Después de veinte años, la Ctera se dispuso a instalar una carpa itinerante frente al Congreso. El Gobierno ordenó reprimir a los maestros. Una disputa que anticipa la reedición de una discusión por un país fragmentado.
En 1997, dos años después de la reelección de Carlos Menem el modelo económico empezaba a hacer agua, los efectos del neoliberalismo hacían naufragar las economías regionales y los conflictos se potenciaban. Los maestros habían sido reprimidos por la Gendarmería en Río Negro, Neuquén y San Juan. La Ctera decidió instalar entonces una Carpa Blanca frente al Congreso en reclamo de una ley de financiamiento que permitiera compensar las desi- gualdades cada vez más agudas en un país desmembrado. Durante 1003 días la Carpa Blanca interpeló a una sociedad forjada por la educación pública. Veinte años después, el aggionarnamiento impiadoso de la derecha apela a los gases y los palos para impedir una carpa itinerante.
Ese 2 de abril de 1997, unos pocos acompañaron a los 51 maestros de distintas provincias que empezaron el ayuno. Habían alquilado una carpa y los dirigentes imaginaban que, a lo sumo, pasarían una semana a dieta líquida. A la semana, la represión policial en Neuquén se cobró la vida de Teresa Rodríguez, una trabajadora que quedó en medio de una manifestación docente. Se dispuso un paro general y Carlos Menem calificó de “subversivo” a los maestros. Ernesto Sabato, por entonces el intelectual bien pensante de la Argentina, fue a la carpa y dijo: “Ojalá todos los subversivos sean como éstos. Los subversivos son los que nos gobiernan”.
Entre Ríos 50, la dirección de la Carpa Blanca, se transformó poco a poco en una referencia internacional. El menemismo quedó desconcertado ante una protesta que visibilizaba las carencias reales de una institución sobre la que se construyó la Argentina. El entonces ministro de Economía, Roque Fernández, pugnaba por no poner un peso más y despotricaba contra supuestos “asesores de imagen” que guiaban a los docentes. Ya habían logrado la descentralización de la educación secundaria para aliviar las arcas nacionales. Desde Educación, Susana Decibe creía que podría doblegar una política acordada con los organismos internacionales. Menem jugaba a dos puntas: autorizaba a que se buscaran alternativas impositivas y habilitaba a obstaculizarlas.
La Ctera decidió comprar la carpa. Se vislumbraba un conflicto prolongado. Menem pasó de la descalificación a firmar una solicitada comprometiéndose a destinar recursos para la educación. Una promesa que pareció concretarse y luego se diluyó con la instrumentación de las medidas impositivas propuestas. Más de un memorioso recordará la “oblea” que debía pegarse en el parabrisas como prueba del pago de un impuesto automotor destinado al fondo docente.
Fuente: Página 12

Sea el primero en comentar en "Macri no quiere aprender la misma lección"