Hubo un día, hace más de cuarenta años, que España se dio cuenta que no podía seguir así. El franquismo había dejado una inflación galopante que rozaba el 30%, la violencia civil era alarmante, la pobreza crecía y el desempleo había quedado disfrazado de emigración por la violencia del generalísimo. Fueron dos acuerdos concretos para revitalizar la calidad institucional, mejorar la economía, sanear la justicia y el parlamento y asegurar libertad de prensa y prosperidad por décadas. Se juntaron los que querían mejorar el país y dar por terminada la decadencia. Hizo falta altura, evolución, honestidad intelectual y altruismo para un cambio que trascendió el Gobierno, y cambió la historia para siempre del país.
Las PASO quemaron todos los manuales de teoría política escritos. No quedó una conjetura en pie, y la política no vio venir, ni con la mayor inversión, ni con la mejor tecnología, ni con los mejores equipos, lo que sucedió en todo el país. Así quedó patas para arriba toda la dirigencia tradicional, los que creían en triunfos inerciales y basaban en los exitosos aparatos o marcas sus victorias repetidas durante décadas. Nada existe más y en el conurbano, eso que define, mueve y entristece por su presente, se empezó a gestar una idea opositora que prende todas las red flags de quienes ostentan el poder.
Hay una frase que desde las PASO repiten cambiemitas y liberales al unísono sin saberlo: “Hay que hacer patria, es la hora de los patriotas”. Así lo entienden los dos grandes ganadores del súper domingo pasado, Javier Milei y Patricia Bullrich, hoy en posiciones directas a meterse en un balotaje al compás de un proceso inflacionario que deteriora salarios y votos por igual a Sergio Massa. Hay entonces un escenario de desembarco de Gobierno opositor que dirigentes políticos, empresarios y gremialistas dan por descontado en voz baja.

El conurbano cristaliza brutalmente el fracaso de la política de forma transversal y exhibe las peores cifras del país en prácticamente todos las aristas de estudio. La violencia, la pobreza, agresiones sexuales, hacinamiento y falta de estudios, el homicidio y la falta de trabajo sumado al hambre y los pocos baños. Todo se hipertrofia en la zona más densamente poblada de Argentina, donde la alternancia en el poder es poco frecuente, y el caudillismo de derecha, izquierda, radical o peronista, está en crisis pero se resiste a morir.
La pobreza es desesperante en el indómito conurbano, según el propio INDEC, con cifras que ya hoy quedan en sepia. El 48% de los habitantes son pobres y 1 de 10 le cuesta sacarse el hambre, es indigente, y las viviendas indignas son 2 de 10, cuando en la Ciudad es 1,6 de 100. La violencia también exhibe su peor cara, en 2019 los delitos contra la integridad sexual eran 4.243 y en 2021 fueron 19.683. Ese terror no incluye la espiralización de la inflación y el aumento de la pobreza, que genera contextos más inseguros y violentos. Todas las cifras son previas a las últimas dos devaluaciones, con un dólar libre a la mitad del valor actual en torno a los 728 pesos.NOTICIAS RELACIONADAS
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El peronismo en todas sus variantes es el “dueño” del conurbano, gobierna 19 de los 24 distritos y se vio amenazado en las últimas PASO con la irrupción de Javier Milei y la resistencia de Juntos por el Cambio, que no creció pero impuso criterio en tierras de intendentes que no la vieron venir. Hay lugares donde cuando volvió la democracia, en 1983, llegó el peronismo y nunca se fue, cambiaron los nombres y estilos, pero siempre el mismo partido político se hizo cargo del poder.
Los dirigentes que hablan de la hora de los patriotas refieren a dar la batalla por combatir en las urnas el poderío del peronismo en los lugares donde es lo único que se conoce a la hora de gobernar. Hay un par de leading cases que permiten examinar el fenómeno y lo que pudiera suceder si la Moncloa del conurbano se pusiera en marcha, para dar lugar a un cambio de paradigma que ponga en jaque al ego de la casi totalidad de la dirigencia.
Merlo, Matanza, Avellaneda, San Isidro, lugares donde prácticamente no hay alternancia de poder y la embestida opositora dio un batacazo que plantea la obligatoriedad de una Moncloa que permita repensar la arquitectura del poder bonaerense. Los triunfos no son lo que eran, las distancias se acotaron y la oposición dividida le dio oxígeno al repitente conglomerado de caciques históricos.

