Lo peor no había pasado. Cuando Javier Milei partió hacia Córdoba, el viernes, ya era evidente que la crisis cambiaria se estaba acelerando. La tormenta que se posaba sobre la Capital le daba una excusa para no volar y quedarse a monitorear el plan “hay dólares para todos” anunciado por el ministro Luis Caputo. Se negó siquiera a considerarlo: debía cumplir la misión indelegable que se propuso desde que la derrota electoral en Buenos Aires marcó un quiebre en la historia de su presidencia.
“Me puse la campaña al hombro”, dijo al llegar. Reapareció el Milei-profeta de los días felices. El de las metáforas de Moisés y el mar Rojo. El que canta a capela su canción favorita de La Renga y maldice a “la casta”. El que desmiente sus fragilidades con historias autoindulgentes destinadas a alimentar la fe de los creyentes.
Era como una película en la que la imagen no encaja con el sonido. De un lado el despliegue eufórico y optimista del Milei candidato en Córdoba; del otro, un “Panic Show” financiero que movió al Banco Central a desprenderse de 678 millones de dólares de las reservas en solo una ronda. El mercado insensible, otra vez: le hablan con la Biblia y responde con el bolsillo.
El vértigo económico nubla la naciente estrategia de campaña de Milei con preguntas inquietantes: ¿se puede sostener hasta octubre el programa de Caputo?, ¿cómo hará el Gobierno para frenar la salida de reservas?, ¿qué pasa si la demanda no se calma?
Milei y Caputo han blindado el discurso con la premisa de que el plan es el correcto, que está funcionando y que las turbulencias actuales son producto de un “ataque planificado” por el kirchnerismo para perjudicar las opciones electorales de La Libertad Avanza (LLA). Ubican la solución a cinco semanas de distancia: “Vamos a pintar el país de violeta y retomaremos el sueño de hacer Argentina grande nuevamente”.
Por debajo, el oficialismo vive horas de deliberación. Asumen que el mensaje de campaña y las señales de gestión transitan carriles distintos. Milei reflotó la idea de un préstamo del Tesoro de Estados Unidos, poco antes de partir a Nueva York para participar de la Asamblea de las Naciones Unidas. Caputo también habló de gestiones para garantizar el pago de los vencimientos de enero y julio (unos US$9000 millones).
Las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de la semana que empieza apuntan a ofrecer un horizonte después del 26 de octubre. Milei le pone fichas a la conversación con Donald Trump, agendada para el martes. Espera un gesto que conmueva al capital y traiga calma hasta las elecciones.
La presión sobre el dólar refleja la certeza instalada entre los actores económicos de que el esquema cambiario de flotación entre bandas tiene los días contados. La aceleración de las últimas dos jornadas generó una preocupación adicional. Hasta empezó a especularse con un reemplazo de Caputo antes de las elecciones, algo que en la Casa Rosada niegan sin fisuras. Milei lo ratificó otra vez este sábado.https://cdn.jwplayer.com/players/jXrZ0ob2-bWFcPBAT.html
El dilema de los gobernadores
A la incertidumbre económica se suma la expectativa de una reformulación política del Gobierno. Milei tiene que reconstruir un sistema de alianzas que ponga freno a la sucesión de derrotas en el Congreso que se inició en junio cuando decidió desafiar con candidatos libertarios a muchos de los gobernadores que lo habían ayudado a superar su debilidad legislativa de origen.
“¡Jodan todo lo que quieran, los espero el 11 de diciembre!”, había advertido Milei a los gobernadores el 9 de julio, en la prehistoria de este presente angustioso. Los llamó “degenerados fiscales” y pronosticó: “Los vamos a aplastar en las elecciones”.https://cdn.jwplayer.com/players/u7RUJNod-bWFcPBAT.html
Aquel Día de la Independencia, Milei empezaba a meterse en la trampa que hoy habita. La ruptura con los jefes provinciales convirtió al Congreso en un polvorín.
