Árboles históricos y notables

Cuesta imaginar que Buenos Aires en la antigüedad fuera una ciudad casi sin árboles, solo con limoneros y naranjos en los fondos de las propiedades, según relata el historiador Daniel Balmaceda. Recién en época de virreyes nació la alameda junto al río, a la altura de la actual avenida Leandro N. Alem. Hoy, entre los más de 430.000 árboles de la ciudad de 400 especies distintas, hay catalogados unos 600 especímenes notables e históricos, muchos de ellos de más de 100 años, objeto de protección especial. Muchos barrios tienen ejemplares destacados.

Retoño del árbol de Artigas
Retoño del árbol de ArtigasInés Clusellas – Jardín

Hay añejos gomeros en las plazas San Martín y Lavalle. Uno de los más conocidos es el de la Plazoleta Juan XXIII, en Recoleta, con una antigüedad estimada en más de 200 años. Desplegándose a más de 25 metros del eje troncal, sus ramas son hoy sostenidas por estructuras de hierro para evitar que se partan; una de ellas es una vistosa escultura de Atlas. Distintas historias buscan reconstruir su origen, ya sea atribuyéndoles a los padres recoletos su plantación, allá por 1780, o a un fraile que lo habría traído de la India.

La llamada magnolia de Avellaneda –una grandiflora– en uno de los ingresos al Jardín Japonés fue plantada para la inauguración oficial del Parque 3 de Febrero, en 1875. También las hay otras antiquísimas en el Protomedicato, en San Telmo.

El centenario corredor de las palmas, inaugurado por el presidente Domingo F. Sarmiento, corre sobre la avenida que lleva su nombre en el tramo entre Figueroa Alcorta y Avenida del Libertador.

La escultura de Atlas sosteniendo el imponente e histórico gomero
La escultura de Atlas sosteniendo el imponente e histórico gomeroSilvana Colombo – LA NACION

A mediados del siglo XIX, el salteño Gregorio de Lezama compró el terreno del actual parque que lleva su nombre y contrató a un paisajista belga que creó uno de los más bellos jardines de la ciudad, con eucaliptos y olmos hoy bicentenarios.

Un retoño de la higuera de Sarmiento fue plantado en el Jardín Botánico; uno del Pino de San Lorenzo se ubica en las Barrancas de Belgrano. El retoño de Guernica, un roble plantado en 1919 por la comunidad vasca, resistió incluso una mudanza cuando se construyó el Paseo del Bajo y mantuvo su locación a metros de la Casa Rosada. Otro destacado es el algarrobo de Pueyrredón, en Plaza Flores, cuyo original de más de 300 años está en el Museo Pueyrredón en San Isidro, declarado Árbol Histórico Nacional y Monumento Natural del municipio. La historia cuenta que San Martín y Pueyrredón habrían planeado a su sombra el cruce de los Andes.

En Barrio Parque, sobre Figueroa Alcorta y Castilla, la maravillosa floración fucsia del conocido lapacho de Ezcurra marca la cercanía de la primavera, a comienzos de septiembre. En Parque Rivadavia, un añoso ombú de 1870 da hoy sombra a los filatelistas que allí se congregan.

Estos ejemplares tan especiales reciben un seguimiento específico, pues la senescencia afecta su flujo energético, dejándolos a merced de peligrosos hongos y bacterias. Mediante avanzadas tecnologías de diagnóstico, como tomógrafos, se observa el estado interno de la madera para su seguimiento biológico y tratamiento específico.

Enrique Udaondo fue quien inició la clasificación, en 1913. A la publicación del primer catálogo de árboles históricos de la ciudad, en 1962, le siguió la creación del Registro de Árboles Históricos y Notables.

Mencionarlos a todos resulta imposible, pero se puede consultar el sitio Arbopedia de la ciudad de Buenos Aires. El valor simbólico y cultural de ejemplares con características distintivas merece preservarse como parte del patrimonio natural de nuestra ciudad.

Fuente: La Nación

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