Cuando la ventaja es desventaja: el sábado de Boca fue malo para el domingo de River

River tuvo más motivos para festejar por el penal que el sábado convirtió Romero Gamarra que por lo que vio al día siguiente en el Monumental. A la mano que le dio Huracán no la pudo acompañar con un triunfo propio, que le hubiera dado la posibilidad de superar Boca en el primer puesto si pasado mañana consigue una victoria en Tucumán ante Atlético, en el partido con el que se pondrá al día con el fixture.

Cierta desazón recorrió al final el Monumental, sin llegar al fastidio o la desilusión. Cualquier análisis que se haga no puede dejar de tener en cuenta que Rosario Central fue una oposición bravísima, un obstáculo que hizo más compleja la misión de recortar la diferencia con Boca. El equipo de Paolo Montero, en planteo, actitud y recursos, confirmó los buenos antecedentes que traía. Redondeó un muy buen primer tiempo, en el que hubiera merecido irse al descanso arriba en el marcador. Como era imaginable que no iba a poder mantener la intensidad y el despliegue, en el segundo tiempo aflojó y River encontró algunos espacios y pudo moverse más en campo rival. En los momentos más apremiantes, a Rosario Central lo salvaron un poste (remate de distancia de Driussi), una estupenda tapada de Rodríguez a una definición cruzada de Alario y la falta de dirección de un cabezazo de Driussi dentro del área.

El empate no le cayó mal al desarrollo, ya que ninguno fue claramente superior al otro. Cada uno tuvo sus momentos, que en ningún caso fueron de un dominio abrumador. Se dio una paridad entre los que podrían ser los dos mejores equipos de la actualidad, lo cual no significa que hayan armado un partido de alto nivel técnico o de lucimiento en los jugadores de más calidad ofensiva. El encuentro mantuvo en vilo a todos por lo tenso, disputado y apretado. Desprendió un clima de final, en el que nadie escatimó piernas ni concedió un centímetro. A los 26 minutos del primer tiempo, Rapallini llamó a los capitanes Ponzio y Musto para que se bajaran las revoluciones. Nunca llegó a ser un choque violento o contaminado por la mala intención, pero el árbitro quiso prevenir antes de que fuera tarde. Encima, una cancha húmeda y rápida, primero por el riego y luego por la lluvia, le ponía espectacularidad a algunos cruces.

Progresivamente dio la sensación de que, más por una suma de virtudes, el marcador sólo podía abrirse por un grueso error. Y el que lo aprovechara se llevaría el premio mayor porque fue partido en el que no sobraron las oportunidades de gol. Pero no hubo ningún fallo clamaroso, salvo el del juez asistente Navarro, que marcó dos off-sides inexistentes en la primera etapa, cuando Ruben y Camacho encaraban directo hacia Batalla.

Una pauta de lo que fueron los 90 minutos la da la identidad de las individualidades más destacadas. En el palco 28 del estadio, Jorge Sampaoli habrá comprobado el acierto de la convocatoria de Javier Pinola. En pocos días estará dirigiendo en el seleccionado a un defensor que da garantías. Pinola fue veloz sin perder nunca la serenidad; siempre bien ubicado, estuvo seguro en el corte y en la lucha cuerpo a cuerpo. En la única que se le escapó Alario, el Ruso Rodríguez evitó con una tapada que su compañero quedara expuesto. Hasta en eso funcionó como un equipo Rosario Central.

Desconectado Pity Martínez, intermitente Nacho Fernández, agobiado Rojas porque no podía imponer su pausa y panorama en medio de un ritmo frenético, la usina futbolística de River quedó reducida a su mínima expresión. Mérito de un rival que se paró lejos de su área y ejerció una presión asfixiante con las líneas muy juntas cerca del círculo central. En ese contexto, en el que los laterales Moreira y Mayada tampoco encontraban los carriles despejados para sus habituales proyecciones, el más criterioso y rendidor fue Ponzio. Eficaz en la recuperación y el de mejor visión para encontrar al compañero que estuviera un poco más libre en medio de un enjambre de piernas.

Rosario Central arrancó para ganar y terminó aceptando con agrado el empate. Salió bien parado del Monumental, dio la talla en un compromiso exigente. Consiguió lo que pocos: desactivar el juego de River, incomodarlo y hacerle sentir que también le podía hacer daño. Si en ataque no hizo más fue porque Teo Gutiérrez no exprimió lo mejor de su repertorio, como si se hubiera reblandecido por los aplausos que le dedicaron desde las tribunas por su condición asumida de riverplatense.

Que River tiene una muy buena formación titular no caben dudas. Tampoco las hay sobre el escaso recambio que le quedó en ofensiva cuando es necesario quitar alguna pieza, buscar un revulsivo. Las lesiones de Larrondo, Mora y Alonso redujeron las opciones de Gallardo a la solitaria carta de Auzqui, que ingresó para exigir al lateral Menosse como no lo hacía Martínez. No hizo más variantes Gallardo, y no porque estuviera satisfecho con lo que le llegaba desde la cancha, sino porque al mirar su banco no contaba con material para mejorar lo de adentro.

Es cierto que River dejó pasar una oportunidad, pero más debe lamentarse por los empates de local contra Unión y Sarmiento. Era previsible que Central no se la iba a hacer fácil. Fue un fin de semana en el que Boca y River la pasaron mejor ante el televisor viendo cómo le iba al otro.

Fuente: La Nación

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