Mundial de rugby: Sudáfrica y la paciencia para apagar, de una patada, al ensordecedor coliseo que había armado Inglaterra

Que el Mundial de rugby se haya vuelto invisible para los franceses no es una novedad. Sin embargo, París se las ingenia para recordarles a los locales que el torneo de los torneos de su deporte predilecto todavía se juega. Es que la ciudad colapsa cada vez que hay partido. Y este sábado no fue la excepción. El viaje hasta Saint Denis se hizo eterno. Aunque, en definitiva, el estrés para llegar a tiempo tuvo su recompensa. Sudáfrica e Inglaterra jugaron una semifinal de alto vuelo.

Parecía que la felicidad y el premio mayor quedaban en manos de los europeos, pero sobre el cierre los Springboks demostraron por qué son los actuales campeones del mundo y por qué irán por el bicampeonato. Fue un 16-15 eléctrico para que los vencedores viajen sin escalas a la final del sábado contra los All Blacks y para que los perdedores se resignen a ser los contendientes de Los Pumas en el duelo del viernes por el tercer puesto.

El Stade de France está en las afueras de la Ciudad de la Luz. De todas las líneas del Metro, solo una llega a la cancha. A dos horas del kick off, colapsó el sistema y los pasillos hasta el andén en las estaciones de combinación quedó repleto de gente. Los pasajeros no tuvieron otra que ser pacientes para aguardar la llegada de las formaciones, avanzar algunos metros y, en algún momento, subirse a un vagón. Fue todo casi tan trabado como el partidazo que verían minutos más tarde.https://0ffb66653c2e4b74b3521181c087837c.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

Con toda la gente finalmente en el estadio, Inglaterra murió en la suya, a pura patada de ese crack que es Owen Farrell y confiando en que no dejaría a Sudáfrica cerca de su ingoal. Pero a los Springboks les alcanzó con soltarse en el último cuarto de hora para llevarse todos los flashes y los festejos.

Y eso que los hinchas ingleses habían convertido el Stade de France en una especie de coliseo romano. Cada acción positiva despertaba el ensordecedor “yeees” que los caracteriza. Los fallos arbitrales cuestionados desbordaban un “buuu” que por lo infantil hasta quedaba lindo. A los sudafricanos, que fueron minoría en las tribunas, se los identificaba por algunas silbatinas para equilibrar las continuas onomatopeyas y exaltaciones inglesas.La última patada de penal de Handre Pollard, la que valió la clasificación a la final. 
Foto: Emmanuel Fernández / Enviado especial La última patada de penal de Handre Pollard, la que valió la clasificación a la final. Foto: Emmanuel Fernández / Enviado especial

Además estuvo el condimento extra del agua, que cayó durante los 80 minutos. No dio tregua, aunque no alcanzó a mojar a la mayoría gracias al techo que cubre las tribunas. Paradojas del capitalismo: los que pagaron las entradas más caras para estar al borde del campo de juego se mojaron más que los del «pobres» del gallinero.

Igualmente, el partido fue un imán potente. La lluvia no sacó a ninguno de los 78.098 espectadores de sus butacas más que para ir al baño o para recargar el vaso de cerveza durante el entretiempo. Los claros de las butacas vacías se cubrieron antes de que se cumplieran cinco del reinicio.

Resultó curioso cómo el público inglés comenzó a apagarse cuando el marcador era favorable. De hecho, el DJ tuvo trabajo a destajo en el entretiempo cuando parecía que sus jugadores tenían todo controlado con el 12-6 parcial. Debió recurrir a The Strokes, al infalible “Eeeeeo” de Queen y a la línea de bajo ultra penetrante de The White Stripes para despertar, por fin, el cantito contagioso.

También fue llamativa la facilidad que mostró Inglaterra para sumar en el tanteador. Notable. Con un juego poco vistoso, el XV de la Rosa recurrió a la patada en forma sistemática. Casi que despreció la posibilidad de llegar al ingoal rival. Sus 15 puntos nacieron de la precisa pegada de Farrell. Fueron cuatro penales y un drop. Patadas, ganar metros, chocar y esperar el penal. Así le ganaron a la Argentina en el debut. Así juegan.

Y a Sudáfrica le costó encontrarle la vuelta. Hasta que la encontró. Se puso a tiro cuando logró desanudar el planteo inglés y sumó los siete puntos con el try de RG Snyman y la conversión de Handre Pollard. Todo sobre la base de los dos penales (uno de Manie Libbok y otro del autor de la conversión) que había acertado en la parte inicial. Así se puso a tiro.Terminó el partido y la final no será para Inglaterra. Foto: Emmanuel Fernández / Enviado especial Terminó el partido y la final no será para Inglaterra. Foto: Emmanuel Fernández / Enviado especial

Y así construyó la victoria. A cuatro del final, y con el scrum como arma secreta, Sudáfrica consiguió un penal desde la mitad de la cancha que Pollard, infalible, puso entre los palos (ahí se acabó la flema inglesa y la silbatina fue tremenda) y alcanzó la ventaja mínima para meterse en la final. Como sucedió en los cuartos de final contra Francia, les bastó la distancia de un punto para festejar.

A los ingleses ya no los levantaba ni un karaoke. Ni a los del público, que dejaron la cancha rapidito, ni a los jugadores que cayeron derrumbados en el centro de su propio coliseo. Ahora deberán volver a este estadio sin ganas el viernes para enfrentar a la Argentina. Si Los Pumas se cuelgan la medalla del tercer puesto tendrán un bonus track: se habrán dado el gusto de tomarse revancha de la dura caída en el debut.


Sobre la firma

Luciano BottesiLuciano Bottesi

Editor de la sección Deportes.

Fuente: Clarín.com

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