Hay dos casos que muestran qué podría pasar si la política da un salto cualitativo hacia la evolución de sus distritos. Eduardo Varela es un empresario formado en la UCEDE que formó parte de Juntos por el Cambio hasta que sintió que ya no hablaban el mismo idioma y saltó a las filas de Javier Milei, a quien conoce. Hizo la mejor elección opositora de la historia moderna y quedó a ocho puntos del todoterreno Gustavo Menéndez, condenado por un sutil faltante de dinero cuando dirigía los casinos provinciales. Son 18.472 votos de diferencia entre los votos del intendente y los de Varela.
Acá la cuestión: sumando las dos listas de Juntos por el Cambio, que quedó tercero, no alcanzan a Varela. Esto implica que si hubiera un acuerdo entre Milei y Patricia Bullrich, Merlo dejaría de ser peronista tras cuarenta años de hegemonía total. De eso se trata la Moncloa del conurbano, algo que se replica en casi todos los municipios. La incapacidad de acordar políticas conjuntas, diagramar interbloques en los concejos deliberantes, repartir por idoneidad y capacidad las secretarías y direcciones y dar por terminada una época en la política bonaerense, es el principal nutriente de los llamados barones.
Para eso, los terceros de las listas deberían militar y trabajar en conjunto con los segundos para ganar la cantidad de intendencias que quieran, por el efecto que eso genera en el votante. Si la oposición tuviese esa capacidad, entonces La Matanza podría también dejar de ser peronista, algo que hoy parece de García Márquez.

“Estamos palo a palo con El Dipy, esto no puede estar pasando”, fue la frase que le dijo a MDZ uno de los peronistas que más conoce y recorrió La Matanza, con más de diez años como funcionario público a cargo de contratos millonarios. Son apenas 22.519 votos los que separan al todoterreno Fernando Espinoza del cantante de cumbia elegido por Javier Milei, que más que duplicó a la lista más exitosa de Juntos por el Cambio. La decisión entonces de que La Matanza cambie de signo político ya no es del peronismo, es una decisión personal de Javier Milei y Patricia Bullrich.
Así entonces, el desgaste de Juntos por el Cambio es evidente en distintos distritos por algo que distintos consultores y analistas le confirmaron a este cronista esta semana: el que representa la esperanza y el cambio supo ser el macrismo, hoy ya no lo es. La Libertad Avanza es el símbolo de que las cosas pueden mejorar o romper un paradigma.
Javier Milei tiene en sus manos una situación anómala, sin precedentes. Hizo la campaña más austera y exitosa de la historia, el aparato entonces fue la gente y la política no lo entendió. Los barones y gobernadores pensaron que el hambre podía seguir dominando los sectores más vulnerables, que salieron corriendo con boletas opositoras a rechazar el clientelismo. Milei ganó en la pobre La Rioja, donde con mano de hierro Ricardo Quintela quiso imponer el aparato. Martín Menem impuso criterio con Milei y ganaron y le sacaron más de 15.000 votos a Sergio Massa.
Es el cambio de paradigma, el nuevo aparato basado en la esperanza de cambio y un cambio nodal en el rol del Estado en la vida de las personas que votan. Es una wake up call para la dirigencia que se internó en un internismo que desestimó qué querían los votantes para decidir qué le convenía al candidato y su círculo rojo, hoy ya imperceptible. La toma de decisiones entonces será en el conurbano más sencilla que nunca: una Moncloa para dar vuelta la página y ganar diez intendencias, o seguir dividiendo para que reine el tradicional sistema.
Fuente: Mendoza online
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