Gimnasia, con un corazón enorme, le quitó en los penales un estímulo a la ambición arrolladora del Ciclón

San Lorenzo deja de lado un tesoro de la triple corona. Más allá del dolor, vale la pena, Ciclón: hay que arriesgarlo todo. No se puede vivir de otro modo. Gimnasia, el equipo, el club, que es todo corazón, se sube a las semifinales de la Copa Argentina, después de ganar por 4 a 2 en los penales. Después de estar en ventaja, en los 90 minutos, por 2 a 0. Estuvo de rodillas, pero tiene una fuerza de voluntad arrolladora. Ahora, espía a River, después de dejar en el sendero, también, a Racing. ¿Por qué no? El fútbol es tan impredecible como maravilloso.

Siempre, pero siempre, es preferible creer que se puede en todos los frentes. La derrota en algún escalafón, local o internacional, a veces provoca un estímulo renovado en algunos grupos, fortalecidos desde lo físico -también, desde lo psicológico- para transitar un solo camino. Tal vez, es una señal de conformismo, de confort. Los grandes, los que tienen recursos, deben arriesgarlo todo. Siempre, pero siempre.

El caso de San Lorenzo es un espejo para sus colegas de correrías, los de billetera abultada, los de historia generosa, los de equipos de jerarquía. ¿Acaso Boca no habría querido seguir en la Copa Argentina? ¿Acaso Independiente no habría deseado continuar en la Copa Sudamericana? ¿Acaso…? Sí, todos, desean ser como el San Lorenzo de estos últimos tiempos. Tiene, lógicamente, un riesgo mayúsculo: quedarse con las manos vacías por haberlo intentado todo. El recorrido, más allá del último capítulo de la historia, merece ser reconocido, no hay que olvidarse rápido de las propuestas ambiciosas, los que quieren aquí, allá. Y más allá, también.

El Ciclón está afuera de la Copa Argentina. El Ciclón, también, está instalado en las semifinales de la Sudamericana. El miércoles próximo, en Brasil, se medirá con Chapecoense, la revelación del torneo, detrás del sueño que es meta y obsesión: alcanzar otra final internacional. El 1-1 en su casa, sin embargo, lo deja alerta: sus buenas intenciones hace unos cuantos días chocan con el desgaste físico, mental y futbolero, en tren de tres objetivos -ahora, apenas dos- en el mismo espacio de tiempo. Pero depende de sí mismo, como en el largo, interminable campeonato local, que lo descubre en el segundo lugar, detrás de Estudiantes, a cinco puntos del pragmático líder. Nada mal. ¿Cuántos quisieran ser, hoy, como San Lorenzo?

Su capacidad, sin embargo, tiene recompensas externas y huellas internas. Varios intérpretes de una formación que dio espectáculo y cobró dividendos durante un buen tiempo fueron citados para las selecciones. Como ningún otro en nuestro medio. Ni Ortigoza -imprescindible-, ni Más -importante-, ni Corujo -necesario- fueron parte del encuentro en Salta. Belluschi tenía la cabeza en otro asunto -fue citado por el seleccionado argentino- y, en la cabeza de muchos daba vueltas el próximo desafío: Independiente, por el torneo. Con lo mejor de lo mejor. Se entiende, entonces, el desvarío: la ambición de ir por todo juega en las piernas y en la mente.

En ningún momento San Lorenzo fue el auténtico San Lorenzo. El que ataca, el que entretiene. Gimnasia LP entendió perfecto el libreto durante el primer tiempo. Tiene un conductor maravilloso en el arte de la planificación y un grupo de intrépidos con un amor propio enorme. En la anterior etapa, dejó a un costado a Racing.

Un gol de Ibáñez, apenas abierto el salón, transformó la ecuación. San Lorenzo tomó el efecto de la desesperación y el Lobo se calzó el traje de la serenidad. Hubo, eso sí, situaciones de riesgo de todos los colores. Aquí, allá. Carrera, en el amanecer del segundo tiempo, marcó el 2-0 con un corto pase a la red.

No se acabó la historia. Por algo el Ciclón lo quiere todo. Voraz, empató en seis minutos: Blanco, primero, Díaz, después. Lo que siguió fue un festín. Debió ganarlo San Lorenzo, pero este juego es sensacional. Hubo penales, Torrico, un especialista, no atajó ni uno. Gimnasia sigue, San Lorenzo se va. Y que viva el fútbol…

Fuente: La Nación

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