Alumnos adoctrinados: futuro hipotecado

Alo largo de los años hemos venido registrando una irrefrenable pulsión de parte de algunos gobiernos por transformar las escuelas en semilleros de militancia partidaria. Solapadamente la mayoría de las veces, o de manera públicamente expuesta en otras, se han dado numerosos pasos en ese sentido sin que semejante aberración levante olas suficientemente altas que lleven a exigir definitivamente el abandono de estas deleznables prácticas. Mucho se discute sobre urgencias políticas, económicas y sociales en casi todos los ámbitos, pero poco se debate específicamente sobre educación, como si fuera un asunto menor.

No es una casualidad entonces que muchísimos de nuestros niños y adolescentes muestren año tras año un desempeño lamentable en las sucesivas pruebas educativas, tanto nacionales como internacionales. Lo que pasa con los estudiantes es un reflejo de lo que nos sucede como sociedad. Nos hemos venido desentendiendo –obviamente siempre hay excepciones– de la importancia de cuidar, sostener y privilegiar las escuelas, aquellos reductos otrora maravillosos donde se aprendía a aprehender conocimientos y no a repetir, donde los planes de estudios incluían una bibliografía de calidad tan rica como amplia, donde el docente era un guía con amplitud de criterio que podía vivir dignamente de su salario y sin ser coaccionado por gremios politizados que usan a los alumnos y a ellos mismos de rehenes, y donde regía el necesario respeto a la autoridad.

El último caso de adoctrinamiento –al menos hecho público– ocurrió en escuelas secundarias de Moreno, en la provincia de Buenos Aires. El gobierno de Axel Kicillof ideó una propuesta para conmemorar los 40 años del retorno a la democracia. Uno de los críticos fue el diputado provincial Sergio Siciliano (Juntos). Según el legislador, el cronograma oficial plantea como temas “el triunfo de Raúl Alfonsín, el juicio a las juntas, la hiperinflación, el menemismo, el fracaso del 1 a 1, la presidencia de Néstor Kirchner, la reducción de los niveles de pobreza e indigencia, el desendeudamiento en las presidencias de Cristina Kirchner, los fondos buitres, la ley de medios, la expropiación de YPF, la vuelta al FMI durante el gobierno de Mauricio Macri, y el tratamiento de la pandemia durante el de Alberto Fernández”. De esa selección de temas –hay otros más del mismo tenor–, a nadie se le puede escapar el tono politizado y tendencioso de su contenido, además de que, como bien dijo el legislador, “el recuerdo de los 40 años de democracia no tiene nada que ver con esa bajada de línea burda, sesgada y autoritaria”.

¿Extraña lo grosero de esa perspectiva? Por cierto que no, pero preocupa que haya llegado a un punto en que muchos dirigentes políticos, autoridades educativas, docentes y padres empiecen a naturalizarla. No se trata solamente de un problema de la política en general y de la educativa en particular, sino de la ausencia de participación, de compromiso de muchísimos de los integrantes de la comunidad educativa para reclamar el cese de este tan burdo como nocivo adoctrinamiento.

A la crítica de Siciliano se sumó, entre muchas otras, la del diputado nacional por Pro y exministro de Educación de la Nación durante el gobierno de Macri, Alejandro Finocchiaro: “Buscan instalar entre los alumnos que el kirchnerismo es sinónimo de democracia y que todo lo que se oponga a él es la continuación de las políticas de la dictadura. A través de Ctera, el kirchnerismo se apropia de valores y logros colectivos y manipula su interpretación, utilizándolos para intentar captar voluntades”.

Por citar unos pocos antecedentes de esta práctica nefasta, baste recordar que, en 2022, se difundió entre alumnos bonaerenses el documento “Pensar y vivir la democracia”, cuyo eje principal era encontrar algún tipo de relación entre el lamentable ataque a la vicepresidenta de la Nación en septiembre último y una viñeta cuyo texto rezaba: “Yo odio. Tú odias. Él odia. Nosotros odiamos. Vosotros odiáis. Él dispara”.

Tras las durísimas críticas que generó esa politizada acción educativa, Kicillof opinó: “La escuela es mucho más que el edificio, que la enseñanza. Déjense de joder los que no les gusta la escuela pública”.

Otro ejemplo de este cúmulo de barbaridades ocurrió durante la pandemia, oscuro y tristísimo lapso en el que pudieron salvarse miles de vidas y no se hizo, y en que la educación fue manipulada una vez más: una investigación sobre la base de datos de compras públicas de Poder Ciudadano, y analizadas por LN Data, arrojó que uno de los gastos más abultados del Estado nacional durante el aislamiento fue destinado a la impresión de 18 millones de cuadernillos para alumnos de escuelas estatales que mezclaban materiales educativos con lecturas exclusivas de diarios ideológicamente afines al gobierno de Alberto Fernández, incluidos decretos de su autoría, y un resumen de obras públicas dispuestas por la Nación, además de críticas a las gestiones de signo político contrario. Algo muy similar a las pecheras apologéticas de Cristina Kirchner que La Cámpora repartía entre niños de un jardín de infantes cordobés y los polémicos cuadernillos que la entonces ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, repartía entre alumnos de 4° y 5° años, en los que la entonces presidenta aparecía como única representante del Estado, dejando de lado los poderes Legislativo y Judicial, mientras desde el programa de televisión Paka Paka se hacía una parodia de Domingo Faustino Sarmiento.

Si alguna coherencia hay para reconocerle al kirchnerismo es haber seguido a rajatabla la impúdica senda inaugurada por Perón, cuando el gobierno se jactaba de repartir material con frases como “Eva me ama” y “Perón nos ama” entre los estudiantes del nivel primario, a quienes se obligaba a leer La razón de mi vida, una autobiografía de Eva Duarte.

Si a ese descarado autoritarismo que se impone desde lo más alto del poder se suma que, por miedo a represalias, muchos padres de niños y adolescentes temen denunciar a docentes y autoridades que adoctrinan, y que no pocos maestros y profesores sienten el mismo miedo respecto de las agresiones que reciben de padres que no aceptan la imposición de sanos límites ni las más mínimas exigencias de cumplimiento de tareas, debemos reconocer que hemos llegado a un punto crítico que merece hallar de una vez por todas una solución. Urge encontrar una salida. La educación no es un tema dentro de la agenda de un país: es la base y el futuro de una nación.

Fuente: La Nación

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