Blaise Pascal: de niño prodigio y místico católico a sutil genio filosófico

Alos once años encontró la proposición 32° del libro I de los Elementos de Euclides (”En todo triángulo, si se prolonga uno de los lados, el ángulo externo es igual a la suma de los dos ángulos internos y opuestos, y los tres ángulos internos del triángulo suman dos rectos”), a los dieciséis escribió un ensayo sobre las secciones cónicas; a los diecinueve, ideó una máquina, antecedente de la computadora, que fascinó a la realeza europea; tiempo después, reemplazó su pasión por la matemática, la geometría y la física para abocarse a una profunda reflexión sobre el cristianismo, la naturaleza humana y la existencia de Dios; sobre esta última cuestión formuló una célebre apuesta: “Vamos a sopesar la ganancia y la pérdida al elegir cruz acerca del hecho de que Dios existe. Tomemos en consideración estos dos casos: si gana, lo gana todo; si pierde, no pierde nada. Apueste a que existe sin dudar”. Hace cuatrocientos años, nacía en Clermont-Ferrand el filósofo, científico y místico francés Blaise Pascal (1623-1662).

Retrato de autor desconocido (circa 1650)
Retrato de autor desconocido (circa 1650)Heritage Images – Hulton Archive

En su ciudad natal se inauguró este jueves en el Museo de Arte Roger-Quilliot la muestra Los misterios de Pascal y también se presentaron estampillas con la imagen de su rostro y la leyenda “Blaise Pascal 1623-1662″.

Huérfano de madre a los tres años, creció con su padre, magistrado y matemático, y sus dos hermanas, Blaise y Jacqueline (la primera escribió una biografía sobre su hermano y la segunda falleció un año antes que él). Tuvo su primera conversión al catolicismo en la juventud y, gradualmente, desarrolló su propia teoría acerca de la salvación y la gracia (”Aquel que nos creó sin nuestro concurso no puede salvarnos sin nuestra participación”, conjeturó). Mientras, realizaba experimentaciones científicas, en especial de física. En 1647 se instaló en París con su hermana menor, se acercó al jansenismo (un movimiento religioso y puritano de la época que fue condenado como “herético” por la Iglesia católica) y frecuentó a teólogos, científicos y filósofos, entre ellos a René Descartes. Tras la muerte de su padre, en 1651, se dedicó a cuestiones científicas, entre otras, la teoría de la probabilidad; en ese entonces, conoció al matemático Pierre de Fermat.

Su acercamiento definitivo a la religión católica se dio en simultáneo con una profunda depresión. Cuando se desató el conflicto entre jansenistas y jesuitas, tomó partido por los primeros y escribió textos satíricos que luego se publicaron como Cartas provinciales, dieciocho misivas escritas por un personaje ficticio de viaje en París, cuyos destinatarios son un amigo ficticio, los sacerdotes jesuitas de París y el confesor del rey. En las cartas, se describe a los jesuitas como pedantes y desdeñosos; luego, el corresponsal pone a prueba sus enseñanzas y las reduce al absurdo para revelar las ansias de poder de los jesuitas. Las cartas fueron un éxito, aunque la mayoría pasó a integrar el Index librorum prohibitorum (Índice de libros prohibidos) de la Iglesia católica.

Obras de Blaise Pascal
Obras de Blaise Pascal

“Como Descartes, Spinoza y Leibniz, entre otros filósofos del siglo XVII, Pascal fue un notorio matemático, y la suya una época en la que triunfaba un racionalismo optimista, en el que el método de la filosofía se identificaba con la matemática -dice a LA NACION José González Ríos, profesor de Filosofía Moderna en la carrera de Filosofía de la UBA y la UCES e investigador del Conicet-. De este modo, la búsqueda de la verdad quedaba indisolublemente ligada a la razón geométrica cartesiana. A pesar de esto, Pascal, movido por razones existenciales, realizó fuertes críticas a aquella razón geométrica. Y es que el ‘yo pienso’ (ego cogito), que Descartes había elevado a fundamento de una ciencia o saber absoluto, a partir del cual demostrar su propia existencia, la de Dios y la del universo, no es solo una cosa pensante (res cogitans), sino también un espíritu que tiene una frágil disposición interior frente a la esfera infinita del universo, como lo recuerda Borges en su nota ‘La esfera de Pascal’, en la que trae la entonación pascaliana de la metáfora de la esfera infinita”.

