“Se camina solo, pero nunca en soledad”: el libro de Carolina Reymúndez que pondera la caminata

“Hago mío lo que veo”, escribió Henry David Thoreau, ese filósofo y poeta que vivió en el siglo XIX y que caminaba entre tres y cinco horas todos los días. Lo cita y vive en su cotidianeidad, Carolina Reymúndez, periodista, cronista y escritora para quien el mundo se cartografía con caminos por donde perderse, disfrutar y fundirse con el territorio.

Reymúndez usa una hoja de papel como planeador, es el espacio donde expresarse con palabras, también con dibujos y bocetos que le permiten mirar el mundo en vivo y en directo, literalmente.

Todo sirve para retratar los mejores momentos y sensaciones que le depara el deambular por aquí y allá con su mochila en la espalda. Y lo cuenta en su libro Millones de pasos (Süd Pol), allí habla de lo que pasa cuando uno camina, cuando piensa en el caminar, disfruta y lo siente una necesidad.https://0ebf1cbd2d21f373732bc62ceeb704dd.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

A lo largo del libro va lanzando palabras y pensamientos surgidos del aprendizaje que le dio la marcha permanente. “Se camina solo, pero nunca en soledad”, escribe y subraya. Reymúndez conoce cerca de un centenar de países, cruzó fronteras cientos de veces y muchas veces le han preguntado con los acentos más inesperados si prefería a Messi o a Maradona."Millones de pasos", de 
Carolina Reymúndez (Süd Pol, $5.700).
«Millones de pasos», de Carolina Reymúndez (Süd Pol, $5.700).

“Al caminar se ve más claro que estamos en tránsito”, es decir, el movimiento. Reymúndez es una autora prolífica que escribe crónicas, ficciones y ensayos para medios de todo el mundo. Da talleres de crónicas de viajes y también ha publicado una serie de libros que fueron armando su bitácora de viaje con destino nítido y sin fecha de retorno. Es autora de El mejor trabajo del mundoVerás cosas extraordinarias y Ojos de obsidiana, entre otros libros.

En Millones de pasos, recopila y destaca proyectos de vida insólitos en torno a caminatas y marchas como la de Paul Salopek: seguir la ruta migratoria que usaron los primeros africanos para salir del continente madre. Todavía no la completó, pero intenta saber qué pudo significar ese periplo.

A Salopek, en cada país, se le unen caminantes locales. En India caminó 2.400 kilómetros durante casi dos años y se sumaron cinco mujeres. Esta es la edición argentina de Millones de pasos con la editorial Süd Pol, especializada en viajes, aventuras, expediciones y naturaleza, antes ya lo había publicado por Planeta de España.Autorretrato al costado del camino de Carolina Reymúndez.Autorretrato al costado del camino de Carolina Reymúndez.

“Caminar como recurso de supervivencia y de tenacidad”, propone después de haber transitado los 120 kilómetros del Camino de Santiago (España) o los 70 de Buenos Aires hasta Luján.

La autora no solo ha caminado por todas partes, también ha acompañado a otros caminantes, ha compartido con ellos desafíos, éxitos y metas cumplidas parcialmente. Uno de ellos fue Martín Echegaray Davies a quien buscó y logró contactar por Facebook sabiendo que había arrancando en Ushuaia y tenía como destino llegar a Alaska. Costó, pero logró encontrarse con él en las afueras de San Miguel de Tucumán.

No es un desconocido, en las redes lo conocen como «abuelito viajero». La cronista lo acompañó por un día y cuenta cómo era y qué llevaba en su carro: «Tiene cuatro ruedas de moto y, como había leído en Facebook, un nombre: carricatre pilchero: ‘Carro’ por las ruedas y ‘catre’ porque es un catre de campaña. Lo diseñó Echegaray para poder trasladar un cerro de cosas: pilchas, herramientas (llave francesa, llave de caño, maza, martillo), utensilios de cocina, vajilla, lonas, carpa, cinco litros de aceite para el carro y diez de agua para tomar. Lleva latas de comida como para sobrevivir cinco días sin pasar por un pueblo. No es necesario ser maestro zen para ver que ese hombre camina con demasiado peso».

