Las claves de la nueva era Biden en Estados Unidos

Biden finalmente asumió su cargo de presidente de los Estados Unidos. Su discurso inaugural se centró en la unidad nacional, aun sabiendo que será difícil reconciliar a un país dividido entre sus 84 millones de votantes y los 78 millones que obtuvo Trump, en el marco de una sociedad profundamente desigual y muy polarizada. Biden fue apoyado por las élites del establishment económico, político y cultural de las grandes ciudades de los EEUU, que desde hace décadas ignoran las frustraciones y las demandas de sus conciudadanos del interior profundo, cuyos votos, canalizados hacia Trump, expresaron su profundo descontento.

Biden se puso inmediatamente en acción mediante numerosos decretos de necesidad y urgencia (DNU), que antes criticaba en Trump, pero como todos sabemos, “la necesidad tiene cara de hereje”. Pese a su impronta pro-globalista, sus primeras medidas muestran su experimentado oficio político, al haber combinado medidas provenientes de sus propuestas electorales junto con medidas de índole realista y menos ideológicas. Partiendo de su discurso básico de “renovar el liderazgo de USA en el mundo”, obviamente se ocupó de una de sus grandes banderas: en el plano ambiental, un ambicioso plan contra el cambio climático, convocando a una cumbre internacional para el 22 de abril 2021 (Día de la Tierra) y ordenando suspender nuevas concesiones para la explotación de petróleo y gas en tierras y aguas federales, además de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles. Pese a ello seguirá permitiendo la continuidad del “fracking”, técnica de explotación muy criticada por el ala progresista del partido demócrata, pese a que es el sector petrolero que le ha permitido a EEUU salir de la anterior dependencia de las importaciones externas de petróleo y con ello alejarse un poco de los problemas geopolíticos de Medio Oriente. También indicó que aceptará integrar el Acuerdo de París, que Trump había rechazado.

Siguiendo la impronta progresista de los demócratas, en lo referente a los derechos humanos, Biden dijo que iba a reformular la política migratoria o al menos trataría de resolver el problema de los miles de indocumentados que, teóricamente, deberían ser expulsados del país, lo cual provocaría numerosos problemas a familias radicadas en EEUU desde hace décadas. Igualmente revirtió la medida que prohibía nuevos ingresos de personas trans en las Fuerzas Armadas de EEUU. Además, autorizó nuevamente a que empresas dedicadas a promover el aborto fuera de los EEUU, puedan recibir fondos federales; decisión difícil de tomar para Biden, un católico practicante, pero la medida era muy exigida por el ala de izquierda, representada por la vicepresidenta, Kamala Harris, seguramente para mantener integrado al bloque demócrata. Todas estas medidas son mal vistas por la mayoría de los senadores republicanos.

Biden enfrenta un escenario internacional complejo donde China viene creciendo en importancia, aunque tampoco le resulte fácil avanzar, debido a los recelos que produce en muchas naciones. El manejo de la pandemia muestra dificultades en todas las naciones, incluido los EEUU, pese a su poder económico. La pandemia ha desnudado la realidad de cada país, región o ciudad, mostrando virtudes y falencias, grado de organización y capacidad de resiliencia de sus integrantes. También muestra que la tan mentada solidaridad y cooperación internacional existe sólo en las declamaciones y es poco practicada cuando “las papas queman”. Los países poderosos acaparan el 90 % de las vacunas. Las tensiones geopolíticas ocurren no solo entre antagonistas clásicos sino dentro mismo de las alianzas; incluso dentro de las fronteras de la Unión Europea. China y Rusia, basados en su producción de vacunas, despliegan, con mayor o menor éxito, una política de seducción hacia países menos desarrollados, para tratar de incrementar su influencia global. Los alemanes se quejan que, pese su financiación estatal a Biotech N, socia de Pfizer, dichas vacunas fueron primero a Gran Bretaña y a otros países. La Unión Europea se queja que la británica Astrazeneca no les envíe las vacunas contratadas y que éstas se exporten desde su propio territorio. Hasta la Sra. Angela Merkel está siendo cuestionada en Alemania, por ocupase demasiado de Europa y de los emigrantes, antes que de los propios ciudadanos alemanes. El “sálvese quien pueda” predomina por sobre toda otra consideración democrática, ética o de cooperación. Cada vez más el desorden mundial es claramente visible. Al menos en esta etapa las identidades y los intereses nacionales siguen predominando y más vigentes que nunca, ya que sus dirigentes deben responder principalmente a las ansiedades y angustias de sus respectivas poblaciones, antes que a acuerdos globales. Cuando se calmen las aguas, seguramente se volverá a “hablar” de cooperación y solidaridad.

