Volvió el fútbol, llegó la hora de los jugadores

Llegó la hora de los jugadores. La frase me sobrevoló en estos días, cuando por fin se confirmó la vuelta de los diversos torneos de fútbol en la Argentina. Y enseguida caí en la cuenta de que no era una frase más, tan obvia como puede parecer a primera vista.

La mirada lineal nos conduce a lo que puedan producir los futbolistas en la cancha, y por supuesto varía de equipo a equipo y de categoría a categoría. Pero antes de salir del túnel me gustaría detenerme en un par de cuestiones en las que también creo que está llegando lentamente la hora de los jugadores.

Me agradó en estos días ver a Tevez, a Romagnoli, a varios protagonistas importantes de varios equipos involucrados en la búsqueda de soluciones para empezar a cambiar el fútbol. Tanto como me gustó que los hombres de la selección de Uruguay dieran a conocer su opinión en el caso de la marca que deberán vestir en la Celeste, dada la guerra de influencias existente en relación al tema.

Hay que asumir que en nuestro entorno el fútbol ha fracasado como negocio. Incluso pese a ser llevado por dirigentes que se dedican a hacer negocios y que en sus empresas han sido exitosos. En ese sentido, los jugadores en algún momento debían tomar nota, hacerse fuertes y luchar por sus intereses. El mito de la existencia de unos futbolistas millonarios en un fútbol empobrecido es una mentira. Se pagan cifras exorbitantes sí, pero solo al diez por ciento de los jugadores. Miremos la B Nacional, la C, la D, los torneos Federales… y nos daremos cuenta que los jugadores deben tomar el mando y participar en las decisiones que se estén generando.

Sé que es un poco utópico lo que pido, pero me gustaría que los futbolistas empezaran a participar en el diseño de los campeonatos, en la confección de los calendarios. Que alguna vez se dé el puntapié inicial para que desde el fondo, desde el pozo en el que nos encontramos, se pueda mejorar el fútbol argentino.

Llegó la hora de los jugadores. Creo que el concepto abarca también a su preparación, apuntada hacia su mayor conocimiento e interpretación del juego, porque es lo que cada vez con más énfasis manda en el mundo. Y aunque acá vayamos con retraso, me parece que de la mano de entrenadores muy jóvenes la onda expansiva también empieza a sentirse.

En ese sentido, me llamó la atención lo dicho por Walter Erviti después del 2-0 de Banfield sobre San Lorenzo, por la Copa Sudamericana, el martes pasado. El volante del Taladro, a quien tengo como un referente del buen juego, afirmó algo así como que le toca correr, «porque acá el que no corre, no juega». La frase rebotó con fuerza en las redes sociales y fortaleció a cierto periodismo que se jactó de que alguien como Erviti dijera eso. El traslado del mensaje hacia el hincha fue automático: «Si no corrés, no podés jugar». En definitiva, lo dijo un hombre de 36 años que solía tener un discurso bien diferente.

Entiendo a Erviti. El jugador se mimetiza con el discurso del técnico de turno. Pero es una muestra (una más) de despersonalización, y en el entorno argentino este tipo de expresiones resultan muy negativas, porque es un modo de pensar que no nos conduce a ninguna parte.

En el resto del mundo, las estadísticas de los kilómetros que recorre un futbolista no se toman como medida absoluta sino acopladas al juego, a nadie se lo valora sólo por correr si no aporta otras soluciones al equipo. Tengo a Erviti justamente como alguien que aporta, y mucho, al juego. Sin embargo, frente a San Lorenzo no le recuerdo ninguna aparición en ataque. Pero como Banfield ganó nadie reparó en ese detalle, y el mero hecho de correr le otorgó a un jugador como él la tranquilidad de haber cumplido con lo establecido por el entrenador y con las demandas de la gente, que cada vez pide menos fútbol y cada vez le interesa menos el juego.

El campeonato empieza entonces con esta mirada distorsionada. Pero en este punto también llegó la hora de los jugadores. Porque hay entrenadores muy jóvenes que están desarrollando interesantes ideas de juego y la sensación es que a veces piden una cosa y el equipo les devuelve otra. Es comprensible la urgencia que imponen los medios y el mercado, también el lógico deterioro de un fútbol exportador que recorta calidad y descompone a los equipos después de cada campeonato, pero aun así cabe esperar otras respuestas de los jugadores.

En la Argentina tenemos la genética. Siguen surgiendo futbolistas hábiles y pícaros en el uno contra uno, pero nos falta la integración al juego, una voluntad asociativa que es en la que se debe trabajar para que retroalimente la espontaneidad. Y es ahí donde los jugadores tienen mucho que decir.

Al margen de estas consideraciones generales, el nuevo torneo arranca con un par de decisiones para el asombro y un buen cúmulo de incógnitas por resolver.

Me sorprende la cantidad de incorporaciones que ha hecho Boca. No le encuentro lógica y dudo que pueda ser beneficioso en la aplicación de una impronta de juego. Mucho menos lógico me parece lo sucedido en Racing, con el despido de un técnico por una derrota de pretemporada. La Academia era un club que parecía haberse enderezado. Hoy, sin embargo, se toman determinaciones a destiempo y queda expuesta la marcada desorientación futbolística de sus dirigentes.

Las incógnitas se reparten casi por igual en todos los clubes. Desde la posición que Guillermo le encuentre a Tevez para que se sienta más cómodo, tenga más referencias cercanas y pueda mirar de frente al arco rival para construir y adueñarse de los ataques, a la espera del nuevo crack que salga de la interminable fábrica rosarina para reemplazar a Lo Celso y Cervi en Central.

En el medio habrá que ir descifrando las intenciones de Gallardo con un River que pasó de contratar a Viudez y Bertolo para desequilibrar por afuera, a apostar por un juego más cerrado y con un 5 defensivo a contramano de la aparente intención general. Iremos comprobando cómo soporta y maneja la presión Gabriel Milito en un Independiente al que pretende dotar de un fútbol más metodológico sin contar con jugadores que lo vengan practicando desde chicos. Veremos qué tal le va a San Lorenzo en su regreso al «modelo Bauza» después del intento de cambio con Pablo Guede, en uno de esos típicos vaivenes que restan tiempo al crecimiento de un equipo; y qué capacidad tiene Lanús para consolidar lo demostrado en el torneo pasado.

Este fin de semana retorna por fin el fútbol argentino. Competitivo y lleno de escollos para todo aquel que quiera dominarlo. Mi aspiración es la de siempre: ver buenos partidos, con nuevas intenciones que nos entretengan y nos emocionen; que volvamos a sentir el orgullo de ver qué bien juega mi equipo antes del orgullo por la cantidad de bombos y banderas que llevan los hinchas; y que nosotros podamos evaluarlo desde lo que nos brinda y no por lo que sucede alrededor.

El fútbol argentino necesita recuperar otra mirada, y los jugadores deberían ser aliados principales en esa cruzada. Por esto también llegó la hora de que sean ellos los que tomen la palabra.

Fuente: La nación   Diego Latorre

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