La década perdida

Les juro por lo que más quiero que el viernes a la noche, anochecer argentino, me costaba dormirme. Había decidido apagar el teléfono por miedo a que me llegaran mensajes de los que habitualmente llegan cuando tenés cinco horas de diferencia y alguno te quiere comentar algo o llamar presumiendo que estás despierto porque estás en tu casa. 

Habíamos llegado muy cansados con Naty por un día furioso de caminata por Sorrento. Gracias a que el Gobierno decide no devaluar, sé que puedo darme algunos «lujitos» porque el dólar no se va a disparar. Cuando a la madrugada del sábado enciendo el teléfono, ya que el insomnio me había ganado, empiezo a recibir decenas de mensajes de WhatsApp con contenidos, opiniones y una frase genial de uno de mis amigos que más conocen las entrañas de los actores del poder. «Quedate trabajando de mozo… No vuelvas. Esto no tiene arreglo», me dijo.

Inmediatamente me puse a ver qué de nuevo había pasado. Y tomé nota de que todo se agravaba. En la nota anterior, Relatos de Viajero, ya había advertido la triste impresión que tenía sobre las manifestaciones en la esquina de la residencia «opulenta» de Cristina Kirchner y la descomposición social que se veía desde afuera. Pero el atentado contra la vicepresidenta no hace más que acelerar mi angustia. PUBLICIDAD  

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Al pedido jocoso de mi amigo para que encuentre trabajo acá y me quede, se sumaron los comentarios de los muchos argentinos que nos cruzamos por Italia en el día de ayer. Todos decían lo mismo. Como la grieta gana, todos desconfiaban de lo que remarcan las imágenes. Nadie cree y esto también refleja el estado de cosas. Están los que sostienen una cosa, sin constatar ningún contra argumento, y también los que ya están convencidos que todo lo que surja de las usinas del Instituto Patria es merecedor del más aciago desecho. 

Fuente: Mendoza online

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