece de que muchos profesionales muy bien formados en sus países vengan a completar sus estudios aquí. Hoy, en Medicina hay más de 200 carreras por fuera de salidas tradicionales como pediatría, cardiología, psiquiatría y clínica. Muchas de estas son esenciales y que estén en baja resulta preocupante cuando hoy la elección profesional se inclina notoriamente hacia especialidades mejor pagas como anestesiología, cirugía o medicina forense. Brusco insiste en la importancia de promover o ayudar precisamente a las de mayor demanda para que no falten en el futuro.

Pediatría es una de las que está actualmente en la palestra ante el aumento de los casos de bronquiolitis. En 2023, habiendo 525 vacantes para residencias en la especialidad, solo se presentaron 394 postulantes. Integran el amenazante cuadro quienes emigran o planean hacerlo por mejores sueldos cuando el pluriempleo local les resulta no solo agotador sino también insuficiente. Si no sembramos hoy, mañana será tarde.

Maestros para enseñar y preparar las jóvenes mentes y médicos para cuidar su salud de la mejor forma nos devuelven una imagen ciertamente inquietante de lo que puede depararnos el porvenir. Ante una instancia electoral, los programas y propuestas de los candidatos deberán contemplar cómo resolver también estas difíciles ecuaciones en el menor tiempo posible.

Fuente: La Nación

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