Hace un mes, el National Building Museum de Washington, D.C., anunciaba que prorrogaría por medio año “Capital Brutalism”, una muestra dedicada a explicar cómo la arquitectura brutalista ayudó a remodelar la ciudad. Los motivos de la prórroga: el interés del público a raíz del éxito de la película The Brutalist dirigida y producida por Brady Corbet.Torre de combate en Augarten, septiembre de 2020.
Los arquitectos de los Estados Unidos, por su parte, trinan por los errores de la película al tiempo que se preguntan por qué esta estética –otrora despreciada por su crudeza– despierta tanto interés entre sus compatriotas quienes, por si hubiera dudas, ya se han encargado de demoler varias de sus obras más señeras.
La respuesta reside, según ellos, en «la desilusión con la ciudad contemporánea, donde las grandes obras públicas parecen cosa del pasado, fomentando una visión rosada de los antiguos megaproyectos».https://26e3ec174fa933245c2b5e9d874805c3.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-41/html/container.html
Grandes cosas
En suma, parecería que el brutalismo y el hormigón armado les recuerda una época en la que los gobiernos estadounidenses hacían grandes cosas. Un argumento algo falaz o, por lo menos, tan ciego frente a las complejidades de la historia como los achaques que se le otorgan al guión del largometraje.
Como sea, las líneas que siguen son un pretexto para invitar a escrutar el hormigón de Viena, una ciudad donde los grandes proyectos del modernismo, el barroco y la Viena Roja diluyen el interés por las moles de cemento que dejó la Segunda Guerra: las torres antiaéreas que, a diferencia de las de Berlín y Hamburgo, se han mantenido en pie.
Se trata de una serie de búnkeres elevados y refugios antiaéreos con cañones y sistemas de control construida entre 1942 y 1945. Fueron diseñadas por el arquitecto Friedrich Tamms (1904–1980), quien, entre 1938 a 1945, trabajó en la oficina de Albert Speer, y de 1942 a 1945 como profesor de Diseño y Planificación en la Universidad Técnica de Berlín, nombrado personalmente por Hitler.
En agosto de 1944, durante la fase final de la Segunda Guerra, fue incluido en la Gottbegnadeten–Liste (Lista de dotados con la gracia de Dios), una lista de 36 páginas de artistas representativos del Tercer Reich redactada por Joseph Goebbels a fin de no movilizarlos militarmente por ser «Patrimonio Nacional”.
Diseñador de puentes y autopistas, como empleado de la Organización Todt, dependiente de las fuerzas armadas y dedicada a la ingeniería y construcción de infraestructuras civiles y militares, Tamms bosquejó un total de ocho pares de torres antiaéreas para las ciudades del Führer con aspecto de castillo medieval, una cita a su carácter defensivo.
En Viena, Tamms estuvo representado por Anton Ruschitzka, mientras que Franz Fuhrmann, de la Oficina de Construcción de la Ciudad, se encargó de la dirección de obra. El sistema vienés constaba de tres pares de torres dispuestos en un triángulo con la catedral de San Esteban en el centro.La Torre en L de Augarten, Viena.
Indestructibles por tamaño y construcción
De alturas diferentes, las plataformas superiores de cada par de están al mismo nivel, lo que facilitaba la coordinación de los datos obtenidos por los sistemas de radar. Se consideraban indestructibles por su tamaño y tipo de construcción: las paredes tenían un grosor de 2,6 metros y un techo de 3,80 metros, ambos de hormigón reforzado con acero. El hormigón se vertía en un solo proceso, por lo que no había juntas vulnerables.
Sin embargo, la razón por la que no fueron destruidas fue el armamento que poseían: cañones gemelos FLAK 40 de 128 mm y cañones de 37 mm y 20 mm para la defensa a baja altura que creaban una «ventana» en la que disparaban escombros sobre un área de 250 por 250 metros cuadrados y metralla para alcanzar a los aviones.
