Por qué Cambiemos está ahora en el mejor momento para ensayar un cambio en su comunicación

Como la comunicación no es una ciencia exacta, hay muchas teorías que compiten y se contradicen. No es una ciencia exacta, pero ciencia al fin, y los profesionales argentinos de comunicación le pusieron una nota muy floja al gobierno de Mauricio Macri en la aplicación de esa ciencia. Literalmente lo mandaron a examen.

Qué explican en el gobierno en off the record de por qué nunca quisieron tener un plan de reformas estructurales desde el vamos que podría haber evitado esta crisis, y hoy no estaría en duda la reelección del presidente Mauricio Macri: «Habíamos ganado por muy poca diferencia el ballotage y no teníamos mayoría en el Congreso, si proponíamos un ajuste y reformas muy antipáticas, nos barrían del gobierno».

Hace 500 años, Nicolás Maquiavelo, de alguna forma el primer consultor de comunicación política moderno, proponía hacer «el mal, todo de golpe, y después ir haciendo el bien de a poco». ¿No se podía explicar en qué real crisis se encontraba el estado para proponer una salida, quizás impopular, pero a la vez esperanzadora?

«Solo al 4 por ciento le interesa escuchar esas explicaciones, no hay forma de convencer a nadie de que le vas a quitar sus cosas», me aseguraba Jaime Durán Barba, el «Maquiavelo» ecuatoriano de Mauricio Macri, reforzando el dogma de que no hay que explicar nada, no se puede cambiar a la opinión pública, que no interesan los discursos, y mucho menos proponer ningún sacrificio en aras de un futuro más promisorio: una verdadera subestimación de las propias capacidades de comunicación y una gran subestimación del electorado.

Macri llevó a la nación el método comunicacional que le sirvió en la ciudad: inaugurar obras y que ellas hablen por sí mismas. Pero las obras son muy buenas, si los votantes llegan a fin de mes y no se angustian por la inflación o el desempleo. A diferencia de un alcalde, Macri ahora tiene en sus manos la variable económica en un país con economía desquiciada. Resolver el problema económico requería mucha más política y comunicación.

Hagámoslo breve: el dogma no funcionó, y el ajuste lo terminó haciendo el mercado, y de la peor manera, al punto que hoy están en duda las chances de reelección del presidente Mauricio Macri. Las posibilidades de Cambiemos hoy dependen más de que Cristina Kirchner siga dividiendo al peronismo y se presente como candidata en octubre de 2019 que «de sí mismo», como se diría en el fútbol.

Sin embargo, inesperadamente el gobierno tiene ahora una nueva oportunidad de desterrar la superstición de que a la gente no se le puede explicar nada y que no le interesa escuchar razones para reformar el sistema argentino de estado sobredimensionado que a todas luces ha fracasado.

La semana pasada, el gobierno sufrió una derrota importante en el Congreso al perder inesperadamente la mayoría en el Consejo de la Magistratura, el organismo que nombra y puede destituir a jueces, con lo que habría que ver con cuánto celo seguirá investigando la Justicia la corrupción del gobierno anterior.

Pero además, esa derrota demuestra que es muy probable que el peronismo, que ahora demostró que está en condiciones de unirse, podría no dejarlo aprobar ninguna ley el próximo año electoral e incluso presentar y aprobar sus propios proyectos para hacer tambalear aún más la economía.

Duran Barba diría, «es el escenario soñado, el gobierno se puede poner en víctima de un peronismo destructivo y mezclado con Cristina Kirchner y su bajo techo electoral: o sea sus hoy bajas chances de ganar un ballotage». Pero el riesgo de que la unión del peronismo prolongue la recesión es ahora mayor, de manera que Macri podría llegar a la elección de octubre en pésimo estado de humor social.

Si bien el gobierno perdió mucha credibilidad por culpa de la crisis y sus fallidas promesas de «segundo semestre», «brotes verdes», «inflación de un dígito», «pobreza cero» o «lluvia de inversiones», todavía está a tiempo de ensayar la comunicación que no solo lo puede ayudar a recuperar la credibilidad perdida, sino a darles a los votantes que lo acompañaron en el ballotage de 2015 nuevos argumentos para renovar su fe.

Perdido por perdido, Cambiemos está en el mejor momento para admitir que se equivocaron, y explicarles a los argentinos que si Argentina no se reforma para terminar pareciéndose un poco más a los países exitosos, no hay esperanzas de que estas crisis no se repitan una y otra vez, que la inflación no siga siendo crónica y que el crecimiento se mantenga como el más bajo de la región en el largo plazo. No ayudan esloganes del tipo «este es el camino» o «esta será la última crisis en la historia Argentina». Implicaría un cambio de discurso que podría devolverle buena parte de la credibilidad perdida.

