La Sociedad de la Nieve: habla el amigo de los sobrevivientes que escribió la historia que es furor en Netflix

El origen del libro La Sociedad de la Nieve (Planeta) radica en dos coincidencias. Pablo Vierci era compañero de colegio y de deportes de quienes organizaron ese vuelo del Fairchild 571; todos ex alumnos del colegio Stella Maris, de los Christians Brothers, el equivalente uruguayo, mucho menor, del Cardenal Newman de Argentina.

Como ejemplo, fue compañero de clase de Nando Parrado desde que tenían seis años, incluso se solían sentar en bancos próximos por el orden alfabético de los apellidos, la P y la V. Además eran compañeros de otro chico, amigo de ellos, que murió en el accidente, Guido Magri.

La segunda coincidencia era que a pesar de ser un colegio más bien rudo, de Hermanos Irlandeses, que entre sus herramientas pedagógicas utilizaban el rugby, y que en esa época era sólo de varones, desde su adolescencia a Pablo le gustaba escribir. La letra del himno del colegio de esa época la hizo él, y esto siguió así siempre, al punto que cuando el colegio cumplió 50 años, en 2005, escribió el libro conmemorativo titulado Ad astra, el lema del Stella Maris. De ese modo, sin proponérselo, se convirtió en el “escribidor oficial” del colegio en esos años. Fundamentalmente porque no había otro, le gusta bromear.

Por eso y poco después que llegaran los sobrevivientes a Uruguay, Nando Parrado le pidió que lo ayudara a escribir su libro, tentativa que quedó por el camino porque los propios sobrevivientes y sus familiares, así como el club de ex alumnos, el Old Christians, al que él pertenecía, se dieron cuenta que para acallar todas las versiones falsas que estaban surgiendo en esa época sobre lo que había ocurrido, debía hacerse un libro grande y asumiendo una distancia, con un autor reconocido. Así surgió ese gran libro que fue Viven, del escritor inglés Piers Paul Read."La Sociedad de la Nieve", de Pablo Vierci (Planeta, $23.100 papel; $540 ebook).«La Sociedad de la Nieve», de Pablo Vierci (Planeta, $23.100 papel; $540 ebook).

“Pero desde un primer momento, desde que lo leí, me di cuenta que esa era una buena versión pero desde ‘afuera’, una narración que relata ‘qué pasó’, y que fue escrita inmediatamente del regreso de los 16, sin darles tiempo a que procesaran todo lo sucedido, porque debía publicarse una versión ‘oficial’ cuanto antes”, enfatiza ahora Pablo Vierci en charla con Clarín desde su casa de Montevideo.

Fue entonces que nació una obsesión y un compromiso, porque sentía que había una asignatura pendiente. No sólo con los sobrevivientes, para que tuvieran un poco más de perspectiva que sólo el tiempo les daría, sino también con los chicos que fallecieron, a quienes conocía. “Ellos murieron muy jóvenes, éramos pocos los que teníamos con ellos memorias compartidas. ¿Quién más podía escribir sobre ellos, en una historia que desde siempre me pareció que tocaba las fibras más hondas del ser humano, veinteañeros que vivieron 72 días en la cornisa misma entre la vida y la muerte?”, agrega el periodista y escritor uruguayo sobre el libro que dio origen a la película dirigida por J.A. Bayona, que bate récords de visualizaciones en Netflix desde que se estrenó el pasado 4 de enero.

Así fue cómo Vierci, hoy de 73 años, hizo varios abordajes periodísticos en los diarios donde escribía, entre los que destaca uno sobre una explicación sociológica sobre la sociedad que crearon en los Andes; otro sobre las razones del accidente, donde entrevistó a pilotos y expertos; y un tercero que lo emocionaba mucho, que lo pudo hacer a los treinta años del accidente. Una suerte de pequeño ensayo que publicó en el diario El País de Uruguay, en diciembre de 2002, titulado Nosotros, los otros, que relata la tragedia desde el punto de vista de los muertos.

Sin embargo, cada vez que les preguntaba a algunos de los sobrevivientes si querían volver a hablar del tema para realizar una obra coral, como es La Sociedad de la Nieve, consideraban que era prematuro. La razón principal era que lastimarían a los familiares de los que no volvieron.

