En el aula-taller de Mecatrónica de la Escuela ORT, sede Almagro, hay un movimiento inusual para un jueves al mediodía. Entre computadoras portátiles, placas de desarrollo, sensores, herramientas y una pizarra llena de anotaciones, un pequeño muñeco de bebé conectado a cables y rodeado de estudiantes parece robarse toda la atención. No se trata de un experimento aislado ni de un trabajo de clase convencional. Es el corazón de NeoRCP, un simulador de reanimación cardiopulmonar (RCP) neonatal creado por cuatro estudiantes de quinto año que decidieron usar sus conocimientos técnicos para resolver un problema real.
“La mayoría de los cursos de RCP están orientados a adultos. Pero la maniobra en recién nacidos es completamente distinta, mucho más delicada, y en general está subrepresentada incluso en los ámbitos médicos”, explica Roni Nomberg, uno de los integrantes del equipo.
La idea comenzó a tomar forma a principios de año, como parte del proyecto anual de la especialización en Mecatrónica. Pero rápidamente trascendió la consigna pedagógica: los estudiantes decidieron enfocarse en un problema con impacto social concreto y, con eso en mente, comenzaron a investigar sobre las herramientas existentes para entrenar RCP neonatal. La sorpresa fue inmediata.
“Los simuladores ya existen, pero son inaccesibles. Cuestan entre 4000 y 5000 dólares. Son productos importados, pensados para hospitales de alta complejidad o universidades, no para jardines, clubes o centros comunitarios”, señala Facundo Sapir. “Ahí vimos una oportunidad: usar tecnología local y de bajo costo para armar algo funcional y accesible”.

El resultado fue NeoRCP, un sistema que integra un muñeco adaptado con sensores de presión, flexión y flujo de aire, conectados a un microcontrolador ESP32. Cada compresión torácica, cada insuflación, es registrada en tiempo real y transmitida a una aplicación para smartphone o a una interfaz web. Allí, el usuario recibe retroalimentación visual y auditiva inmediata: si está haciendo demasiada presión, si no está respetando el ritmo, si el volumen de aire es insuficiente.
“No se trata de reemplazar al instructor humano, sino de complementarlo. Hoy, en muchos cursos, la evaluación es subjetiva. Nosotros queremos sumar datos concretos: cuántas maniobras hiciste, cómo fue la calidad de cada una, en qué podés mejorar”, detalla Matías Schlez.
El sistema, además, genera un reporte automático que puede ser enviado por correo electrónico al instructor o al usuario. Eso permite realizar un seguimiento personalizado, medir el progreso y comparar sesiones.
Trabajo en equipo
El diseño del prototipo fue iterativo: comenzaron con un muñeco comercial al que incorporaron sensores, y luego desarrollaron una carcasa especial para alojar correctamente los componentes. La programación del software fue desarrollada en conjunto por el equipo, que se dividió las tareas según sus intereses y fortalezas. “Fue un trabajo de varios meses, con muchas pruebas y errores. Pero el objetivo siempre estuvo claro: que esto sirva y que sea posible de replicar”, señala Nicolás Chames.

Una de las fortalezas del proyecto es que no se quedó en lo técnico. Detrás de NeoRCP hay una historia de motivaciones personales. “Mi mamá es pediatra, y desde chico estuve rodeado de médicos. A los 9 años hice un viaje al Impenetrable chaqueño con un grupo de oftalmólogos y pediatras. Ahí entendí la importancia de tener las herramientas correctas, incluso en contextos muy adversos”, cuenta Roni.
Ese contacto temprano con la medicina comunitaria se tradujo en un compromiso real. “No nos interesa fabricar en serie ni hacer un negocio. Lo que queremos es que esto llegue a lugares donde hoy no hay acceso a entrenar RCP neonatal. Que sirva en un club, en una escuelita, en un centro barrial. Donde sea”, agrega.
El proyecto cuenta con el apoyo de Rubén Krawicky, director de la especialidad en Mecatrónica de ORT Almagro, quien subraya el valor educativo del proceso. “Este tipo de iniciativas son el resultado de un modelo pedagógico basado en proyectos. Los estudiantes eligen el problema, lo investigan, proponen una solución y trabajan con una metodología muy similar a la del mundo profesional. No es un ejercicio, es una experiencia real de ingeniería con impacto social”, destaca.
Según Krawicky, NeoRCP sintetiza todo lo que buscan fomentar desde la orientación: conocimiento técnico, creatividad, trabajo en equipo y conciencia social. “El dispositivo integra todas las áreas: electrónica, software, diseño mecánico. Pero además hay un sentido ético, una voluntad de transformar la realidad con las herramientas que tienen a mano. Eso es lo que hace que este proyecto sea especial.”
Actualmente, el prototipo está plenamente funcional y los estudiantes ya comenzaron a validar su utilidad con profesionales del área. “Estamos en contacto con instructores de RCP para ajustar el feedback que da la aplicación. Queremos que la información sea útil para quien está enseñando y para quien está aprendiendo”, explican.
El próximo paso es testear el simulador en contextos reales de capacitación. El objetivo es que pueda adaptarse fácilmente a distintas edades y niveles de formación. También se está evaluando la posibilidad de dejar el código en formato abierto o buscar alianzas con organizaciones sociales para su distribución.
“Nos gustaría que NeoRCP esté en cursos de la Cruz Roja, en jardines maternales, en centros de salud. Donde sea que pueda sumar”, dice Facundo. “La idea no es patentar y cerrar. Todo lo contrario: abrirlo para que más gente lo use, lo mejore, lo adapte.” “Ojalá este proyecto trascienda la escuela -reflexiona Rubén Krawicky-. Sería una señal de que estamos haciendo las cosas bien.”
Por Leandro Africano
Fuente: La Nación
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