En pocos temas como el drama del narcotráfico y su implacable avance, especialmente sobre los barrios y las familias más vulnerables, la Iglesia ha salido con los tapones de punta. Una sensación de desprotección generalizada sobrevuela tras el impacto del triple crimen que segó la vida de las jóvenes Morena Verdi, Brenda del Castillo –ambas de 20 años- y Lara Gutiérrez –de apenas 15 años-, en un hecho tan macabro y doloroso como desgarrador.
Distintas expresiones de la Iglesia, desde los obispos de San Justo y de Quilmes a los curas de villas y barrios populares, denunciaron la existencia de “zonas liberadas a merced de los narcos” y una cultura de “destrucción, delincuencia y criminalidad”. Un panorama que confirma la preocupante descripción de que “el narcotráfico está despenalizado de hecho” en la Argentina.
La Matanza tiene el triste récord de ser el distrito con mayor tasa de homicidios en la provincia de Buenos Aires
Una de las voces más enérgicas en estos días fue la del obispo emérito de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, quien animó a la sociedad a “salir de este infierno”, en un mensaje transmitido frente a camaristas, jueces de primera instancia y fiscales que participaron del encuentro de la Pastoral Judicial. Fue en una convocatoria del obispo de San Justo, monseñor Eduardo Héctor García, destinada a encontrar caminos que permitan salir de la grave amenaza marcada por el cóctel explosivo de la marginación social, el delito y la violencia.
“Tenemos que salir de este infierno y lo vamos a hacer”, dijo Ojea, al denunciar que varias zonas de las periferias fueron “abandonadas por el Estado”. El expresidente del Episcopado pidió que la Iglesia y el Poder Judicial puedan recrear una confianza mutua y “encontrarse en el territorio” para evitar que cada vez más personas terminen inmersas “en esa espiral en la que lo único que se busca es aniquilar, atropellar y anular”.
La reunión entre obispos, sacerdotes, jueces y fiscales se desarrolló en el Polideportivo San José, en el corazón de La Matanza, a diez cuadras de los monoblocks situados en la localidad de La Tablada en el que vivían las jóvenes brutalmente asesinadas. Hubo coincidencias en que la escalada de violencia en las poblaciones más humildes cruzó un límite y generó un grito de dolor y un clamor de urgente justicia. La Matanza tiene el triste récord de ser el distrito con la mayor tasa de homicidios en la provincia de Buenos Aires, según datos de la Procuración General de la Suprema Corte de Justicia bonaerense. Un encuentro similar entre referentes de la Iglesia y el Poder Judicial se hará el 8 de noviembre próximo en Rosario, otra zona donde el avance narco no encuentra límites.
El avance del narcotráfico no es un problema novedoso. Ya en 2014 el papa Francisco advertía que “la droga es una herida en nuestra sociedad, que atrapa a muchos y hiere a familias enteras”
En el mismo foro se pronunció en forma contundente el obispo Eduardo García, quien hace once años transita las calles de distintos barrios de La Matanza. Hizo una fuerte referencia al triple crimen y a sus presuntos autores, y llamó a que no decayeran los esfuerzos tras la detención del narco de 20 años apresado en Perú y conocido como Pequeño J. “Todos sabemos que esto es parte de una cadena que no termina ahí. El culpable está más arriba y hay que tener coraje para seguir buscando, caiga quien caiga”, exigió el obispo.
El flagelo del narcotráfico y el crimen organizado también fue abordado el último fin de semana por el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, quien participó como un peregrino más de la marcha al santuario de Luján. Reiteró que casos como el del triple crimen suceden cuando el Estado se retira de los barrios. “Es la expresión de todo un submundo ligado a drogas, violencia y comercio de armas que sale a la luz con hechos tan desgraciados como este. Es una problemática de toda nuestra Argentina”, dijo, al insistir sobre el avance del “narcoestado”.
La Iglesia viene expresando su preocupación por la descomposición del sentido de comunidad en las propias parroquias, clubes, movimientos, sociedades de fomento y centros de salud, fenómenos que vinculan con el cierre de comedores, la eliminación de planes sociales y el abandono de obras en barrios populares, entre otras políticas públicas en crisis.
El avance del narcotráfico no es, sin embargo, un problema novedoso. Ya en 2014 el papa Francisco advertía que “la droga es una herida en nuestra sociedad, que atrapa a muchos y hiere a familias enteras”. Una definición que los obispos de Corrientes acaban de reactualizar ante la ley de narcomenudeo aprobada recientemente en la provincia.
Urge que la Justicia actúe con celeridad y transparencia, sin margen para la tolerancia o la corrupción
La ley provincial, advirtió la Iglesia de Corrientes, requiere de inversiones para atender en forma integral a las personas con problemas de consumo y la creación de estructuras que hagan posible su cumplimiento. “Deseamos que esta ley no se contente solo con atrapar al más débil y vulnerable, sino que logre desenmascarar y poner en evidencia cualquier tipo de impunidad”, alertaron los obispos. A ello se suma, no solo en Corrientes, sino en todo el país, la necesidad de que la Justicia actúe con celeridad y transparencia, sin margen para la tolerancia o la corrupción, y que este hecho no quede impune como el de la niña Candela Sol Rodríguez, asesinada en 2011.
En una audiencia celebrada el 26 de junio pasado, en una jornada internacional de lucha contra las drogas, el papa León XIV hizo un llamado urgente a combatir a quienes negocian con las adicciones. “Existen enormes concentraciones de intereses y organizaciones criminales generalizadas que los Estados tienen el deber de desmantelar”.
fuente: La Nación
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