Eso cambió a partir de los treinta años del accidente, y luego ocurrieron dos hechos esenciales para despertar la narrativa. “Cuando se publicó el libro de los 50 años del colegio, Ad astra, lo presentamos en el gimnasio del colegio, y en el estrado estaban conmigo casi todos los sobrevivientes. El gimnasio se colmó de gente al punto que hubo que habilitar otra sala con una pantalla. Y lo primero que dije fue que claramente esa multitud no había venido a escucharme a mí, sino a escuchar a los sobrevivientes. O sea a todos los que estaban presentes les sucedía lo mismo que a mí: faltaba contar más capas de esta historia. Estaba claramente inconclusa”, apunta Vierci.El escritor uruguayo Pablo Vierci, autor de "La Sociedad de la Nieve". PlanetaEl escritor uruguayo Pablo Vierci, autor de «La Sociedad de la Nieve». Planeta

Poco después, dos sobrevivientes, Roberto Canessa y Gustavo Zerbino, le plantearon a un documentalista uruguayo que en ese momento vivía en Francia, Gonzalo Arijón, entrevistar a todos los sobrevivientes. Luego se sumó Pablo Vierci. “Con la virtud, para mí, de que yo podría hablar con ellos desde la cercanía, desde la memoria compartida, tejer una urdimbre más emocional, que, creía, todavía no se había escrito –explica el escritor–. Eso que se logra con las personas con las que te moldeaste, donde podés leer las entrelíneas, completar los pensamientos, ayudar a que surja una idea o un recuerdo que está más escondido”.

Ese, dice, fue su objetivo al escribir el libro. Tomando en cuenta todo lo que había escrito antes, así como la cantidad de entrevistas que muchos de ellos ya habían hecho, incluso dos libros, porque Nando Parrado ya había publicado Milagro en los Andes en 2006, Carlitos Páez había escrito el suyo, Después del día 10, en 2003, más las entrevistas de Arijón y las que Pablo les hizo a los sobrevivientes, consideró que podía completar lo que faltaba. El qué les pasó, y el cómo lo veían en el paso del tiempo.

“Me interesaba cómo se creó una sociedad en los Andes tan contraintuitiva –reflexiona Pablo Vierci–. Como siempre lo hablé con ellos, donde en el peor lugar imaginable, en la peor situación, no surgió la jauría humana, el “sálvese quien pueda”, ni “el hombre convertido en el lobo del hombre”, como dice Thomas Hobbes, sino lo contrario, una sociedad pautada por la compasión y la misericordia. Cómo y por qué lo que crearon contradecía todas las ficciones apocalípticas, las distopías. Y yo creía que eso también estaba vinculado con la forma en que nos criamos, con el país del que proveníamos, que siempre consideré que es muy equilibrado, al punto que fuimos una suerte de ‘inventores de la socialdemocracia’ a comienzos del siglo XX”.

–¿Y cómo fue el proceso de escritura propiamente dicho?

–El proceso de escritura me llevó casi cuatro años, desde el 2005 al 2008, cuando el libro se publicó. Y fueron cuatro años donde sentía que estaba “en estado de gracia”, mostrando, cuando tenía el borrador, cada capítulo al sobreviviente que le correspondía, conversando con él, llegando lo más hondo que se podía, porque sabía que estábamos hablando de verdades que no son concluyentes. Estábamos hablando de la sociedad que ellos crearon y que estuvo pautada por el ejemplo de generosidad más grande que conozco, que es el pacto de entrega mutua, el hecho de decir “soy sobreviviente y combustible al mismo tiempo”, y “si yo no salgo, te permito que uses mi cuerpo para salir en mi representación”, algo que está incluso documentado en una de las cartas de un chico que murió, a quien conocía muy bien.

Como me ocurrió cuando terminé aquel pequeño ensayo Nosotros, los otros, sentí que había tomado la antorcha de esa carrera de postas que comenzó en el accidente, y la había llevado a otro lugar.

El editor del libro fue Pablo Avelluto, de Sudamericana Argentina, que se fascinó con la obra, pero me dijo algo que jamás olvidaré, porque el libro original que le mostré tenía casi el doble de páginas del que terminó publicándose: podemos publicarlo así como está, y es maravilloso, o podés intentar hacerlo más breve, para que el lector se sumerja y no emerja hasta que terminó la lectura. Y fue esta la opción que tomé.Los sobrevivientes pudieron tomar algunas fotos de su epopeya en la montaña. Los sobrevivientes pudieron tomar algunas fotos de su epopeya en la montaña.

–¿Qué cosas fueron las que más te sorprendieron a medida que ibas haciendo el libro? ¿Cuáles las que te desafiaron como escritor y periodista?

–Lo que más me sorprendió era que cuanto más avanzábamos, con cada uno de ellos, y yo metiéndome en el texto, en ese ensimismamiento en que estuve esos cuatro años, en ese estado de gracia, más hondo llegábamos. No había final. Podríamos seguir navegando en ese “territorio desconocido” de lo que ellos vivieron, en ese estado límite entre la realidad y la irrealidad, entre la vida y la muerte, con la muerte acechándolos, porque era inminente, al punto que, como ellos dicen, “con cada uno que se moría, todos nos moríamos un poco”, podíamos seguir explorando y nunca llegaríamos a un final concluyente.

