Lina Meruane: «No estoy a favor de la cancelación, sino de la refutación»

Trece cuentos componen el libro Avidez, de la escritora chilena Lina Meruane, de reciente publicación en el país por Páginas de Espuma. Se trata, en verdad, de su segundo libro de cuentos (el anterior es Las infantas, de 2010), relatos escritos entre 1994 y 2023 (algunos por encargo) y que, ahora, todos juntos pero sin un orden cronológico, dan vida a este volumen, especie de compilación.

Se puede decir que en la obra de Meruane hay temas –u obsesiones– que persisten y este título no es la excepción: la maternidad, la voracidad, el hambre (en todos los sentidos), los mandatos sociales, el patriarcado, la mirada del otro, el deseo. Escritos en un lapso de tres décadas, los cuentos mantienen un hilo conductor.

Reconocida con el Premio José Donoso, Bleu Metrópolis, el Anna Seghers y el Sor Juana Inés de la Cruz y acreedora de becas como a Guggenheim, Meruane, también periodista, ensayista y novelista, nació en Santiago de Chile en 1970, pero vivió en Berlín, en España y ahora reside en Nueva York, donde da clases en la universidad.https://53d85097cf709de73c28f7e71cf69de1.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

También publicó libros como Volverse palestina (2012), donde escribió sobre las raíces en la tierra de sus abuelos, un texto que ahora es la primera de las tres partes de Palestina en pedazos (Random House, 2023). La segunda, Volvernos otros, reflexiona sobre cómo el colonialismo ocupa el territorio físico y el lenguaje. La tercera, Rostros en mi rostro, sobre cómo el nomadismo y la condición palestina son universales.

De crianza bilingüe –tenía tres años cuando comenzó la dictadura pinochetista y perteneció a una élite que envió a sus hijos a un colegio inglés donde convivían la hija de un militante clandestino y un nieto del dictador– tiene ensayos como el Señales de nosotros, publicado en coincidencia con los 50 años del Golpe en Chile."Avidez", de Lina Meruane (Páginas de Espuma, $11.990).«Avidez», de Lina Meruane (Páginas de Espuma, $11.990).

–Al final del libro, contás el origen de Avidez, una recopilación de cuentos que escribiste en distintos momentos. Cuando te reencontraste con estos cuentos de 1994 leídos hoy, ¿te gustaron o pensás que en la actualidad los escribirías de otra manera?

–Me reconocí completamente. Cada cuento tiene su tono, su pregunta y su importancia para mí. No los había olvidado, estaban ahí. Me sorprendía la persistencia de una cierta obsesión que había en los cuentos. Junté los cuentos escritos en 30 años y en este caso los que estaban unidos por un tema que reconocía que se juntaban bien, que conversaban entre ellos.

–Digamos que existe una curaduría de los cuentos.

–Hice una curaduría de ellos. Pero sin cambios de trama y con poco cambio de lenguaje. Pero sí reconocí los cuentos como míos, de mi cabeza, de mi imaginario. Me dio gusto poder empezar este libro con ese cuento que quiero mucho, que es “Platos sucios”.

Es el primero que digamos en términos cronológicos de escritura, un cuento que escribí en los años del taller y que para mí tiene una significación muy importante, porque me sigue sorprendiendo lo inesperado de la escena, tiene una especie de lectura que solo alguna gente pilla.

Ese cuento tiene un epígrafe cortito de un chico que se llama de apellido Letelier, que es el hijo de Orlando Letelier, que fue asesinado en la dictadura de Pinochet en Washington. Le hicieron explotar el auto junto a su secretaria.

La historia de este chico cuenta en una entrevista que estaba enojado con el padre y entonces no se despidió en la mañana que salió y la siguiente vez que lo vio lo vio hecho pedacitos en los árboles.

La cuestión para mí como lectora, a posteriori de este cuento, es que no entendía por qué había escrito este cuento de esta manera. Pero lo que he pensado después es que se oponen en este cuento, como espejos distorsionantes, el hecho de que la dictadura estaba limpiando la casa. Y lo que hace al limpiar la casa es este estallido del cuerpo.

Y en el cuento hay un padre obsesionado con la limpieza y es la hija la que, digamos, escupe todos estos fragmentos. La hija le viene a ensuciar la casa. La hija es sucia y el padre es el limpio.

Pero creo que eso viene de una interpretación de lo que era el proyecto de la dictadura, que era el de la limpieza obsesiva, destructiva. Entonces es como si fuera un espejo del otro, pero puesto en otro lugar y en otra clave. Es un cuento que por eso quiero mucho, porque es algo que yo no pensé en su momento, pero ahora sí, estaba ahí.

