¿El renunciamiento de Alberto Fernández marca el comienzo de una crisis sin precedentes?

La renuncia de Alberto Fernández a su intento de reelección presidencial marca un punto de inflexión en una tumultuosa gestión, caracterizada por una serie de desaciertos y fracasos. Desde su asunción en diciembre de 2019, Fernández nunca logró estar a la altura de las circunstancias y las expectativas de los argentinos, lo que lo dejó en una posición de absoluta soledad en el poder. En su breve soliloquio de renunciamiento, de apenas siete minutos, el ahora ex-candidato dejó en claro que los últimos 20 años de la historia argentina fueron dos décadas perdidas. Lo llamativo es que Alberto es el tercer candidato en bajarse de la carrera presidencial, primero fue Cristina, luego le siguió Macri. La crisis actual hizo del sillón de Rivadavia una silla eléctrica en la que pocos quieren sentarse realmente.

Alberto Fernández, cuando finalmente cese su mandato, será recordado por la fiesta de Olivos, por haber dejado a los jubilados en una situación peor, por la eterna cuarentena, el vacunatorio VIP, la pérdida del valor adquisitivo de los sueldos; será recordado como el mandatario de una histórica emisión de moneda, como el Presidente que no supo cuidar a su país del flagelo del narcotráfico y la inseguridad. También como el primer Presidente peronista en no ir por su reelección (ya que en el caso de Néstor Kirchner la estrategia era alternar junto a su esposa en el cargo), o en palabras de la ex Diputada Fernanda Vallejos, como un mequetrefe y un okupa.

Lo cierto es que durante su mandato, aún en curso, no logró dar respuestas a los desafíos que su cargo le impuso. Decidió renunciar a una carrera por la reelección que, desde el comienzo, sabía que sería imposible de ganar, candidatura que solo sostuvo con la única finalidad de sostenerse en el cargo. Esperamos que pueda llegar hasta la meta final, pero la incertidumbre y la preocupación son palpables tanto en la sociedad como en la clase política.

El renunciamiento es, además, un acto de irresponsabilidad institucional sin precedentes. La inoportuna revelación en medio de una corrida cambiaria dejó al país en un estado de vulnerabilidad extrema, generando desconfianza y preocupación. ¿Es posible que ignore el daño autoinflingido a su gobierno y a las posibilidades del FdT de cara a las próximas elecciones? ¿Era consciente del perjuicio que causaba? Estas preguntas, cuyas respuestas sólo el tiempo podrá revelar, son un reflejo de la gravedad de la situación institucional que enfrentamos en este momento y consecuencia directa del peor Presidente que tuvimos en democracia. Más que renunciamiento podríamos hablar de una claudicación, de una huida. Alberto fue un mandatario sin poder desde el primer día. Ahora un Presidente que no preside. El seudo feriado bancario que dispuso el BCRA con la Comunicación A 7746 anticipa tiempos tumultuosos por venir.Alberto Fernández en el Consejo del PJ horas después de anunciar que se bajaba de la carrera presidencialAlberto Fernández en el Consejo del PJ horas después de anunciar que se bajaba de la carrera presidencial

A partir del próximo lunes, el mercado y el resto de los operadores económicos ajustarán su conducta a las nuevas circunstancias. La única herramienta de presión que Fernández aún conserva es una “segunda renuncia”, esta vez, a su cargo. Es la última bala en la recámara. Un oficialismo unido nunca hubiera permitido que su Presidente renuncie a la posibilidad de ser reelegido, dejando el arco sin arquero frente a las críticas de una oposición que pugna por alcanzar el poder. El renunciamiento de Fernández ha creado un vacío de gobierno de una magnitud inusitada, en un contexto de alza inflacionaria, pérdida del valor de la moneda y incremento de la pobreza. La paradoja del destino es que el Presidente que fue lanzado al poder por un tuit, también dio a conocer su renuncia por la misma vía. La situación es dramática y, sin dudas, dejará huellas profundas en la historia política de Argentina.

En su perorata de renunciamiento Fernández volvió a ignorar la realidad de los problemas que no fue capaz de resolver. En lugar de reconocer los errores y las dificultades de su gestión, pareció buscar excusas y justificaciones que no se correspondían con la realidad del país. Además, la gestión del gobierno de Fernández estuvo definida por una imperdonable polarización política que dividió aún más a la sociedad argentina. En este sentido, resulta preocupante que el ahora ex-candidato no haya hecho una reflexión autocrítica sobre su gestión y las razones de su fracaso. Por el contrario, su discurso de renuncia parece haber estado más centrado en justificarse y en buscar culpables fuera de su propia gestión.

Desde la economía hasta la pobreza, la inseguridad y la deuda pública, la gestión de Fernández nos dejará un legado de fracasos y dificultades. La inflación acumulada supera ya el 400%, mientras que la situación social y económica del país empeoró de manera preocupante. A nivel internacional, Fernández se hizo conocido como un Presidente impopular, con un 70% de desaprobación de su gestión. En definitiva, el renunciamiento de Alberto evidencia el fin de un ciclo político marcado por el fracaso y la falta de respuestas. Fernández nunca logró ser el Presidente de todos los argentinos, se limitó a ser el de su facción política, dejando en claro que no gobierna para los ciudadanos de la “derecha”.

Cristina Kirchner, por su parte, enfrenta una situación compleja, ya que se perfila como la responsable de la derrota del oficialismo. El humor social es sombrío, todo indica que la crisis social y económica que atraviesa el país solo empeorará en el futuro cercano. En este marco, la ex-presidenta deberá tomar decisiones difíciles sobre cómo ordenar el peronismo (un partido que desprecia en privado) y cómo jugar sus cartas en la carrera por la interna del oficialismo. En este contexto Scioli se perfila como un candidato para la interna peronista, gracias a su disposición al diálogo junto con Agustín Rossi impulsado por el Presidente. ¿Lista única? Es posible, todo depende de hasta donde esté dispuesta la septuagenaria vicepresidenta a forzar al aparato peronista más ortodoxo, y éste a soportar la ausencia de un candidato “puro” capaz de superarla en las urnas.

La crisis que se avecina es de una magnitud sin precedentes, y de consecuencias impredecibles. En este contexto, resulta fundamental que la clase política argentina actúe con responsabilidad y altura, priorizando el bienestar de la sociedad y buscando soluciones a los problemas más acuciantes del país. La ciudadanía argentina merece líderes comprometidos y capaces, que estén dispuestos a trabajar juntos por un futuro más próspero y estable.

Fuente: Infobae.com

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