Diálogo: el reto del mundo actual

En un mundo convulsionado, la paz es un valor cada vez más escaso. Siendo precisamente las organizaciones internacionales las encargadas, en gran medida, de evitar y bajar el tono a tanto enfrentamiento estéril, merece celebrarse un reciente nombramiento de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que involucra a nuestro país.

El 19 de marzo la OEA nombró embajadores de la paz a tres líderes religiosos argentinos: el rabino Daniel Goldman, el sacerdote católico Guillermo Marcó y el líder islámico Omar Ahmed Abboud. Los tres embajadores integran el Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI), nacido formalmente en la Argentina en 2005 como instrumento para combatir los fundamentalismos y contrarrestar la violencia que se ejerce en nombre de lo divino. Esa institución fue un acabado ejemplo de cómo la convivencia con credos diferentes no es solo posible sino también deseable y enriquecedora. Fueron ellos nóveles promotores de una conversación ética y humana que demanda también una buena dosis de coraje, tal como numerosos enfrentamientos en el mundo lo confirman.

El papa Francisco, presente a través de un video en la sede de la OEA, afirmó que los seres humanos estamos obligados a buscar “una cultura del encuentro… una actitud que crea fraternidad y supera los pactos”.

El rabino Goldman explicó que en hebreo antiguo la misma palabra identifica a un “embajador” y a un “ángel”, ambos capaces de acercar. Por su parte, Abboud trajo a colación el ejemplo de una orquesta conformada por músicos de diversos y conflictivos orígenes, pero capaces de acompañar unidos a los solistas. Marcó puso el acento en el valioso abordaje espiritual de temas de interés y destacó que el diálogo es sanante, con uno y con los otros.

Por la misma senda, iglesias cristianas se reunieron en la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), presidida por monseñor Oscar Ojea, en un encuentro ecuménico de oración por la justicia, la paz y la esperanza, expresando su preocupación por el aumento de las divisiones, los conflictos sociales y los discursos de odio. El padre Carlos White, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Ecumenismo y Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones, fue el encargado de dar la bienvenida. Luego llegaron las reflexiones de Ojea; de monseñor Iosif Bosch, en representación de los ortodoxos, y de la pastora Mariel Pons, por los evangélicos y protestantes.

El Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI) fue y es un acabado ejemplo de cómo la convivencia con credos diferentes no es solo posible, sino también deseable y enriquecedora

La declaración difundida es una exhortación: “Caminamos siendo conscientes de que lo hacemos dentro de un clima nacional y mundial en el que parecen exaltarse dolorosas divisiones, conflictos sociales o bélicos en aumento y peligrosos discursos de odio”. Y agregaron: “Hemos aprendido a valorar la unidad en la diversidad, la riqueza del disenso, la armonía de las voces diferentes, la otredad por encima del individualismo egoísta, la fortaleza de los consensos en tiempos de conflicto y la cultura del encuentro fraterno por encima de la anticultura del desencuentro, sin mermar la tradición a la cual cada uno es fiel”.

El llamado de quienes, desde distintos espacios, defienden el valor de la paz y el diálogo no puede ser desoído. Cada uno de nosotros, sin importar raza, situación social, cultural, género o religión, podemos encarnar esta vocación superadora que destaca el valor de la igualdad y la unidad. El presente demanda construir puentes y está visto cuán difícil resulta esto para muchos políticos. Debemos ser los ciudadanos, comprometidos en esa dirección, quienes exijamos de ellos sus mejores esfuerzos.

No está de más recordar aquí el texto de la oración ecuménica que se ha creado para acompañar, en nuestro país, los encuentros entre los diferentes credos:

“Buen Dios, concédenos renovar nuestra mente y nuestro corazón dando testimonio de tu presencia a través de nuestras acciones.

“Que seamos todo lo que exigimos que los demás sean para nosotros.

“Que cuando me falten fuerzas, pueda encontrar el entusiasmo y la alegría siendo útil a mi familia, a mi comunidad, a mi pueblo y a mi país, y así se dignifique nuestra vida.

“Que tengamos presente que cambias la situación de un pueblo solo cuando este se cambia a sí mismo”.

Fuente: La Nación

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