El histórico aval de Trump a la Argentina

Las dos semanas previas al 22 de septiembre se vivieron con la creciente preocupación de estar frente a una corrida cambiaria. La decisión del Gobierno de disponer de la totalidad utilizable de las reservas para mantener la cotización del dólar en el límite de la banda se mostraba insostenible por la magnitud de las ventas requeridas diariamente. En la memoria de los argentinos esto llevaba a una devaluación y una crisis política.

Esta circunstancia se producía en un marco macroeconómico que, visto en su conjunto, no parecía dar motivo a una crisis de confianza de tal magnitud. Sin embargo, algunas de sus debilidades se potenciaron cuando varios hechos políticos sembraron dudas sobre la gobernabilidad. El equilibrio fiscal, principal logro de la gestión de Javier Milei, fue puesto en riesgo por la sanción de varias leyes y el rechazo de los vetos con los que se intentó evitar su vigencia. A ello se sumó la derrota en las elecciones legislativas bonaerenses por un margen muy superior al esperado. Este evento electoral se nacionalizó a pesar de que solo alcanzaba a cargos provinciales. Lo cierto es que generó pesimismo en quienes esperaban un fuerte crecimiento de la representación parlamentaria oficial luego de las próximas elecciones.

La corrida cambiaria alimentó los malos pronósticos que incluyeron vaticinios, algunos con indisimulable entusiasmo, de caída del gobierno. La expresidenta Cristina Kirchner, desde su prisión domiciliaria, difundió irresponsablemente por X una temeraria sentencia: “¡Che Milei, qué olor a default!”. Desde otros flancos, inclusive antikirchneristas, se intensificaron las críticas al Presidente, desvalorizando o ignorando sus logros y amplificando sus errores.

Sin duda, Javier Milei aportó material para despertar esas críticas. Sus modos y su manejo político ahuyentaron apoyos, tal como se comprobó en los resultados electorales de las provincias de Corrientes y Buenos Aires. Sus ofensas gratuitas a personas e instituciones tuvieron un costo elevado en el distanciamiento de gobernadores y en las derrotas parlamentarias. Pero debe decirse que tanto en el voto de los legisladores de los partidos que le habían sido afines, como en los posteriores reordenamientos políticos, se privilegiaron intereses y sentimientos personales y de facción sobre las necesidades del país. A calificadas opiniones les faltó ponderación y una visión más comprehensiva y equilibrada. En ellas parecía no considerarse que este gobierno ha concretado logros muy importantes en el plano fiscal, el combate a la inflación, la caída de la pobreza, la desregulación y la seguridad.

La corrida sobre las reservas solo podía ser detenida mediante un golpe de confianza. Este se logró mediante dos acciones de impacto inmediato. Se llevaron a cero las retenciones a las exportaciones de granos hasta que se acumularan 7000 millones de dólares -objetivo alcanzado en solo tres días- y las de carnes hasta el 31 de octubre. Obviamente, se cortó el drenaje y el Banco Central se pudo hacer de dólares, acrecentando las reservas y disminuyendo el riesgo de su agotamiento. Pero el impacto sobre la confianza se multiplicó cuando el gobierno de los Estados Unidos se comprometió a asistir al de la Argentina en sus necesidades de pagos y en la defensa de sus reservas. Este apoyo, que había sido informalmente prometido por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, en una visita a nuestro país, fue rotundamente confirmado por el presidente Donald Trump el martes último en Nueva York, durante el encuentro que mantuvo con Milei y el ministro Luis Caputo.

Los mercados reaccionaron positivamente y en forma inmediata. El riesgo país cayó más de 500 puntos básicos en correspondencia con la valorización de los bonos soberanos. Las acciones de compañías argentinas recuperaron los valores que habían perdido anteriormente. La cotización del dólar cayó a los niveles de dos meses atrás y las tasas de interés comenzaron a bajar. Volvió la calma y desaparecieron las presunciones de una crisis destructiva del Gobierno. El monto de la ayuda se estableció en 20.000 millones de dólares que estarán disponibles el 24 de octubre. El procedimiento por aplicar estará condicionado a que no se requiera aprobación parlamentaria y que se concilie con las normas de ambos países.

La angustia se ha disipado y han desaparecido los pronósticos de una crisis política inminente. La oposición kirchnerista y la izquierda emergen con consignas del tipo “Patria sí, colonia no” o “Braden o Perón”. Otras voces más moderadas dejan ver su disgusto preguntando cuál será el costo de este favor. Lo cierto es que el apoyo del presidente Trump está en línea con el trato especial que ya le había dado a Milei en más de una oportunidad. Se trataría de una retribución por el acompañamiento que el presidente argentino le dio en los temas internacionales, incluyendo las votaciones en Naciones UnidasLa Argentina se presenta como un aliado de los Estados Unidos en una región en la que prácticamente el resto de los países están gobernados por críticos de su presidencia y de su política exterior. Más allá de las ideologías y los sentimientos, esta suerte de blindaje contra una crisis que podría haber producido un enorme daño a nuestro país, pasa al haber de Milei.

Sin inminencias angustiantes, es hora de reflexión. El presidente Milei deberá enmendar su comportamiento asumiendo la responsabilidad y el deber del honor del cargo que ocupa. Este cambio debería comenzar por un pedido de perdón a todos los que fueron agraviados. Las denuncias de corrupción deben ser investigadas a fondo por la Justicia con pleno apoyo del Ejecutivo, cualquiera que sea el resultado. Sobre la base del Pacto de Mayo, debe recomponerse un acuerdo político entre las fuerzas democráticas y afines a las ideas de la libertad. Sobre esta base deberá asegurarse la ejecución de las reformas pendientes o aún incompletas. Esto requerirá de mayores esfuerzos en la construcción de consensos con las otras facciones políticas, entendiendo que estamos frente a una oportunidad cierta de transformación, Deberá evitarse la búsqueda de atajos al poder destruyendo al que lo ejerce. Similar exigencia patriótica cabe para los grupos corporativos que, por sostener o recuperar privilegios, pueden transformar en fracaso esta oportunidad. Debe primar la mesura junto con un espíritu constructivo que aleje cualquier nueva amenaza a la estabilidad.

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