Un ejemplo que marca esa fuga de credibilidad fueron las dudas y fake news que fácilmente se sembraron en las redes sociales con ridículas teorías conspirativas que aseguraban que el gobierno sabía desde el principio donde estaba el submarino o que no lo quiere recuperar para que no se compruebe que fue hundido por los ingleses. Las fake news anidan fácilmente donde la credibilidad es baja. ¿Qué debería hacer el Presidente? Ensayar lo opuesto a lo que hizo durante sus primeros tres años de gobierno.

Veámoslo en el ejemplo de una de las reformas clave que el gobierno de Cambiemos no estuvo en condiciones de llevar a cabo: una reforma laboral que levante el cepo a contratar personal que tienen las Pyme y que permita que en Argentina el Estado deje de ser el sustituto del mercado laboral dando empleo público y planes, porque a los privados les resulta prohibitivo contratar. Esa reforma, además, podría ser un primer paso para que el gobierno nacional, los provinciales y municipales, se comprometan a largo plazo a dejar de seguir inflando sus planteles y así empezar a bajar el monstruoso peso del estado sobre las espaldas del sector privado.

¿Cómo lo hizo el gobierno? Primero llevó en total silencio en 2016 una interesante Ley de Empleo Joven al Congreso. Sin decir nada, sin explicar sus enormes beneficios para facilitar la contratación y el entrenamiento laboral de los jóvenes, los más afectados por el desempleo, esa ley habría ayudado a sacar de la calle, la droga y la delincuencia a los cientos de miles de jóvenes que no trabajan ni estudian. Suena imbatible. Resultado: la CGT cantó «flexibilización», y la ley murió.

Luego del triunfo electoral de 2017, Cambiemos probó con una reforma laboral más ambiciosa. Nuevamente lo hizo en total silencio, sin buscar aliados que la defiendan, sin explicar nada, sin plantearle a la sociedad por qué es vital que Argentina modernice sus relaciones laborales y facilite y abarate los costos laborales y por qué la resistencia de la CGT es mala para los trabajadores. El gobierno se la llevó silenciosamente a la CGT para su aprobación, que le tachó prácticamente todas las cláusulas que podrían llevar a una verdadera revolución del empleo privado, y lo poco que quedó (un blanqueo laboral), finalmente murió en el Congreso.

Sin embargo, aun sin siquiera haber explicado nada, sin haber organizado que además de los sindicatos y la izquierda, salieran a defenderla a los medios las Pymes, los empresarios, los economistas, los desocupados, los «planeros» que sí tienen voluntad de trabajar, hoy la opinión pública tiene bastante comprensión de que la reforma laboral es necesaria.

La última encuesta de GOP muestra que la reforma laboral, junto con la evaluación docente, están en el top de la opinión pública en Capital y Gran Buenos Aires luego del de la despenalización del aborto.

Ya desde hace meses, esa consultora viene mostrando que la reforma laboral tiene consenso mayoritario en la opinión pública. Con buena comunicación se puede lograr hacer cargar al peronismo y el sindicalismo con todo el costo social y moral de rechazarla. Solo hace falta desterrar la superstición de que «a la gente no le interesa o no lo entiende o ya está convencida por el sindicalismo». Sí lo entiende, y le interesa: lo laboral hace a la vida misma, al futuro, a los anhelos.

¿De qué le serviría al gobierno de Cambiemos ahora, en su mayor debilidad política, salir a comunicar, defender reformas, medidas, motivos y explicar todas esas cosas que no quiso explicar en sus tres años anteriores de gestión?

Le serviría para mostrarles a los votantes que entendió en qué se equivocó y así recuperar su credibilidad. Serviría también para mostrarles a los votantes y al tan despreciado «círculo rojo» -que invierte e influye sobre el resto de los votantes- que aun siguiendo en minoría en el Congreso -y es poco probable que sea distinto- Cambiemos va a saber cómo explicar la necesidad de reformar a la Argentina y va a saber cómo conseguir los consensos para lograr esos cambios.

De hecho, si gana en 2019, Cambiemos estará tan en minoría en el Congreso como en 2015, y no puede ser un misterio para el votante saber si Macri entendió en qué se equivocó en su primer período y que ahora sí sabría qué hacer para que esos errores no se repitan en un eventual segundo mandato y cómo conseguir el consenso para lograrlo. De lo contrario, Macri deberá rezar que el malhumor social no escale tanto como para que los votantes prefieran elegir a Cristina Kirchner.

Fuente: Infobae.com   Diego Dillemberger

Sea el primero en comentar en "Por qué Cambiemos está ahora en el mejor momento para ensayar un cambio en su comunicación"

Deje un comentario

Su email no será publicado


*