“Estoy más preocupado por Boca que por el país”. Mauricio Macri hablaba descontracturado frente a un grupo de jóvenes que dudaban si lo estaba diciendo en serio o como una humorada. Todos prefirieron creer lo segundo. Todavía no se sabía que el xeneize se quedaría sin técnico, pero horas antes el Indec había dado a conocer la espeluznante cifra de que a junio había en la Argentina un 52,9% de pobres y 18,1% de indigentes.
Más allá de las reflexiones de Macri, es una realidad que para el Gobierno de Javier Milei la preocupación por los números de pobreza es proporcional al optimismo que manejan sobre el futuro del país. Cualquier funcionario con el que se hable, sobre todo los que saben de economía, dan por descontado que el futuro es promisorio y que esas dramáticas cifras van a bajar.
La imagen, por más que puedan estar en lo cierto, no deja de ser chocante. Si cualquier turista desprevenido llega a la Argentina no podría entender como se mantiene ese nivel de optimismo. Las jubilaciones licuadas, universidades pidiendo más presupuesto y con docentes que se van porque están un 25% abajo de lo que cobraban en diciembre, la obra pública paralizada, dos de cada tres pibes bajo la línea de la pobreza y casi 3 de cada 10 en la indigencia, una postal de un país en crisis.

Con ese marco de fondo, Macri intercambiaba ideas con dirigentes, empresarios y abogados en el cóctel de la consultora Identia. Economistas cercanos al oficialismo se sumaban al coro de optimistas, para quienes la postal de crisis no sorprende y es producto del descalabro que dejaron Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Lo que se ve, en todo caso, son las consecuencias del shock necesario para salir de la pesada herencia.
Entre los presentes existía una coincidencia bastante generalizada de que se está ante una oportunidad histórica, pero siempre con la sensación de que está todo atado con alambres. No faltaban los críticos, como Teddy Karagozian, el empresario textil, a quien se lo pudo ver en un apasionado debate con el economista liberal Agustín Etchebarne. El primero planteó sus reparos sobre la posibilidad de que lleguen las inversiones como espera el Gobierno. “De afuera están esperando que los argentinos confíen y empiecen a invertir, y eso no va a pasar en lo inmediato”, planteaba Karagozian. Etchebarne, por su parte, se mostraba exultante por ser uno de los pioneros en intentar instalar las ideas del liberalismo económico, incluso antes que Milei. “Yo soy un verdadero liberal, escribí mi libro Revolución Impositiva en 2019”, chicaneó el textil, otrora miembro del Consejo Asesor de Javier Milei.
Fuente: Mendoza online
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