De historia milenaria a ícono pop: “Carmina Burana” llega al Teatro Colón

La temporada del Teatro Colón comienza –entre el 12 y 27 de este mes– con la versión en ballet de Carmina Burana, la cantata estrenada por el compositor alemán Carl Orff en 1937.

“Oh Fortuna /como la luna/ de condición variable/ siempre creces/ o decreces…”. Así indica el fragmento más conocido de la obra, que se basa en textos profanos medievales.

Se trata de una historia milenaria, ya que aquellos textos fueron encontrados en 1803 en un monasterio de la orden de los benedictinos en Baviera.

Los habían resguardado desde el siglo XIII, cuando en la misma zona vivían unos monjes llamados goliardos que desafiaban las rígidas normas de la Iglesia: llevaban una vida libertina, orgías, bebida, placeres, desnudos públicos. Pero también cultivaban la música y la poesía, se expresaban en un latín deformado y se concentraban en el Monasterio de Beuren.El compositor alemán Carl Orff (1895-1982).El compositor alemán Carl Orff (1895-1982).

Mucho después del descubrimiento de aquellos escritos –unos 300– Carl Orff eligió 24 para su cantata. Y algunos estudiosos consideran que los monjes, a su vez, se habían inspirado en poetas de la época romana: Horacio, Cátulo, Ovidio.

Carl Orff se planteó componer Carmina Burana para un teatro donde la acción dramática se iba a reemplazar por “una celebración escénica”, en la cual el actor debía alcanzar la plenitud del goce. Carmina Burana habla sobre cómo el destino de las personas está regido por los caprichos de la fortuna. Por lo tanto, ante un futuro tan impredecible, lo más inteligente es disfrutar mientras se pueda.

A pesar de contar con distintas etapas (“Fortuna, emperatriz del mundo” es la primera) y cada una de características propias, Carmina Burana establece una misma atmósfera sonora y la misma vocación literaria: contar una historia desenfrenada.

Carl Orff y los tiempos más duros

Orff compuso Carmina Burana entre 1935 y 1936 y la estrenó el 8 de junio de 1937 en la Opera de Fráncfort, como parte inicial de su trilogía de cantatas que continuó con Catulli Carmina (1943) y Trionfo de Afrodite (1953).

Había nacido en 1895 en Munich, Baviera, la ciudad en la que también iba a morir –víctima del cáncer– el 30 de marzo de 1982.

Desde muy chico y en un contexto familiar favorable desarrolló su vocación musical hasta convertirse en uno de los compositores de referencia del último siglo y en uno de los educadores en música más relevantes. Su método de enseñanza para chicos, llamado Orff-Schulwerk, basado en el ritmo con instrumentos de percusión y canto, aún se utiliza en las primarias de todo el mundo.

“Fue un método pionero para la educación musical, destacó la importancia de la participación activa, la improvisación y un enfoque holístico del aprendizaje musical. Sus enfoques transformaron la educación musical en todo el mundo, inspirando a generaciones de intérpretes y educadores”, definieron. Y en cuanto a sus obras, era relevante el soporte literario al que recurría.

Aún cuando su supervivencia en medio del horror nazi le valió reprobación al desplomarse régimen, lo cierto es que a comienzos de los 30, los propios nazis lo sospechaban como “un simpatizante de izquierda” por sus vínculos con “judíos y marxistas” (englobaban allí a Kurt Weill, Bertolt Brecht, el poeta Franz Werfel). Y organismos como el Kampfbund für Deutsche Kultur (KfdK), una nefasta organización creada por Rosenberg, calificó alguna vez a Orff como “un bolchevique cultural”. Hasta Carmina Burana fue vista como una provocación por los extremistas, con su canto al deleite de la juventud, el amor, la bebida y el juego. Pero finalmente eludió la censura y fue aclamada en su estreno.

“Todo lo que he escrito hasta la fecha y que, lamentablemente, has publicado, puede destruirse. Con Carmina Burana comienza la colección de mi obra», le dijo Orff a su editor. Y decidió quedarse en Alemania: probablemente consideró que no corría riesgos dado que tenía un perfil conservador.

El musicólogo italiano Massimo Mila considera que Orff y la Escuela de Fráncfort representarían un “ala izquierda” –si tal definición se hubiera admitido en esa época– en la música alemana: “Plenos de fe en las virtudes regeneradoras del canto popular tanto Orff como Werner Egk representaban un movimiento de enfrentamiento a la ortodoxia de la tradición artística impuesta por el régimen.»

Otros estudiosos musicales consideran que “Orff se rebeló contra tendencias como la atonalidad, con un arte sanguíneo y teatral cuyos lenguajes se caracterizan por un sonido primitivo, protagonizado por variados instrumentos de percusión, donde la irregularidad rítmica y la polifonía mandan en la partitura sobre armonía, melodía y contrapunto, elementos que están reducidos al mínimo. Este estilo, considerado un claro antecedente del minimalismo, gozó de la aceptación del gran público, quien, con unánime aplauso, le agradeció a Orff que su música evadiera los enigmas intelectuales y sumergiese sus deseos en la conmoción de los sentidos”.

No hay indicios de que Orff fuera miembro del Partido Nazi, ni siquiera que lo apoyara. Pero lo cierto es que negoció en algún modo para quedarse. Al desplomarse el régimen, tuvo que someterse a severos escrutinios en la etapa de desnazificación. Inclusive, le incautaron sus derechos de autor hasta que, al ser absuelto, pudo seguir con su escuela y sus composiciones hasta el final de su vida.

Cultura pop

Compuesta como una cantata, Carmina Burana –y en especial el fragmento «Fortuna, Emperatriz del mundo” no sólo resultó infaltable en las últimas décadas en los repertorios de los centros de ópera y ballet, sino que se convirtió en un ícono pop, que utilizan en series de TV, publicidades y grandes acontecimientos deportivos.

Michael Jackson la colocó en la promoción de su gira mundial del 95 y directores de cine como Oliver Stone en Asesinos por naturaleza y Michael Mann en El último de los mohicanos también recurrieron a ella. Se escucha en Excalibur y en La caza del octubre rojo, entre otras.

Hasta el heavy metal recurrió a sus propias versiones, entre las más conocidas las de Ozzy Osborne en la apertura de muchos de sus shows.El coreógrafo Mauricio Wainrot. Foto: Martín BonettoEl coreógrafo Mauricio Wainrot. Foto: Martín Bonetto

Mauricio Wainrot –a quien, curiosamente, al principio la música no lo convencía– creó su prestigiosa versión coreográfica desde sus tiempos en el Royal Ballet de Flandes, Bélgica. Y entre nosotros la incluyó en sus temporadas del Ballet Contemporáneo del San Martín, inclusive en veladas masivas junto al Obelisco.https://b13eb2bf68d38b99152fdde7cd7216ff.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

Ahora, para el ciclo del Colon, Wainrot la organizó en cinco segmentos: “No hay una relación entre cada uno de estos temas y para realizar esta coreografía no he querido situarme en sus textos originales, con el objetivo de lograr una mayor libertad creativa”, señaló.

En otro estilo, La Fura del Baus también diseñó su espectáculo. “Orff creó una música basada en otra que nosotros escuchamos muy fuerte a lo largo de de nuestra vida: los latidos del corazón. Uno está embelesado porque es algo muy profundo», explicaba Carlos Padrissa, uno de los fundadores de la compañía catalana.

Fuente: Clarín.com

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