Me di cuenta que el texto, a pesar de la dureza de lo que se estaba narrando, tendría algo de poesía, de reflexiones en el límite mismo, se mezclaría el mayor sufrimiento con la bondad, con el amor. Y me daba cuenta de que en última instancia el libro debería ser una invitación al lector a que él tomara la antorcha que se encendió en la montaña, entre octubre y diciembre de 1972, se identificara con las personas, se sintiera en el lugar, y se hiciera las mismas preguntas, se enfrentara a los mismos dilemas. Aunque, claro está, no en la forma desmesurada en que ocurrió de verdad.

El desafío fue permitirme entrar en una suerte de plano de conciencia diferente, al que accedía cada mañana en que me sentaba a escribir. Escuchando algunas músicas, las mismas, como mantra, y “bajar” de esos 10 centímetros suplementarios del piso en que me encontraba cuando escribía, en un escritorio que tenía al fondo de mi casa, completamente aislado, recién cuando finalizaba el día, extenuado y siempre muy emocionado.El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya ocurrió el viernes 13 de octubre de 1972.El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya ocurrió el viernes 13 de octubre de 1972.

–¿Qué sentís ahora con las repercusiones internacionales de la película? ¿Qué ves de diferente a la conmoción pasada con la de Viven, y qué nuevas miradas crees que se habilitan?

–La película Viven es del año 1993. Me pareció una buena película que puso esta historia en el inconsciente colectivo.

Pero también, como con el libro Viven, se presentó al mundo veinte años después de la tragedia. Y siento que faltaba mucho tiempo para que la historia decantara, en particular en relación a los que murieron. Creo que el aporte de la nueva película es fruto del paso del tiempo, que permitió, fundamentalmente, que los 29 que murieron también tengan su voz.

La película La Sociedad de la Nieve no solo está basada en mi libro sino que participé en todo el proceso desde que comenzamos a trabajar, en 2016, hasta ahora, como Productor Asociado, asociado a la parte creativa. Siento que para partir de la premisa de que en esta tragedia irrepetible “hay 16 vivos porque hubo 29 muertos”, se requería el paso del tiempo. Como me sucedió cuando necesité escribir aquel pequeño ensayo, Nosotros, los otros, todos tenían que tener voz, todos tenían que tener nombre.

La epopeya de los 16 que sobrevivieron fue tan sobrehumana, tan épica, que naturalmente dejó como en las sombras a los que murieron. El desafío de ahora, con Bayona, era darles voz, porque eso permitiría tener una historia mucho más completa, mucho más profunda. Mucho más real, y si era más real, nos acercábamos más a la verdad, a la esencia, que siempre intenta escabullirse en nuestra vida cotidiana.

Si algo pauta a esta historia es la generosidad. El ser humano cuando se le quitan todos los disfraces, como dicen los sobrevivientes, es un ser generoso, entrena la bondad. Daniel Fernández Strauch dice siempre esta frase, que yo me la repito de continuo: “Nunca fuimos mejores personas que en la montaña”.

La película busca rescatar esta bondad intrínseca que se entrena, esa esencia del ser humano que cuando se le castiga en forma despiadada no asoma lo peor, sino lo mejor de sí mismo. Y esto no es una ficción, es una historia real, en pleno siglo XX, el de las mayores matanzas de la historia, con dos guerras mundiales.

Y de este modo, aquello que sentí cuando mis amigos volvieron de lo desconocido, en diciembre de 1972, aquella antorcha que traían, que tomamos tantas personas, de mano en mano, a través de artículos, entrevistas, libros, documentales, películas, ahora vuelve a encenderse con una potencia cegadora. Por la calidad de la obra, por el apoyo que tuvimos de los sobrevivientes y de los familiares de los que murieron, que confiaron en nosotros sin haber leído una línea del guion, en un proceso que llevó ocho años, y se la estamos entregando a los espectadores

Vierci Básico

  • Escribió Los tramoyistas (1979), Pequeña historia de una mujer (1984), Detrás de los árboles (1987), 99% asesinado (2004), La sociedad de la nieve (2008), De Marx a Obama (2010), Artigas – La Redota (2011), El desertor (2012) y Ellas 5 (2014).
  • Escribió guiones para los largometrajes Aqueles dois (1985), El viñedo (1999), Matar a todos (2007) y Artigas – La Redota (2011) así como la serie Contámela en colores (2012).
  • Obtuvo dos veces el segundo Premio Nacional de Literatura de Uruguay (1987 y 2004) y el Premio Libro de Oro de la Cámara Uruguaya del Libro (2009).
  • Sus guiones obtuvieron el Premio Fona (1999), el Premio al Mejor Guión en el 29° Festival de Cine de La Habana (2007) y el Premio al Mejor Guión en el 14° Festival de Cine de Lérida (2008). En 2003 obtuvo el Citi Journalistic Excellence Award en la Universidad de Columbia de Nueva York.
  • Fuente: Clarín.com

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