Estrenos de teatro. La Cápsula es una conmovedora epopeya sobre la finitud con un actor sobresaliente

Autor y director: Diego Casado Rubio. Intérprete: Emiliano Dionisi. Música original: Rafael Sucheras. Vestuario: Vessna Bebek. Luces: Leandro Fretes. Realizador escenográfico: Giuliano Benedetti. Asistente de dirección: Juan Borraspardo. Productores Artísticos: Sebastián Ezcurra y Juan Borraspardo. Producción: Compañía Criolla y El Principito Producciones. Sala: Teatro del Pueblo, Lavalle 3636. Funciones: sábados, a las 22. Duración: 75 minutos.

“No me dejes seguir envejeciendo”, le reclama, implora, un padre a su hijo. Acaso en esa frase cargada de todos los sentidos capitales se resuma gran parte del ideario de La Cápsula, la nueva pieza del dramaturgo Diego Casado Rubio, autor de joyas como las recordadas obras Es inevitable y Millones de segundos. Al igual que en los títulos mencionados, La cápsula también es dirigida por este reconocido dramaturgo español que hace mucho juega de local en Argentina.

El material, con otro protagonista, se estrenó en el Festival Iberoamericano de Teatro de Tenerife y en los Teatros del Canal de Madrid.

Esta vez, Casado Rubio vuelve a conformar un tándem exquisito con el actor Emiliano Dionisi, como sucedió en Se alquila con una condición. Junto a ellos, Sebastián Ezcurra y Juan Borraspardo, responsables de la producción artística, completan un cuarteto que hace mucho transita el camino del gran teatro.

Emiliano Dionisi juega con los objetos y los carga de sentido
Emiliano Dionisi juega con los objetos y los carga de sentidoSilvana D. Galdi

La cápsula es la historia de un padre y un hijo y acaso en ese vínculo clave de la existencia se resuma buena parte de la condición humana. Acá el padre es una suerte de superhéroe algo alienado que teje mil y una historias. Acá el hijo contiene y bucea en esa cercanía que también es distancia. Todo puede ser real o la más pura imaginación. Da igual. En ellos están los hijos y padres posibles. Altruistas y defectuoso, con honores y miserias. Y de eso nadie está exento.

Emiliano Dionisi es un actor todoterreno que ha demostrado sobradamente a lo largo de su trayectoria escénica su excelencia interpretativa. Desde aquellas conmovedoras El señor Martín, de Gastón Cerana, y De hombre a hombre, de Mariano Moro, hasta hoy, Dionisi ha construido un camino honorable, pensado, sin dejar nada librado al azar. No sólo es un intérprete convincente, sino que su formación interdisciplinaria lo lleva a explorar las potencialidades del cuerpo. En él hay un actor sobradamente experimentado que ofrece mil y un matices a su composición. Y, si bien Dionisi es un hombre joven, la textura de su voz cobró aún más hondura y determinación.

El hijo que le toca interpretar, conmueve y, por momentos, hasta causa gracia. El espectador no puede más que empatizar en su dolor y en su resignación; en sus furias y en sus dulces reflexiones.

Casado Rubio no sólo sacó lo mejor de Dionisi, sino que dotó a su puesta en escena de la poética que requiere su bellísimo y agudo texto, tensionado en esas palabras que dicen mucho y simbolizan más.

Baúles, vaya si no es el símbolo acabado de cualquier viaje a través del tiempo -y de la vida-, globos, cartas… Objetos aquí y allá que potencian los sentidos. Y Emiliano Dionisi habitando el espacio con comodidad, soberbiamente humilde y sin contradicción.

El cuerpo simbólico de Dionisi y la escena sembrada de objetos que no son otra cosa que la representación material del tránsito de una vida
El cuerpo simbólico de Dionisi y la escena sembrada de objetos que no son otra cosa que la representación material del tránsito de una vidaSilvana D. Galdi

Se puede llorar, está permitido. De amor y de emoción. De goce. Por lo que se cuenta y por el teatro en estado puro. No hay más que agradecer la entrega de ese actor y la pluma notable de su director.

Se trata de un viaje. Abordar una cápsula. Buscar el final. Evitar el deterioro. Así lo planteó Philip Nitschke, pero acá es más profundo. Se puede viajar hacia la luna o hacia adentro. Hacia la vida o hacia la muerte. Se trata de un tratado filosófico con un actor que de tan etéreo parece sobrenatural.

Pablo Mascareño

Fuente: La Nación

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