Reymúndez también cuenta historias de caminantes de todos los tiempos y geografías. Dave Kunst fue el primer hombre en dar la vuelta al mundo a pie, a principios de los años setenta, no caminó solo, iba con su hermano John. Pero el destino modificó sus planes: los atacaron a tiros en Afganistán.

El hermano murió y Dave sobrevivió haciéndose el muerto y así pudo engañar a los atacantes. Continuó el viaje con una mula a la que bautizó Willie Makeit. Su otro hermano Peter, se le unió para terminar juntos la vuelta al mundo. En total, según sus anotaciones y cálculos, caminó 23.258 kilómetros en cuatro continentes, entre 1970 y 1974.Carolina Reymúndez en península Mitre, Tierra del Fuego.Carolina Reymúndez en península Mitre, Tierra del Fuego.

Escribe la autora: “Camino porque es una manera de abarcar lo inabarcable. De entrar en la dimensión de las ciudades y de tomar cuenta de la proporción del hombre frente a la naturaleza inmensa. Camino porque es una forma de leer las calles y el mundo. Camino para ver y para pensar”.

Thoreau conoció sendero y atajos y también escribió un libro sobre el arte de caminar: Walden, la vida en los bosques. Los británicos y los nórdicos idearon y regularon el derecho a vagar libres por la naturaleza (right to roam), sean tierras públicas o privadas. Lo crearon y luchan por el paseo soberano, anota la caminante y escritora.

Caminar como recurso de supervivencia y de resistencia. Caminar para pedir justicia y para recordar. Caminar porque lo contrario sería rendirse, como declaró un dijo un exiliado venezolano. El cineasta y escritor Werner Herzog alguna vez propuso habló sobre crear una escuela de cine para directores que hubieran caminado mil kilómetros. También tuvo su prueba de fuego.

En 1974, Herzog supo que su amiga la cineasta alemana Lotte Eisner, estaba muy enferma. Ante la impotencia y la desesperación –escribe Reymúndez– decidió caminar desde Múnich donde vivía, hasta la casa de ella en París. “Tomé el camino recto a París con la firme creencia de que ella seguiría con vida si yo iba a pie”. Herzog caminó bajo la lluvia, el frío, con ropa húmeda, tardó meses. “Esto entra en el terreno de la fe y de los milagros, pero a pesar de la enfermedad, Lotte Eisner vivió nueve años más”, remarca la autora.

Las notas de la cronista también dan cuenta de lo que pasa en la ciudad en la que vive –o en la que suele estar de paso- “Un pie delante del otro y el otro delante del anterior y así sucesivamente. Como una letanía, como un mantra. Sola y acompañada, como en las marchas de #NiUnaMenos o para apoyar el debate por la ley del aborto legal, seguro y gratuito.

Caminar para pedir y para conseguir lo que se pide y para volver a pedir si no se consiguió. El último 8M, en Buenos Aires, fuimos más de un millón y medio de personas en la calle. Indignadas y pacíficas. En uno de los cientos de carteles que sostenían chicas de menos de veinte años leí: “Tranqui, ma, hoy no camino sola por la calle”. Caminar es resistir”, concluye.https://0ebf1cbd2d21f373732bc62ceeb704dd.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.htmlCon Martín Echegaray Davies y sus seguidores espontáneos en la ruta, Tucumán.Con Martín Echegaray Davies y sus seguidores espontáneos en la ruta, Tucumán.

“¿Dónde es casa?”, se preguntó el fotógrafo polaco Michal Iwanowski antes de caminar los 1.200 kilómetros entre Cardiff donde vivió los último dieciocho años, y Mokrzeszow, su pueblo natal. Muchos caminantes repiten esta u otras preguntas respecto al origen, el tránsito, o la ilusión de encontrar un refugio.

Son tiempos de búsqueda permanente, en los que el caminar con o sin rumbo, con o sin equipaje, es el punto de partida para responderse preguntas. Después de leer este libro de libros, esta historia de historias, de Carolina Reymúndez, se puede comenzar un camino pensando, como el título del libro de la escritora alemana Herta Müller Todo lo que tengo lo llevo conmigo.

Fuente: Clarín.com

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