“[Pascal] comparó nuestra vida con la de náufragos en una isla desierta -escribió Borges-. Sintió el peso incesante del mundo físico, sintió vértigo, miedo y soledad, y los puso en otras palabras: ‘La naturaleza es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.’ Así publica Brunschvicg el texto, pero la edición crítica de Tourneur (París, 1941), que reproduce las tachaduras y vacilaciones del manuscrito, revela que Pascal empezó a escribir effroyable: ‘Una esfera espantosa, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna’”. Para el escritor Charles Du Bos, “Pascal es el único nombre que en un cónclave ideal de los genios de todas las naciones Francia debería hacer valer frente a un Shakespeare”. Según Leibniz, al querer profundizar en los asuntos religiosos, Pascal se había vuelto “escrupuloso hasta la locura”.

blas pascal; arte y cultura
blas pascal; arte y cultura

El “long seller” del filósofo francés, que se sigue leyendo hasta hoy, es un libro póstumo, Pensamientos, publicado por sus amigos y familiares. “Pascal expresa una y otra vez la conciencia que posee de la precariedad y vulnerabilidad de la existencia -remarca González Ríos-. Que esta debería tener un sentido, una razón, que no es capaz de percibir. Esto lo lleva a definir al ser humano no como una sustancia pensante, al modo cartesiano, sino como junco pensante. Un junco que, por un lado, es frágil, pero que, por otro, encuentra su fortaleza en que es pensante. Ese pensar nos vuelve conscientes o autoconscientes de la precariedad de nuestra propia existencia. En este sentido compara nuestra existencia con la de un rey desposeído. Pascal se encuentra también en los orígenes de una filosofía existencialista”. Filósofos y escritores como Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Miguel de Unamuno, François Mauriac y Hans Urs von Balthasar reivindicaron la obra pascaliana.

“La razón geométrica cartesiana permite un conocimiento claro y distinto de fenómenos naturales, pero es insuficiente para orientarnos respecto del sentido de la existencia -dice González Ríos, autor de Schopenhauer (Galerna)-. Y resulta igualmente insuficiente para demostrar la existencia de un Dios que de sentido y razón a nuestra existencia. Pero junto a la razón geométrica hay otro tipo de razón, otro tipo de espíritu, que es mucho más apto para el conocimiento de estos problemas que le interesan incomparablemente más que los problemas puramente teóricos y abstractos de las ciencias. Este otro espíritu es el espíritu de sutileza, que tiene otra manera de llegar a los problemas de la existencia y responde a otros principios, mucho más cercanos y fáciles de percibir, aunque también, por cercanos y fáciles, resultan los más lejanos”.

“La suya fue una vida atravesada por la conciencia de una profunda fragilidad y tristeza. Conciencia que buscó trazar en el espejo de una filosofía no sistemática sino fragmentaria. Filosofía que se escribió en pensamientos que no siguieron la razón geométrica cartesiana, sino el laberinto sin entrada y sin salida de las razones de la existencia”, concluye González Ríos. Según declaraciones del exdirector del diario italiano La Repubblica, el difunto Eugenio Scalfari, el papa Francisco le habría comentado en 2017 que estaba a favor de la beatificación de Pascal.

También es apasionante leer la correspondencia que Pascal mantuvo, entre otros, con sus hermanas, Fermat, la reina Cristina de Suecia, Arthus y Charlotte de Roannez y sabios de la época.

Cinco pensamientos de Pascal

23. Las palabras diversamente ordenadas constituyen diversos sentidos, y los sentidos diversamente ordenados producen diferentes efectos.

43. Algunos autores, hablando de sus obras, dicen: “Mi libro, mi comentario, mi historia”, etc. Huelen a burgueses que tienen bienes raíces y siempre un “en mi casa” en la boca. Harían mejor diciendo: “Nuestro libro, nuestro comentario, nuestra historia”, etc. Visto que de ordinario hay en ello más de cosecha ajena que propia.

95. La memoria, la alegría, son sentimientos; y hasta las proposiciones geométricas llegan a ser sentimientos, porque la razón hace que los sentimientos sean naturales, y los sentimientos naturales se borran por la razón.

122. El tiempo cura los dolores y las querellas, porque se cambia, no se es ya la misma persona. Ni el ofensor ni el ofendido son ya los mismos. Es como un pueblo que se hubiera irritado y se volviera a contemplar después de dos generaciones. Son siempre franceses, pero no los mismos.

136. Pocas cosas nos consuelan, porque pocas cosas nos afligen.

Pensamientos, de Pascal, se puede leer en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Daniel Gigena

Fuente: La Nación

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