Jon Fosse, Nobel de Literatura: un teatro radical, hecho de puntas de icebergs

Hay algo bien interesante en el flamante Nobel, Jon Fosse, porque evidencia a las claras que la Academia sueca tomó una decisión por fuera de la corrección política y libre de los temas de agenda. Fosse es apreciado como heredero del teatro del irlandés Samuel Beckett, llevándolo hacia la tradición del teatro noruego y los mundos de Henrik Ibsen, en el sentido de que se mueve en la escala de la familia. Claro que a diferencia de Ibsen, Fosse hace una sustracción del lenguaje. Viene de la poesía; hay un trabajo de gran sequedad en los textos y las líneas parecen como pequeñas puntas de icebergs.

Su teatro también tiene un costado inefable porque rodea los misterios cristianos. Algo en su dramaturgia tiene que ver con un enigma espiritual incomunicable, cree en el secreto primigenio de la persona. Así, sus líneas de diálogo son breves y enigmáticas como haikus japoneses.

En sus obras, el diálogo y las réplicas son breves y dan mucho lugar al silencio. Y al leerlo, se comprueba un ordenamiento gráfico quebrado del texto, en verso libre. Casi no hay ningún párrafo lleno; en lo formal, evoca un poco a la austríaca Elfriede Jelinek, Premio Nobel 2004.https://b5d759f00b6c89ceaa3293c32a47b9a2.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.htmlLibros de Jon Fosse. Foto: ReutersLibros de Jon Fosse. Foto: Reuters

Aunque Fosse lleva años en la literatura, hubo dos directores franceses que hicieron mucho por la valoración de su obra. El primero fue Claude Regy, un director teatral extraordinario que se ocupó mucho de rastrear los grandes textos de fines del siglo XX y llevó a escena sus Variaciones sobre la muerte, en 2003. Fue su gran lanzamiento europeo.

Y luego en 2011 Patrice Chereau (también cineasta) puso Yo soy el viento, sobre los intercambios de dos náufragos en una balsa. Tuve la suerte de ver la maravillosa puesta en el Festival de Avignon).

Más allá de su talento, la gente de teatro aprecia la radicalidad de Fosse. Él no se somete a nada. Sus obras casi no plantean ninguna situación; todo parece estar eclipsado, por lo cual exigen una gran actividad interpretativa del espectador.

Fuente: Clarín.com

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