Por qué no quieren a Lousteau en el PRO

Sábado 1 de abril. Mientras Martín Lousteau vuela a la Argentina, en las ciudades más importantes del país mucha gente se vuelca a las calles para marchar “en favor de la democracia” y del Gobierno. El entonces embajador argentino en Estados Unidos llega a Ezeiza y se sorprende por la magnitud de las manifestaciones en apoyo a Cambiemos.

“El lunes me junto con Macri. Es el momento para renunciar”, les dijo a los propios, en un acto que desde la Casa Rosada consideraron meramente egoísta, pero desde su entorno entendieron como una gesta casi heroica. “Vio al Gobierno en alza y aprovechó para avisar que se volvía. No fue oportunista porque no quiso causar daño. Aparte hasta finales de abril había tiempo de presentar cartas credenciales a Trump para nombrar a un nuevo embajador”, aseguran desde el rincón de Lousteau.

El lunes 3 de abril, el economista se reunió con el Presidente para manifestar sus intenciones. Desde ambos lados aseguran que el encuentro fue ameno, pero que Macri le insistió en que se quedara en su puesto hasta el 2019, y que entonces sí tendría vía libre para luchar en una interna con Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Lousteau no escuchó.

Sólo le dio una última opción: “Si preferís, me quedo hasta después de la visita a Trump. Si no, renuncio ahora”. Según el entorno del economista, Macri eligió la primera. Pero apenas se había ido de la Casa Rosada le llegó un mensaje de texto del verdugo del Gobierno, el jefe de Gabinete, Marcos Peña: “Con Susana (Malcorra) lo pensamos mejor y es preferible que renuncies ahora”. Así se hizo.

La sombra. Lousteau fue embajador argentino en Estados Unidos durante 16 meses. Regresó al país con intenciones de competir en las próximas elecciones legislativas, pero desde el Gobierno le cerraron todas las puertas, a pesar de su insistencia. “Macri está muy enojado. En Cambiemos no hay lugar para el ego de Martín. Es un gran cuadro, pero le falta timing para ser un gran político”, asegura una fuente de la Casa Rosada. Lousteau hace oídos sordos y protesta encaprichado para que le den un lugar en Cambiemos.

Tras la renuncia a la embajada, debió volver a Estados Unidos. Regresó al país el viernes 28 de abril para tener una semana de furia en los medios con un único objetivo: acorralar al Gobierno para que le den lugar en las listas de Capital, donde Elisa Carrió y Horacio Rodríguez Larreta serán los protagonistas. Desde el PRO aseguran que no hay espacio en la cartelera para una tercera estrella.

En la semana, Lousteau estuvo en tres programas de tevé, varias radios y en la Feria del Libro. Viajó a Córdoba para participar del Congreso de la Juventud Radical y mantuvo numerosas reuniones en Buenos Aires. Un sector del radicalismo es el único bastión que le queda a Lousteau para no ser un Quijote de la Mancha peleando contra los molinos de viento del PRO.

El jueves, al cierre de esta edición, el ex embajador regresaba a Estados Unidos para cerrar definitivamente el capítulo norteamericano y radicarse nuevamente en la Argentina.

Volver a casa. Dejar Estados Unidos no será fácil para la familia Lousteau. Sobre todo para su esposa, la actriz Carla Peterson, y su hijo Gaspar. La decisión provocó un cimbronazo en el interior de la familia. Pasarán de la idílica vida de embajador en una casa de 500 metros cuadrados, con un patio donde podían avistarse ardillas y ciervos y donde Gaspar tenía una gran educación (en una escuela pública), a jugarse su caudal político en una elección donde por ahora todos le dan la espalda.

Desde diciembre del 2016, cuando le confirmaron que si dejaba la embajada no habría internas en Cambiemos, Lousteau se sintió angustiado. “Va en contra del espíritu del espacio”, se quejaba ante los propios en un reclamo que luego exteriorizó. Pero su decisión estaba tomada: “En el 2015 perdió por tres puntos contra Rodríguez Larreta, no iba a desperdiciar ese caudal de votos”, dice una fuente de su entorno. Y agrega: “Además en el PRO no se pueden hacer los distraídos, desde que asumió como embajador, Martín viajó una vez por mes a la Argentina, estaba claro que quería participar”.

Lousteau tiene dos enemigos en el Gobierno. El primero es Rodríguez Larreta, que lo considera un peligro para su propia carrera. El segundo es Marcos Peña, por una cuestión mucho más superficial: “A Marcos no le gusta que la estrategia la maneje otro y Lousteau hace lo que quiere”, dice una fuente gubernamental. Peña odia que las piezas del ajedrez se le muevan solas. Con Carrió nunca cultivó una gran relación, a pesar de que fueron compañeros de fórmula, pero se respetan mutuamente. Por eso la polémica diputada se mantuvo al margen de la disputa, más allá de arrojar algún dardo. Macri, a pesar de su enojo, conserva el diálogo con él. De hecho lo llamó antes de su reciente visita a Donald Trump para interiorizarse sobre algunos temas.

El miércoles 3 de abril el partido emitió un comunicado diciendo que “Lousteau no fue ni es parte de Cambiemos”. El ex embajador, con el reducto radical en el que se apoya, quiere emular a Leónidas y sus 300 espartanos, que luchan contra el ejército persa.

Pero la suerte casi nunca está del lado de los más débiles.

Fuente: Perfil.com

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