La presencia de los teléfonos celulares en las aulas sigue sobre el tapete. Cada vez son más los hallazgos científicos sobre los perniciosos efectos que tienen en la salud mental de los más jóvenes tanto el uso prolongado de celulares como de tabletas.
La utilización continua de estos dispositivos puede producir estrés, ansiedad, depresión, problemas de sueño, adicción, inseguridad, impulsividad, falta de relacionamiento interpersonal, agresividad y pensamientos suicidas. El término “nomofobia”, acuñado en los últimos años, define el miedo a quedar desconectado.
La presencia durante la jornada escolar de estos dispositivos, que contribuyen al desarrollo de comportamientos adictivos, reduce también la cantidad y calidad de las interacciones sociales, disminuyendo el interés por la actividad física, incrementando el bullying y el cyberbullying, además de generar una disminución importante en el rendimiento académico.
Las escuelas públicas de todo Estados Unidos están adoptando medidas cada vez más drásticas en un intento por apartar a los jóvenes de sus teléfonos. Legisladores y líderes argumentan que se necesitan restricciones más severas, pues el uso desenfrenado de las redes sociales durante las clases amenaza la razón de ser de las instituciones pedagógicas y la disciplina que debe prevalecer en los establecimientos educativos para el normal desenvolvimiento de las actividades.
La conducta de tolerancia cero con el uso de celulares en las aulas puede parecer dura, pero es la respuesta más sensata para evitar distracciones
En nuestro país son muchos los establecimientos educativos que tomaron la decisión de dejar fuera de las aulas los celulares con resultados positivos. Es, por ejemplo, el caso del Colegio San Andrés y, más recientemente, de la Escuela Argentina ORT. Algunos han instalado lockers para que los alumnos guarden allí sus teléfonos antes de ingresar a la clase, y no faltan aquellos que están anunciando restricciones para el año que viene.
El Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2023, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), sugiere analizar los efectos en la educación haciendo foco en los resultados del aprendizaje y no en el aporte tecnológico. En 14 países se ha concluido que el simple hecho de tener cerca un dispositivo móvil distrae a los estudiantes y produce un efecto claramente negativo en los aprendizajes.
Es cierto, sin embargo, que satanizar celulares y redes solo puede incentivar su uso. Ante la obsesión por permanecer conectados permanentemente es imperativo que las familias se unan al esfuerzo de limitar y demorar tanto como sea posible la entrega de dispositivos móviles a los niños y jóvenes, regulando de manera aún más estricta el acceso a las redes sociales y ayudándolos a desarrollar mejores hábitos en línea.
De ninguna manera se puede cuestionar que los estudiantes concurran a las escuelas con teléfonos celulares, pero sí que los mantengan activados durante el dictado de clases, salvo cuando puedan ser empleados para alguna actividad académica en particular bajo la supervisión del docente.
La conducta de tolerancia cero con el uso de celulares en las aulas puede parecer dura, pero es la respuesta más sensata para evitar distracciones que afectan el rendimiento académico de los estudiantes.
Fuente: La Nación
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