Nuestra política exterior

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Una nueva realidad internacional exige repensar y adaptar la política exterior, lo cual no significa hacer tabula rasa de más de 200 años de tradiciones. Por el contrario, ello exige trabajar en el contexto de lo que Carlos Saavedra Lamas, excanciller y primer Premio Nobel de la Paz de América Latina, señalaba como el orgullo de la noble conducta y de las tradiciones internacionales de nuestra patria.

Suponer que una política exterior pueda sostenerse en una diplomacia cuasi personal encarada por el jefe del Estado –soslayando el necesario y positivo aporte de los miembros del Servicio Exterior de la Nación– complica el abordaje de la compleja realidad internacional. Reducir la política exterior de la República al simple alineamiento con dos países amigos, por muy importantes y poderosos que sean, no es una opción válida, ni refleja los intereses y valores argentinos: alineamiento no es política. El mundo no es binario. En un mundo global, los problemas son globales y carecen de pasaporte.

Podremos coincidir con Estados Unidos y con Israel, pero también es necesario hacerlo con BrasilUruguayChile y Paraguay; con los países de la región; con países europeos, africanos o asiáticos. Limitarse a un alineamiento con dos países, condiciona peligrosamente cualquier margen de acción y nos resta autonomía.

La política exterior es la política de Estado por antonomasia y en tal sentido sigue siendo vigente la admonición de Juan Bautista Alberdi: ¿puede un país naciente tener otra política que la exterior?

La política exterior no es una mera sucesión de incidentes. Es la forma en que se entrelazan políticas, en un delicado equilibrio entre los intereses y valores nacionales y las tendencias globales.

La obra de notables hombres públicos como Bernardo de MonteagudoMariano MorenoDomingo F. SarmientoCarlos TejedorBernardo de IrigoyenNorberto Quirno CostaEstanislao ZeballosFrancisco P. MorenoCarlos CalvoJoaquín V. GonzálezLuis María DragoRoque Sáenz PeñaÁngel GallardoHonorio Pueyrredón y,más modernamente, Raúl PrebischAtilio Bramuglia y Arturo Frondizi, son ejemplos de acción e inagotable fuente de inspiración.

La política exterior argentina debe transitar ese camino y promover la defensa de la democracia, los derechos y dignidad de la gran familia humana, trabajando para construir la integración regional. Ningún país puede desarrollarse y prosperar dando la espalda a sus vecinos, y sin fortalecer los mecanismos para el libre comercio e ignorando la globalización y la interdependencia entre las naciones.

El multilateralismo debe ser asumido como una política de Estado, ya que solo una acción en conjunto nos permitirá seguir transitando este complejo siglo XXI con la vista puesta en el legado a las futuras generaciones. El mundo debe invertir en más diplomacia y en la desmilitarización de la diplomacia. La enfermedad del poder, el famoso síndrome de Hubris, tiende a no perdurar toda vez que Némesis lo pone en su lugar una y otra vez. También en política exterior la consigna es trabajar en el presente con la vista en el futuro. Como bien decía Charles-Maurice de Talleyrand Perigordtodo lo excesivo es insignificante.

Fuente: La Nación

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