«A mí no me tuerce nadie ni nada», el mensaje de un golpeado Bauza

LA PAZ.- La mirada firme, el gesto serio pero no entregado. Sabe que las flechas vendrán por arriba y por abajo, por delante y por detrás. Entonces no demora demasiado: a la segunda pregunta que escucha en la conferencia de prensa del viejo Hernando Siles, Edgardo Bauza torea. «A mí no me tuerce nadie ni nada de lo que dicen. Estoy entero, no me van a quebrar», responde sin pestañear ni bajar el tono de voz. Como si hubiese hecho un curso acelerado de navegación en la tormenta. O uno de parto: la semana que viene cumplirá recién nueve meses a cargo de la selección argentina. El sueño de su vida.

Aunque haya sucedido tres horas antes, parece que fue un siglo que pasó desde el resbalón que se dio al llegar al estadio, que terminó en una risa compartida y comentarios cómplices con Marcelo Tinelli, su sostén, en la puerta del vestuario visitante. Ahora, a Bauza le toca defenderse ante el micrófono porque sabe que al momento delicado que vive el equipo se le sumará un asterisco: la AFA tendrá desde hoy un nuevo presidente, al que apenas conoce. «Me parece bien que revisen mi contrato, hay que revisarlos a todos», suelta una ironía. Muy lejos de él, en espacio y afinidad, está Claudio Tapia, el evaluador. El mismo que, mientras se conocía la sanción a Lionel Messi, elegía subir a su cuenta de Twitter una foto mostrando cómo le cortaban el pelo. Un síntoma de lo patas para arriba que arranca la supuesta nueva era.

Para seguir siendo parte de ella, Bauza deberá convencer a Tapia y su círculo de que él es el más apto para el puesto. Porque el argumento de que tiene contrato vigente, está visto, en el fútbol mundial ya no sirve para nada. Ayer esgrimió como al pasar una razón que, cree, debería darle crédito suficiente para quedarse: «Siento que desde la primera citación hasta hoy ha crecido mucho la relación con los jugadores. Estamos muy firmes», dijo, en el tramo final de una exposición en la que nunca perdió la calma. Ni siquiera cuando tuvo que responder por tercera vez lo mismo: «Me siento bien, sí. Y he sentido el respaldo de los dirigentes. No sé por qué me preguntan tanto por mi continuidad. Los técnicos dependemos siempre de los resultados, en eso no hay nada nuevo».

Durante el partido no se había despegado de la línea de la cancha. Estuvo activo, aprovechó el parate por la lesión de Funes Mori para juntar a Pratto, Enzo Pérez y Roncaglia y darles indicaciones, cuando la Argentina ya perdía 1-0, y no dejó de alentar en el segundo tiempo. A unos metros de la escena, y debajo de la tribuna Curva Norte, Messi seguía todo a través a un televisor instalado en el vestuario. La ausencia del capitán, claro, fue el otro eje de su discurso: «Es lamentable que no pudiera jugar, pero encima no hubo tiempo para trabajar con alguien más. Leímos el informe de los árbitros, pero alguien puso algo para que esto sucediera. Sorprende el tiempo que nos dieron para hacer descargo: sólo media hora para enviar la primera nota, y durante la madrugada, hasta las 4, para hacer la segunda. La FIFA siempre da tiempo para opinar y hacer un descargo… Ya está, la gente de la AFA se está encargando y preparando la apelación», remarcó.

Después esperó que salieran los jugadores del vestuario y estuvo entre los últimos que caminaron los cuarenta metros que separaban la pequeña puerta marrón y el bus que los esperaba en la calle. Tampoco entonces dio muestras de agotamiento o derrota, tal vez para que la imagen sea fiel con lo que acababa de decir.

El DT vivió el desarrollo del encuentro con serenidad, con la templanza de saber en dónde está parado. Su exitoso pasado, en buena medida, lo consiguió en los 2850 metros sobre el nivel del mar de Quito, su segunda casa. El equipo, de a ratos, tuvo aire, también ideas. Pero los goles cayeron como puñales. Se derrumbó el equipo, se derrumbó el Patón. Aunque solo en la intimidad, en el vestuario. Jamás se muestra débil: no es su estilo.

La travesía a Rusia es compleja. Lo fue con Tata Martino, que casi nunca pudo trasladar su discurso al campo de juego y lo es ahora, con Patón, que suele mostrarse erguido, pero está golpeado, solo sostenido por su optimismo a fuerza de todo.

Lo que sigue es tan incierto como el futuro de la Argentina en las eliminatorias. Las operaciones ya circulan: no faltaba ayer aquí quien asegurara en los cuchicheos posteriores a la derrota que Daniel Angelici, el nuevo vicepresidente de la AFA, ya tomó contacto informal con Jorge Sampaoli. «Estamos vivos y con deseos de clasificarnos al Mundial. Vamos a seguir peleando», acentuó Bauza su retórica optimista. Aunque nadie pueda asegurarle ahora mismo que el 31 de agosto, cuando la selección salte al césped del Centenario de Montevideo a jugarse la primera de las cuatro cartas que quedan, será su figura alta la que cierre la fila.?

Fuente: La Nación

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