El lunes pasado, con la digestión hecha de la derrota bonaerense, convocó a esos mismos gobernadores a “trabajar codo a codo”. El tiempo perdido en maltratar a los que le ofrecían colaboración ahora tiene sus consecuencias. En el Congreso sigue a toda marcha el festival de los dos tercios, con un oficialismo impotente y el kirchnerismo revitalizado.
Al menos hasta finales de octubre, hay 19 gobernadores que no piensan acercarse a Milei: lo tienen que enfrentar en las urnas primero. En la etapa que viene, que se anticipa tan fragmentada como ahora, cuantos más diputados y senadores tenga un gobernador, mejores serán sus opciones de obtener beneficios para su provincia.
Como a las campañas las carga el diablo, Milei se siente tentado a romper puentes antes de construirlos. En Córdoba trató de “tremendo mentiroso” al exgobernador Juan Schiaretti, que aspira a llegar al Congreso como coordinador de Provincias Unidas, el frente federal que podría tener la llave para definir la aprobación de leyes.
De la autocrítica a la batalla
El despliegue electoral cordobés fue, en cierto modo, una corrección del discurso sobrio que el Presidente difundió por cadena nacional para presentar el presupuesto 2026. Aquella pieza narrativa daba señales de autocrítica después del sacudón bonaerense. Palabras de comprensión a los que sufren el ajuste, llamado al diálogo a los opositores, promesas de mejoras para jubilados, discapacitados y universidades. Un león que hablaba en susurros.
Pero la configuración definitiva del mensaje de campaña terminó de gestarse en las horas siguientes. Si Milei iba a convertirse en el virtual candidato necesitaba retomar la mística de los triunfos anteriores. La campera de cuero, el rugido y la épica del luchador acosado en la batalla del bien contra el mal. Lo que lo hizo distinto, a ojos de su gurú Santiago Caputo.
Así les quedó claro a los candidatos y comunicadores que asistieron a Olivos el jueves a escuchar a Milei contarles por qué y cómo se pondría al frente de la batalla electoral.
Reivindicó todo lo hecho hasta aquí y atribuyó el resultado bonaerense a un “ataque desestabilizador” de los que quieren impedir el cambio. Coincidió con propagandistas oficiales, como Alejandro Rozitchner, que denuncian una supuesta operación del periodismo para instalar la idea de que el Gobierno vive una crisis.
Ante los propios y a puertas cerradas, Milei se declaró al mando de la estrategia política. Fue el modo que encontró para laudar en la costosa división interna entre los seguidores de Santiago Caputo y los de su hermana Karina.
Quiso simular una reconciliación que incluyó la salida de Eduardo Lule Menem de la coordinación de la operación electoral. Se designó en ese lugar a otra karinista, Pilar Ramírez, de mucho mejor trato con Caputo. La jugada quedó a medias ante la airada defensa que ordenó la hermana del Presidente para aclarar que Menem seguía cumpliendo un rol central en el oficialismo. Hay guerra para rato.

La idea de que se va a vender “hasta el último dólar” para defender el techo de la banda de flotación la esbozó primero Milei ante sus candidatos. Caputo decidió verbalizarla esa noche en su habitual participación en el canal de streaming Carajo, sentado frente al influencer Daniel Parisini, alias Gordo Dan. A los productores del programa “Las tres anclas” la realidad los superó. No llegaron a cambiar la cortina inicial, que incluye imágenes del ministro fumando un habano y una canción con frases del estilo “chau mandriles”, “lo lloran los econochantas” y “que siga bajando el dólar”.https://cdn.jwplayer.com/players/Qn1PrT50-bWFcPBAT.html
Milei vio la transmisión desde Olivos y felicitó al ministro por sus expresiones, que compiten en altanería con el “comprá campeón” que pronunció a principios de julio, cuando todo era esperanza.
Retomó el hilo el viernes ante la Bolsa de Comercio de Córdoba, aunque las palabras de Caputo no parecían surtir el efecto buscado en el mercado. El plan es el correcto, insistió Milei. Todo el pánico es político. En octubre el país se pinta de violeta. Vamos a barrer con el kirchnerismo y el Partido del Estado. Vendrán las reformas. Bajará el riesgo país. En 30 años la Argentina será top 3 entre las potencias del mundo.
