De sorpresa, esta semana el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció una nueva baja de las retenciones al campo. Sin otro recurso que su cuenta en la red social X, el funcionario del gobierno de Javier Milei dio en la tecla de lo que quieren escuchar, desde hace años, los productores: que haya una baja constante, hasta su eliminación, de los siniestros derechos de exportación instaurados en 2002 por el expresidente Eduardo Duhalde.
Han sido 137.500 millones de dólares desde entonces, según un relevamiento de la consultora Agritrend, los fondos que aportó solo el complejo granario por ese tributo puesto en un contexto de crisis y que, lamentablemente, no solo nunca se quitó, sino que se fue incrementando. Otros estudios hablan de una contribución mayor: la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) la ha cuantificado, con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 227.246 millones de dólares, considerando el concepto de detracción al productor argentino. Si bien este monto es fundamentalmente por retenciones en general, la cuenta es el resultado, explicaron, de lo que el Estado le detrajo a los productores, sumando aportes y restando detracciones sobre los ingresos. El populismo kirchnerista usó al campo como caja para no enfrentar el déficit fiscal crónico del país, que él mismo generaba y que sumó con creces.
Con una visión opuesta, Caputo, como otros funcionarios y el mismo presidente Milei, han dicho que las retenciones son un impuesto que no debería existir. Ha tenido, no obstante, idas y venidas: al principio de su gestión, con la primera edición de la Ley Bases las quiso aumentar. Solo el freno del campo, gobernadores de las provincias agrícolas y de diputados detuvieron esa infeliz iniciativa. Hace un año, en tanto, mandó a un productor a “seguir viendo Chapaleufú [el equipo de polo] y corriendo carreras” cuando en X le reclamó por los Derechos de Exportación (DEX).
Ante el pedido del agro por un cronograma con plazos para una eliminación, Caputo nunca mostró sus cartas, pero fue procediendo con gestos. El año último, por ejemplo, se eliminaron las retenciones a la carne de vaca que va a China (los DEX persisten en la carne de novillo) y a los lácteos de manera definitiva.
Este año, el Gobierno fue una montaña rusa en la materia: en enero anunció una rebaja temporal hasta junio por la sequía, luego aumentó los DEX a su nivel anterior; después, en plena Exposición Rural de Palermo, con Milei en el palco, las rebajó. A posteriori, las suspendió por completo durante tres días en septiembre para que entraran 7000 millones de dólares y, ahora, introdujo otra reducción.
Aunque en esta oportunidad la baja es exigua, solo dos puntos en la soja, a 24%, y un punto en el maíz, a 8,5%, se valora el gesto. Por más que Caputo no muestre las cartas sobre los tiempos hacia adelante, el anuncio ya ha cambiado el humor a los productores: ellos están convencidos, como manifiestan muchas voces, de que hay un camino marcado al cual quieren aferrarse y creer.
Esperan que en algún momento se terminen tantos años de un impuesto que no tiene ninguno de los países competidores de la Argentina. Brasil, sin ir más lejos, nunca castigó a sus exportaciones aun con gobiernos de izquierda, como el de Lula da Silva. Por ese motivo, entre otros, el país vecino se convirtió en el principal productor mundial de soja. Decenas de ciudades del centro oeste brasileño que antes eran prácticamente páramos se han desarrollado al calor de la pujanza del agro.
La Argentina, en cambio, según lo han revelado numerosos estudios, tuvo en las retenciones un freno a su desarrollo productivo. Y los recursos que se le quitaron al campo no han regresado ni en mejor infraestructura ni servicios. Además, la evidencia demuestra que, sin impuestos distorsivos como los DEX, se incrementa la inversión en insumos para cultivos como fertilizantes, maquinaria agrícola y semillas de alta tecnología, lo que provoca un aumento de la producción y de la actividad económica de las regiones vinculadas con el campo, muchas de las cuales están padeciendo crisis importantes.
En plena campaña, una rebaja aún mayor hubiera mejorado aún más los márgenes para los cultivos que hoy lucen magros en varias regiones agrícolas, sobre todo en las zonas alejadas de los puertos y en tierras alquiladas. La competitividad del sector no puede estar ligada a un tributo que no tiene ninguna contraprestación y es netamente un impuesto al precio.
El gesto de Caputo va en línea con otras actividades a las cuales también se le fueron quitando o eximiendo de carga impositiva. La Argentina, se ha dicho, tiene un potencial que ya es realidad con Vaca Muerta. Que el gesto del ministro tenga continuidad para terminar de sacarle el pie de encima al sector más pujante del país: el campo.
Fuente: La Nación

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