Río 2016 – Tres oros y una plata: ¿y ahora, qué?

RIO DE JANEIRO.- Del «pueden ser 6 medallas.o cero» de los días previos a la realidad de las 4. Las previsiones de Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino no estuvieron muy distantes del producto final, de lo que fue el paso de la Argentina, con su delegación récord de 213 participantes, por Río 2016.El primer ciclo olímpico bajo los «anabólicos económicos» del Enard, que atenuaron ostensiblemente el impacto de las quejas de los atletas, para poder concentrarse más y mejor en lo que importa. Como debe ser para evitar que las distancias con las potencias sigan ampliándose. Tratar de ir hacia delante, en definitiva, aunque sin dejar de ser realistas. Los Juegos Olímpicos no son los Juegos Panamericanos, ni los Odesur, ni ligas mundiales. Lo más parecido son los Mundiales. Sin embargo, los Juegos encierran un sentimiento distinto, las vivencias son incomparables, y las conquistas y los objetivos alcanzados o no influyen de otra forma en los protagonistas. Deportiva y emocionalmente.

Hay una realidad: la Argentina acaba de dar un salto de calidad. Sus 4 medallas, es cierto, son menos que las 6 de Atenas 2004 y Pekín 2008 e igual cantidad que las de Londres 2012 y Sydney 2000, pero tienen otro peso. No va en desmedro de los bronces de otrora, y mucho menos que las plateadas, logradas con esfuerzo, dedicación y sacrificios. Sí adquieren otra resonancia porque el 75% de estos podios son dorados (Paula Pareto, el hockey masculino y Santiago Lange-Cecilia Carranza Saroli) y el otro 25%, una plata con valor agregado (Juan Martín del Potro). Nuestro país no obtenía 3 medallas doradas desde Londres 1948, es decir, 68 años. Y si se repara en los números, se advertirá el ascenso desde Londres, avanzando del puesto 42° al 25°, más una comparación con los últimos 20 años. ¿Para festejar? Seguro. Pareto y su lucha lo merecen; Lange concretó un sueño de casi 30 años y después de haber ganado la pelea de su vida; Carranza afrontó el desafío de dejar de competir sola y fue la decisión que le cambió su carrera a los 29; los Leones consiguieron el oro que el hockey anhelaba y ganaron identidad propia, iniciando su propia era. Y Del Potro, que hace un año estaba más cerca del retiro que otra cosa, odiando su muñeca, repitió podio, derrotó a varios grandes y se reinventó a los 27. ¿Para perder la perspectiva? Sería imperdonable.

Se viene una etapa mixta para la Argentina. Porque mientras los atletas, una vez hechos los balances, procesada la euforia o la tristeza, y volviendo a encender los motores de la pasión, se enfocarán hacia Tokio 2020 , la dirigencia tiene como estación intermedia los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 . Y si bien una cosa no debiera tener injerencia en la otra, es un desafío nuevo y mayúsculo. Que está cumpliendo su proyección a nivel organizativo. Y no es un tema menor para las aspiraciones de una hipotética sede de 2028 o 2032. Los de 2018 son una prueba determinante que, seguramente, concentrarán muchas energías.

Lo peor que puede hacer la Argentina es creer que en estos 3 oros se termina la historia de superación. Mirándolo más profundamente, acaso estemos ante un período de mayores dificultades. Cuatro años pasan rápido, con sus particularidades. Depende de los procesos evolutivos, de los obstáculos (deportivos y físicos) y mentales. De un Juego Olímpico a otro las realidades van mutando: Bolt, Phelps y el Dream Team, el voleibol brasileño, son excepciones. Entonces, las medallas argentinas necesitan también de una mirada futurista. Pareto apunta más a la medicina en estos años y con 34 habrá que ver si estará en Tokio. Lange (54), el inoxidable, amaga con ir a Japón, pero ya hizo lo que tenía que hacer. El hockey ahora tendrá más responsabilidades y presiones, y una camada de jugadores que deberá mantener su nivel, pero con el paso del almanaque encima. ¿Del Potro? Con que siga jugando al tenis a los 31, después de lo que le pasó con sus operaciones, será más que auspicioso.

Seguimos. Las Leonas sufrieron, ya sin Lucha Aymar, un golpe cuyas consecuencias irán observándose. El básquetbol, definitivamente sin la Generación Dorada, tendrá una misión altamente compleja, mucho más que en estos últimos años: clasificarse para Tokio. El voleibol masculino asoma como una ilusión, por la revolución que marcó en el equipo su crecimiento, sumado al aporte de Julio Velasco. El resto de las disciplinas, como aquí y en los Juegos más recientes, oscila entre quedar entre los 8 mejores y asegurarse un diploma (fueron 11), o perseguir avances en marcas personales, aunque lejos del pelotón de punta. Y a ello habrá que agregarle otra dificultad: ya no estarán los cupos en clasificatorios regionales que liberaba Brasil por ser país anfitrión.

En los deportes olímpicos por excelencia, como la natación, el atletismo y la gimnasia artística, la Argentina tiene chispazos pasajeros, sin continuidad ni afianzamiento. Lo fue el inolvidable bronce de Georgina Bardach en Atenas (ya pasaron 12 años) o las finales que alcanzaron Alejandra García (2004), Germán Lauro (2012) y ahora Germán Chiaraviglio y Braian Toledo. Sobre este último, con 22 años, 10° en jabalina, es una carta fuerte para apostar. Lanzó 10,49 metros menos que el campeón y para la visión periférica puede sonar a mucho, pero se metió entre los mejores 12 y la edad de maduración en esta especialidad va de los 26 a los 30. Lo que habrá que revisar, a nivel infraestructura y organización, es como Toledo, en el año final de preparación olímpica, de acuerdo con lo que relató en una entrevista con «El Gráfico», tuvo que hacer las veces de albañil para construirle una casa a la madre, resignando energías y horas de descanso. Son situacioness que, cuando queremos inflar el pecho y creernos más de lo que somos, nos devuelven a la realidad argentina.

Mientras Werthein va dejando atrás la era del impuesto del 1% a la telefonía celular para apuntar a un Ministerio de Deportes como segundo paso, y un salto importante, hacia nuevos proyectos y objetivos, la Argentina se despidió de Río con buenas sensaciones, muchas emociones y la satisfacción de haber cosechado en gran parte lo que buscó. Siempre hay margen para mejorar, de reacomodamiento. Visualizar y analizar bien lo que se perderá, fortalecer lo que se tiene, y sobre todo agrandar la base de la pirámide, debieran ser los focos prioritarios inmediatos para que los primeros Juegos Olímpicos en América del Sur no queden sólo en una linda anécdota y buenos recuerdos. Tokio se vendrá como un tren bala.Fuente:

La Nación  Claudio Cerviño

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