La fase realista de Biden se ha mostrado en los temas productivos, ya que no sólo mantuvo casi todas las medidas tomadas por Trump para favorecer la producción local y el consumo interno, sino que las reforzó con el recordado (por los argentinos) “compre nacional”, dando prioridad a empresas y productos norteamericanos en los contratos con el gobierno federal, por medio del “made in America”, o sea el “America first”, con el claro objetivo de impulsar la producción nacional y salvar empleos industriales, aumentar las inversiones en la industria manufacturera, e intentando ganarse nuevamente a los trabajadores que mayoritariamente votaron a Trump. En términos prácticos se dejó de lado la eficiencia económica (comprar productos extranjeros más baratos) y se asumió la importancia social y política de la eficiencia social (más empleo dentro de las fronteras). Parece que en este tema hay bastante consenso bipartidario; inclusive se ha limitado la posibilidad de que las agencias federales usen lagunas legales para comprar productos hechos en USA, aunque sólo son ensambladas internamente y tienen muy poco valor agregado local. Al menos en lo productivo, las soluciones nacionales (nacionalismo racional inteligente) seguirán más vigentes que nunca, desmintiendo a aquellos que preveían el inicio de una etapa donde se volvía al anterior mundo globalizado, conducido por el mundo financiero, como ocurría en la era Obama.

Por otro lado, el impeachment a Trump parece que no va a prosperar, fundamentalmente porque los senadores republicanos se oponen en masa a tal acción, simplemente por temor a quedar desairados con sus bases electorales, que siguen apoyando a Trump y por otro lado consideran inconstitucional hacer un impeachment a una persona que no está en ejercicio fáctico de la presidencia. Suena a venganza demócrata por la popularidad de Trump y no un real ejercicio republicano.

Relaciones China-EEUU

La política iniciada por Biden para China es la de la “paciencia estratégica”; en la práctica es dialogar más, pero sin dejar de mantener la fuerte presión que se iniciara en la era Trump; sin duda seguirá con intensidad la competencia-conflicto entre EEUU y China, que por ahora no escaló a una dimensión militar. Llamó la atención el fuerte tono de las primeras declaraciones de la vocera presidencial de Biden, la Sra. Jen Psaki: “China se ha vuelto más autoritaria en su país, … desafía nuestra seguridad, prosperidad y valores de manera significativa, … queremos involucrarnos más con republicanos y demócratas y queremos discutirlo con nuestros aliados”. Por su lado el actual Secretario de Estado, encargado de llevar las relaciones internacionales de EEUU, Antony Blinken, indicó en su audiencia de confirmación de su cargo en el Senado que “Trump había hecho lo correcto en adoptar un enfoque más duro hacia China; si bien estoy muy en desacuerdo con la forma en que lo hizo en varias áreas, pero el principio básico fue el correcto y creo que eso es realmente útil para nuestra política exterior”. También Blinken avaló la condena a las violaciones de los derechos humanos, casi un genocidio, contra los uigures, población mayoritaria musulmana de la provincia Sinkiang, al noroeste de China.

La economía de EEUU estará afectada por la enorme emisión monetaria realizada para compensar los efectos de la pandemia; inclusive Biden propone aumentar aún más los montos semanales de ayuda personal. Tradicionalmente la maquinita de imprimir billetes verdes no tenía efectos significativos internos ya que estos eran absorbidos, vía Bonos del Tesoro de los EEUU, por ahorristas externos, como resguardo de valor de economías inflacionarias, o bien para que el capital financiero hiciera negocios muy seguros, aunque sea a baja tasa de interés. Como las tasas fueron llegando casi a cero (y aún negativas en Europa) por el exceso de liquidez financiera, por falta de negocios o proyectos rentables con cierta seguridad, el problema actual para EEUU es que nadie quiera adquirir esos Bonos o sea, absorber el excedente de billetes, volcados al mercado para reactivarlo. En ese supuesto EEUU quedaría comprometido por su manifiesta debilidad estratégica frente a China. Para no llegar a esa situación, le quedará el recurso de comenzar a hacer crecer la tasa de interés, lo que repercutiría negativamente en la velocidad de recuperación de su economía, ya afectada por la debacle económica mundial. Este camino podría inducirlo a acentuar su nacionalismo económico, dado que su mercado interno seguiría siendo uno de los más fuertes del mundo; opciones que dependerán de las miradas de los asesores de Biden.

El conflicto sino-norteamericano seguirá manifestándose principalmente en los campos de la innovación tecnológica (Inteligencia artificial, 5G, comunicaciones satelitales y otras) y en el de la creación del empleo interno. Posiblemente se acentúen las competencias geopolíticas en numerosos espacios globales; todos los países deberán extremar sus precauciones para entender este complejo y volátil panorama, para no terminar quedando en posición “off side” con alguno de ellos, o peor aún, con los dos.

Fuente: Infobae.com     Ricardo Auer

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