La ex presidenta se reunió con Scioli para dar una señal de unidad en pleno avance judicial

Cristina Kirchner fuera a ser candidata el año que viene, podría decirse que ayer empezó la campaña: en menos de siete horas, la ex presidenta fue a la mediación por la querella civil que le inició a Margarita Stolbizer, encabezó unacto en la villa 31 y se reencontró con Daniel Scioli, después de ocho meses.

La reunión con el ex candidato presidencial del Frente para la Victoria (FPV) es una fuerte señal de unidad al interior del peronismo, en momentos en que un sector del PJ concibe la figura de Cristina como un lastre que hay que sacarse de encima. De una hora de duración, el encuentro se produjo también en momentos en que avanzan causas judiciales contra los dos y luego de que la ex presidenta se solidarizó con Scioli ante la denuncia que le hizo Elisa Carrió.

Según voceros de los dos lados, no se habló de las causas judiciales ni de temas electorales, sino del escenario económico y social del país. «Compartimos la preocupación sobre la situación social», declaró a Radio 10 el ex gobernador bonaerense. «Le pido al Gobierno que fortalezca el mercado interno, es lo que nos va a hacer salir adelante», agregó Scioli, y sostuvo que se proponía «defender derechos, logros y avances». Música para los oídos de Cristina.

Se cuidaron, en una y otra trinchera, de dar precisiones sobre cómo se había gestado el encuentro. ¿Fue a pedido de él o de ella? «Ellos suelen hablar por WhatsApp», dijeron unos. «Venían hablando de juntarse y coincidieron ahora», afirmaron otros, restándole importancia al asunto. No se veían desde el 9 de diciembre del año pasado, cuando Cristina encabezó su último acto en la Casa Rosada.

Hay dos datos que aportan equilibrio. La reunión se hizo en el despacho de Cristina Kirchner en el Instituto Patria y el equipo de prensa de la ex presidenta fue el primero en difundirla. En la foto, que los muestra solos en el escritorio de Cristina, puede verse una revista de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Todo un gesto.

Eso sí, desde el sciolismo aclararon que anoche el ex gobernador tenía una cena con el intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, uno de los máximos referentes del espacio del peronismo bonaerense más lejano a Cristina Kirchner. «La premisa es «vamos juntos, porque si nos rompemos, perdemos», decodificó un dirigente cercano a Scioli. Cerca del ex gobernador destacan que es vicepresidente del PJ y que desde ese lugar se propone conseguir la unidad del partido.

En un tono muy duro contra el Gobierno, Scioli instó al Presidente a «repensar su política económica y a corregir», y negó que él hubiese hecho lo mismo que Macri en caso de haber ganado las elecciones. «Los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. Tanto se ha hablado de divisiones del pasado y ahora hay una supergrieta que se está dando por estas desigualdades», lanzó.

Antes de su encuentro con el ex candidato presidencial, Cristina ya había demostrado que su segundo semestre político no va a ser igual que el primero. La ex presidenta está decidida a levantar el perfil, a ocupar espacios y, a su manera, a conducir al sector que la sigue considerando «la jefa».

A diferencia de las veces anteriores, en esta oportunidad piensa quedarse más tiempo en Buenos Aires y mostrarse más activa. El acto en la villa 31 es la continuación del que encabezó el viernes en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y de uno que planea para los próximos días en el conurbano.

«Si de algo estoy orgullosa es de haberlos empoderado, que nadie les diga que les regalaron nada o que no tenían derecho a tener», dijo la ex presidenta, ante unas 3000 personas, en el cierre del acto en el barrio Güemes, en la villa 31.

Minutos antes había participado, con Oscar Parrilli, Martín Sabbatella y Carlos Tomada, de la inauguración del estudio Néstor Kirchner en Urbana TV, un canal comunitario del asentamiento, creado por un programa del gobierno anterior.

Al margen de los discursos, Cristina dejó claro un mensaje: está de vuelta en la arena política.

Fuente: La Nación