–Qué llamativo eso de que no fuera consciente en el momento y años después descubrís esa lectura que no habías visto pero que estaba ahí.

–Algo que he aprendido decirles a los escritores emergentes o estudiantes es que a lo mejor hay algo que no está funcionando dentro del texto, pero por algo está. Hay que descubrir por qué está, alguna función cumple, hay que descubrir por qué está ahí, que es el propio ejercicio que yo hago con este cuento. Pero yo ahora sé porque está ahí esa doble violencia.

–¿El inconsciente aflorando?

–Es que los cuentos tienen eso, porque los cuentos como son cortos, yo nunca los he escrito con una gran reflexión. Son muy espontáneos, a diferencia de los ensayos, que son lo contrario, llevan mucho tiempo de reflexión. La novela también, pero el cuento surge de una manera más espontánea y por eso digo que tiene sus propios misterios, incluso para quien los escribe, o por lo menos en mi caso.Lina Meruane: "Me reconocí completamente en estos cuentos". Foto: Ariel GrinbergLina Meruane: «Me reconocí completamente en estos cuentos». Foto: Ariel Grinberg

–¿El cuento te hace descubrir cosas tuyas que otros géneros no?

–Es casi como por asociación libre. Aparece algo que está funcionando en tu imaginario, como los sueños. Los sueños están cargados de sentido, pero no necesariamente los entiendo. Después vas a terapia y la terapeuta te dice hay que hacer un trabajo con eso. Algo así me pasa con los cuentos, que hay una serie de cuestiones que yo no sé por qué están ahí.

–Mencionaste el tema de las obsesiones que, en 30 años, reaparecen, insisten, persisten, como la maternidad, la violencia, la infancia. Y aparece todo el tiempo la metáfora del hambre, de devorar, de fagocitar.

–Porque la avidez es ansiosa. Creo que el hambre es más que el hambre. El hambre es una pulsión del cuerpo, la necesidad de alimentarse. La vida es más fallada y por eso conecta el hambre material, el apetito carnal y todo eso. La palabra «avidez» es corta pero grande al mismo tiempo. Como digo, de la A a la Z contiene todo un repertorio.

–La frase final de “Tan preciosa su piel” es: “Sólo había una manera de salir de casa y era comiéndonos a mamá”.

–Tuve una discusión con mis editores que insistieron en que quitara esa frase. Yo dije no puedo quitar esa frase. Me parece que es como el golpe final. Pero al final le dije que todos los párrafos empiezan con mamá y el cuento termina con la palabra mamá. Eso está hecho muy a conciencia.

–Pero además lo que significa.

-Implica comerse a mamá. Ahora siempre se habla de cortar el cordón umbilical.

–En “Lo profundo” hay algo perturbador en ese personaje que no quiere cerrar una herida, un agujero.

–Está ese poder de decidir si me quiero curar o no y cómo quiero usar mi cuerpo. A mí hay algo ahí que me resuena mucho con esta noción de decidir sobre el cuerpo. Es decir, se lo piensa mucho en el aborto, pero hay otras zonas.

Me encanta este personaje tan libre, capaz de decir que no al sentido común de la medicina, que es cerrar los agujeros. Y que tiene como un poder persuasivo esta mujer, porque finalmente, la secretaria termina como haciéndose un hoyo en la medida y metiendo su dedo. Veo ahí una curiosidad morbosa, perversa, erótica.

Estos cuentos de alguna manera reflejan cosas que he estado pensando no solamente a lo largo de los años, sino que en el momento de escritura. Este es un cuento posterior en lo cronológico, cuando se empieza a discutir sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Y a mí esta pregunta me parece que también hay que pensarla desde otros lugares.Lina Meruane plantea: "Refutar con argumentos, no con ninguneo, no con ridiculización, no con cancelación, no con higienización". Foto: EFE/ Elvis GonzálezLina Meruane plantea: «Refutar con argumentos, no con ninguneo, no con ridiculización, no con cancelación, no con higienización». Foto: EFE/ Elvis González

–Decís que los ensayos conllevan mucha reflexión y que los cuentos, en cambio, asociación libre. Sin embargo, los temas son los mismos, pero abordados desde géneros distintos.