Las torres antiaéreas sirvieron como hospitales temporales, albergaron emisoras de radio y, en algunos casos, empresas ligadas a la guerra. La mayoría tenía su propio pozo de agua potable, central eléctrica con suministros subterráneos de combustible, almacenes de munición y alimentos, cocina, ascensores de carga, dormitorios y servicios, un hospital equipado con médicos, enfermeras y ayudantes. Se construyeron para albergar hasta 15.000 personas.
Emplazadas en el Augarten, en Arenbergpark y una tercera en Esterházypark y en el patio de la Stiftskaserne en el VI. distrito de Viena, no se demolieron como en Berlín debido a su proximidad a los edificios residenciales ya que estaban en los parques bien conectados con las vías ferroviarias.
Pero lejos de una celebración del hormigón y del encofrado, su aspecto actual es el resultado de la derrota: el plan consistía en revestirlas de mármol tras el final victorioso de la guerra y dedicarlas como monumentos conmemorativos a los caídos. Fueron catalogadas como monumento histórico, propiedad de la ciudad de Viena y del Estado austríaco.
Depósito, cafetería u hotel
Casi no atraen al turismo, que no las ve a pesar de sus dimensiones. Ha habido varios intentos de reconvertirlas en depósito, cafetería u hotel. Una de ellas, desde 1957 alberga la “Casa del Mar”, uno de los acuarios más importantes de Europa.
Tamms, finalizada la guerra, trabajó en el servicio de urbanismo de Düsseldorf. De 1948 a 1954, fue jefe de esa oficina, desde donde favorecería la contratación de antiguos altos cargos nazis, desencadenando la llamada «controversia de los arquitectos”, una reevaluación del pasado de los funcionarios de la nueva república alemana.
En ese debate, un grupo de arquitectos impugnó que la reconstrucción se hiciera bajo la firma e ideas de quienes habían creado la infraestructura nazi, llamando a convocar a los exiliados durante los años de Hitler, entre los que se hubiese contado el protagonista de la película, si este hubiese existido.
El cemento reaparecería en Viena–Mauer en el diseño del escultor Fritz Wotruba (1907–1975) para una iglesia construida entre 1974 y 1976 bajo la dirección del arquitecto Fritz Gerhard Mayr: la «Iglesia de la Santísima Trinidad» o iglesia de Wotruba, que a pesar de la hostilidad inicial hoy es un hito arquitectónico de la ciudad.
La iglesia fue consagrada en1976, más de un año después de la muerte del Wotruba y tras 13 años de construcción. Había sido una idea de la funcionaria y cristiana devota Margarethe Ottillinger, condenada a trabajos forzados por las fuerzas soviéticas en 1949 por presunto espionaje. Tras su regreso de un gulag ruso en 1955, Ottillinger se dedicó a proyectos eclesiásticos como agradecimiento por su «segunda vida» y, en 1965, le encargó a Wotruba el diseño de un convento carmelita.Torre de combate en Augarten.
Este plan fracasó, pero la archidiócesis de Viena se esforzó por realizar aunque más no fuera la iglesia del convento. Una vez más, el cemento se impuso sobre el deseo del creador: Wotruba contemplaba un edificio de mármol kárstico amarillento, pero el arquitecto Roland Rainer le convenció de que el hormigón era un material de construcción más adecuado para esta «escultura en la que paisaje, arquitectura y ciudad se conviertirían en uno».
Como ocurrió con el proyecto en cemento de Marcel Breuer para la Abadía de San Juan (Minnesota, 1958–1961), en 1968 y en Viena, se armó un gran revuelo tras la presentación de los diseños de Wotruba.
Mientras Breuer era judío, Wotruba no era creyente y había abandonado la Iglesia antes de la guerra. Sin embargo, afín a los socialistas, veía un fin social en la creación de un edificio sagrado y valoraba el ascetismo que volcó en esa especie de monumento prehistórico megalítico que hoy preside las colinas de Viena y ve cómo, a diferencia de la piedra, el cemento de la Trinidad filtra la sustancia de la historia.
Sobre la firma
Fuente: Clarín.com
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