Corrigió un concepto central de su discurso del presupuesto. “Lo peor ya pasó” se convirtió en “estamos en la mitad del río”. Hay que persistir en este camino contra quienes quieren detener el cambio. “Somos el partido de la esperanza”, es el nuevo mantra. En el entusiasmo de denunciar un complot golpista, recordó a Fernando de la Rúa, cuya caída atribuyó a la resistencia de quienes no apoyaban la reforma laboral sancionada en el 2000.
Encontró una explicación tardía para los audios de Diego Spagnuolo sobre una supuesta red de corrupción que involucra a su hermana. “Están hechos con inteligencia artificial”, sentenció. No aclaró si eso implicaba indultar al exfuncionario, a quien había tratado de “mentiroso” tres semanas atrás.
También se despegó del Gordo Dan por sus dichos aberrantes sobre el senador Luis Juez y su hija con parálisis cerebral. “No puedo hacerme cargo de lo que dice cada uno de los millones de seguidores que tengo”, dijo sobre el propagandista al que tantas veces se abrazó en las buenas. Roma no paga obsecuentes.

Sin miedo a la autocomplacencia, el Presidente le dijo al periodista Sergio Suppo que “tampoco fue tan malo el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires”.
El futuro Congreso
Es cierto que nadie puede descartar una remontada. Pero la votación de Buenos Aires tiene un efecto irremediable: vació de sentido la idea de que un triunfo libertario en octubre acomodará como por arte de magia los desequilibrios económicos que el Gobierno acumuló en función de obtener ese objetivo político.
La cuenta más optimista que hace hoy el Gobierno pasa por superar los 35 puntos a nivel nacional, ganar en la mitad de las provincias y hacer un papel mucho más sólido en Buenos Aires. Traducido a bancas, eso implicaría construir un bloque de 70 diputados propios (hoy son 37). Muchos de ellos entrarían a costa de actuales aliados del Pro (que perderá cerca de la mitad de sus integrantes). En el Senado podría crecer de 6 miembros a 16 en esa hipótesis. Le alcanzaría para un tercio defensivo, suficiente para blindar vetos o evitar un juicio político. No para impulsar un programa de reformas estructurales como el que se comprometió con el FMI.
Incluso si se diera ese resultado positivo para Milei, el kirchnerismo tiene grandes probabilidades de ampliar su bancada en Diputados. Seguramente perderá fuerza en el Senado, aunque sin perder la primera minoría.
La construcción de un oficialismo eficiente requerirá tender puentes con los gobernadores, ahora envalentonados con una construcción propia de cara a 2027. “Las negociaciones, si quieren hablar, pasarán por el presupuesto”, señala uno de los jefes provinciales más activos en estos días en el diálogo con sus pares. El proyecto presentado el lunes nace ajado, con proyecciones que ninguno de los potenciales aliados considera creíbles: inflación del 10,1%, un dólar más barato que el actual a fin de 2026 y un crecimiento de 5% del PBI.
El drama de Milei es que perdió el látigo con el que castigó a los políticos durante más de un año. Se deshizo el hechizo del 55% del balotaje, que el Presidente interpretó como un cheque en blanco para su política de ajuste y un permiso para vapulear a cualquiera que desafiara su criterio. Las alianzas que despreció al subir, se le hacen más costosas en la bajada.
Aun si triunfara, la gestión libertaria enfrenta el reto de revisar sus prestaciones. Necesita un ancla política que extienda el horizonte más allá de la siguiente elección, el inminente vencimiento de deuda, la próxima marcha de protesta. Y tendrá que ajustar la bitácora económica para recomponer la confianza que dilapidó en el camino.
Al más disruptivo de los presidentes lo espera la gris rutina de los gobiernos argentinos: despertarse del sueño de la hegemonía y enfocarse en la batalla cotidiana por la supervivencia.
Fuente: La Nación
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