–Uno es una persona pensante. La conversación contingente nos obliga a mirar las cosas de una cierta manera. Me comentaban que “Hojas de afeitar” es un cuento que se leyó primero como fantástico pero ahora que pasaron 20 años cambió el espacio discursivo, cambiaron los temas, aparecieron palabras y de pronto un texto que se leía como como una cosa fantástica de pronto se lee como una cuestión de género.

Eso mismo que pasa en la lectura también pasa en la escritura, que no está de alguna manera procesando una serie de materiales culturales, preguntas sobre lo que tenemos alrededor que de pronto aparecen.

–Y van cambiando y vas creciendo. Por eso te preguntaba sobre tus primeros cuentos, de hace tres décadas.

–El primer cuento está procesando cuestiones de la dictadura que yo tenía muy encima. Acababa de terminar. Recién en el año 94 se podría decir que terminó la dictadura, en el 88 se acabó entre comillas, porque Pinochet era director de las Fuerzas Armadas, senador vitalicio. Ahí hay algo que está siendo procesado de manera más inconsciente.

Aparece en el texto la cuestión de la decisión sobre el cuerpo. Aparece el cuento de la escritora asesina. Ahí está la cuestión del lenguaje inclusivo, pero no se estaba discutiendo como tal. Pero estaba la cuestión de dónde estábamos nosotras, las mujeres escritoras en el lenguaje y dónde estaban las mujeres en general.

–¿Qué opinás de la reescritura de muchos clásicos para quitar las palabras políticamente incorrectas?

–Hay dos operaciones. Una es la cancelación, que consiste en eliminar texto, sobre todo en la escuela primaria y la secundaria, ya no solo por los padres sobre todo, pero también por el Estado. Generalmente es una operación de la derecha que consiste en “nadie va a leer esto porque es inmoral”.

Por el lado de la izquierda progre, hay una preocupación parecida, pero en vez de eliminar los textos, lo que se hace es higienizar el lenguaje. Entonces, un personaje racista o gordofóbico, se lo cambia por otras palabras. Ese es el gesto de la izquierda: higienizar la lengua de la derecha.

Ambas operaciones me parecen igualmente problemáticas, porque para hacer crítica con la propia izquierda al hacer desaparecer ese lenguaje lo que hace es desaparecer un contexto de pensamiento que, en todo caso, hay que leer críticamente.

Tuvimos una conversación muy linda con una estudiante afroamericana y hablamos precisamente esta cuestión. Dijo: si quitan todas las palabras racistas, entonces ¿de qué estamos hablando? ¿Por qué estamos alegando? Claro. Borramos la historia de la violencia y entonces no entendemos de qué se queja la comunidad afroamericana, que en realidad sigue sufriendo las mismas formas de racismo en la calle.

Hacerlo desaparecer de la literatura no lo hace desaparecer de la vida. Y más bien lo que inhabilita es la reflexión sobre esos acontecimientos, esas maneras del lenguaje, esas violencias o microviolencias. Aunque me duela ese discurso, no estoy a favor de la cancelación, sino de la refutación."La avidez es ansiosa", dice Lina Meruane. Foto: Ariel Grinberg«La avidez es ansiosa», dice Lina Meruane. Foto: Ariel Grinberg

–Oponer argumentos.

–Refutar con argumentos, no con ninguneo, no con ridiculización, no con cancelación, no con higienización. Pero lo digo con dificultad porque hay muchos discursos que me parecen tan horribles que no quiero que circulen como válidos.

El punto es que hay que invalidar con argumentos. No hay que cancelarlos. Porque la cancelación opera de todas las maneras. O sea, hoy te cancelan porque no me gusta el discurso de ultraderecha y mañana por mi discurso feminista. Ahí hay un peligro.

Además hay otro peligro más profundo y social. Es que en la medida en que cancelamos el debate, dejamos de pensar o de darnos cuenta por qué los otros piensan de tal manera. Y de repente nos sorprenden las elecciones en las que gana un candidato que no se nos había ni ocurrido que tenía posibilidad.https://53d85097cf709de73c28f7e71cf69de1.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

Y eso es porque estamos dejando de escuchar lo que dicen los otros y más bien ridiculizamos esto en vez de entender por qué alguien de cierto lugar decide quitarle el voto al partido que solía votar y de pronto vota a alguien que pregona lo contrario.

¿Qué está pasando ahí? No estamos entendiendo lo que está pasando y sin embargo está ahí, estaba mirando para otro lado mientras pasaba esto. Se está deshabilitando la posibilidad de la conversación y de la comprensión de qué es lo que hace falta en un cierto espacio social, cómo se curan esas heridas de lo social, de lo político, de lo económico.

Fuente: Clarín.com

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