La crítica situación de un partido centenario

La extremadamente difícil situación por la que atraviesa la histórica Unión Cívica Radical (UCR) no solo está marcada por haber pasado de poseer 140 diputados nacionales hacia fines de los años 90 a tener apenas 6 en la actualidad. Esta agrupación política exhibe hoy una profunda crisis de identidad derivada de muchos factores externos, pero también de los yerros de su última conducción nacional, encabezada por un dirigente que siempre dejó ver su piel camaleónica, como Martín Lousteau.

Desde hace bastante tiempo, el radicalismo parece ausente de la conversación política. Es probable que esta fuerza política nunca se haya recuperado tras el traspié sufrido por el presidente Fernando de la Rúa, quien debió abandonar el poder en 2001, en medio de una gigantesca crisis socioeconómica y política. Sin embargo, los últimos años profundizaron la confusión sobre el camino que debía seguir este partido que ya tiene 135 años de vida y que tantas contribuciones hizo a las libertades públicas, a la pureza del sufragio y a la incorporación de las clases medias al poder con el ascenso a la presidencia de la Nación de Hipólito Yrigoyen en 1916, sin olvidar el valorable proceso de democratización encabezado por Raúl Alfonsín.

El hecho de que, dos años atrás, los delegados al comité nacional partidario eligieran a Lousteau como su presidente contribuyó, sin dudas, a este derrumbe. Muchos se preguntan todavía cómo pudo ser posible que semejante elección recayera en alguien que, además de haber sido ministro de Economía de Cristina Kirchner y autor de la nefasta resolución 125 contra el campo sobre las retenciones móviles a las exportaciones agrícolas, nunca fue considerado radical. Más adelante, Lousteau fue protagonista de un histórico desplante al entonces presidente Mauricio Macri, cuando renunció súbitamente a su cargo de embajador en los Estados Unidos, poco antes de un viaje del primer mandatario a ese país. Sus últimos tiempos como legislador nacional por la UCR no fueron menos lamentables: fue desautorizado por sus compañeros de bancada en el Senado y hasta inspiró en la Cámara de Diputados un bloque con su sello interno que ni siquiera contenía a legisladores del partido que él presidía.


El radicalismo se debe un serio debate en pos de avanzar en la construcción de una propuesta moderna


Si Lousteau llegó a presidir la UCR fue por la influencia de controvertidos dirigentes con peso en la estructura partidaria como Emiliano Yacobitti y Daniel Angelici. La reciente elección del joven intendente de Venado TuertoLeonel Chiarella, representaría una continuidad en la línea definida por esas mismos figuras.

Chiarella, con 36 años de edad, se ha convertido en el presidente más joven en la historia del radicalismo. Conduce los destinos de aquella intendencia de la provincia de Santa Fe desde 2019 y fue reelegido en 2023 como jefe comunal con nada menos que el 83% de los votos. Su gestión se ha caracterizado por el superávit fiscal y por su liderazgo en materia de innovación y utilización de la tecnología en el municipio. “Cuando no se roba, los recursos alcanzan”, fue una de sus frases de cabecera.

En el actual contexto de fragmentación partidaria y de desilusión general con las fuerzas políticas, caracterizadas en muchos casos por su irrelevancia, resulta difícil que el nuevo titular del comité nacional de la UCR pueda lograr una síntesis de los distintos sectores internos.

El radicalismo se debe un serio debate en pos de avanzar en la construcción de una propuesta moderna que, sin renegar de sus históricos principios, aliente la libertad en su sentido más amplio y defina una posición sobre el papel del Estado. La idea que vienen promoviendo algunos de sus dirigentes en el sentido de que debe haber tanto mercado como sea posible y tanto Estado como resulte necesario podría señalar una línea que ayude a acercar posiciones con el oficialismo, sin ser presa de este, y a definir una política de alianzas con otras agrupaciones comprometidas con las ideas republicanas.

Fuente: La Nación

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