Los dilemas de qué registrar por escrito y qué y no, además de cómo conservar esa información almacenada, que sea accesible y que se sepa quién es el autor y de qué temas habla, hunden sus raíces en tiempos remotos. Esas encrucijadas, que siguen hoy más vigentes que nunca, en tiempos de sobredosis de datos, noticias falsas e incertidumbres sobre qué sobrevivirá en el futuro de todo lo que está solo en la web, son revisadas por el ensayista italiano Filippo Ronconi, en Los orígenes del libro. Metamorfosis de un objeto desde la Antigüedad hasta la Edad Media (Ampersand).The fleuron: A journal of typography. Foto: editorial Ampersand redes sociales.
Historiadores, bibliotecólogos, periodistas en una primera línea; pero también escritores, especialistas en educación, filósofos y todo aquel interesado en conocer y reflexionar sobre cómo se registraba y por qué lo que sucedía en la Grecia antigua, en el Egipto alejandrino, en la Constantinopla imperial o en un monasterio lombardo del siglo X, son los lectores ideales de esta obra.
Pero no solo para iluminar ese aspecto de un período de más de mil años, sino porque aquella puede aportar indicios para repensar cómo conocemos y registramos el mundo hoy y cómo organizamos la información recolectada, en épocas de relativismo extremo, de ignorancia militante y con buena parte de la producción intelectual hasta ahora humana anudada a soportes impalbables o frágiles
Un manuscrito etrusco hecho en lino, que contaba los sacrificios que debían hacerse durante el año, y que data del siglo II A.C; tablas de madera encerada con anotaciones en copto y griego, de las primeras décadas del primer milenio de la era cristiana; un fragmento de un códice de pergamino que contiene versos de la Eneida, de Virgilio del siglo IV; el Salterio (nota del r: libro de salmos o breviario) de Basilio II de finales del siglo X; un manuscrito del siglo XIV que conserva la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford; en distintas superficies sobreviven los signos con los cuales en todo el Mediterráneo antiguo y medieval se buscó fijar conocimientos para que no se evaporaran si dependían solo de la oralidad.
La peregrinación intelectual de Ronconi anota como una de las vigas de su trabajo a la Grecia antigua, y en especial analiza cómo, desde el siglo IV antes de Cristo, el libro se vuelve, impulsado por los distintos reinos helénicos, una herramienta de lucha política, una memoria individual y colectiva y un objeto de estudio. Es la época en donde la adopción del rollo de papiro egipcio se vuelve el soporte rey
La importancia de las bibliotecas de Alejandría y de Pérgamo, rivales durante siglos, es otro de los elementos destacados en la obra. En particular la primera, recuerda Ronconi, provocó una gran producción de investigadores en campos tan variados como matemáticas, literatura, cartografía y astronomía. En ese sentido, el recuerdo de la Biblioteca de Alejandria dialoga con otras obras recientes que la rescatan, como La biblioteca perdida, de Luciano Canfora (FCE) y De los mundos letrados a los lugares de saber, de Christian Jacob (Ampersand).
Por supuesto, buena parte de la población durante siglos se mantenía sumergida en el analfabetismo; pero aún así rollos y luego códices también provocaban efectos en quienes no sabían leer, ya fuese porque accedían a su contenido en lecturas públicas en voz alta o porque esas obras se volvían objeto de adoración, como símbolos de un poder especial
El libro bucea tanto en las técnicas de producción de escritos como en las necesidades intelectuales que aquellas buscaron satisfacer. Además, el análisis cose la historia de la evolución de los soportes con los cambios culturales y políticos de las áreas geográficas involucradas. Papiros, maderas, pergaminos, tablas de cera, piedras, códices, rollos, son expresiones de inquietudes sociales de corto y largo plazo, y al mismo tiempo retroalimentan a estas.La noografía: revista mensual dedicada a la imprenta, a la librería y a las demás artes gráficas. Foto: editorial Ampersand redes sociales.
Por otra parte, Ronconi resalta cómo los distintos formatos coexistian, hasta que alguno predominaba sobre el otro, como el códice, que termina imponiéndose sobre el rollo. A su vez, este se mantiene para ciertos rituales y otras prácticas religiosas, como vale para el caso de la Torá. Uno puede conjeturar que el diploma enrollado, tan presente en todas las universdades del mundo, recoge ese prestigio que viaja desde tiempos antiquísimos.
Otro papel importante que cumple Los orígenes del libro es rehacer las condiciones de producción de los distintos soportes en los que se plasmó la escritura, ya fuesen los “políptipos” de madera en Roma, los ya mencionados papiros egipcios o los pergaminos. Estos últimos materiales, al estar más disponibles que las plantas que venían del Nilo, facilitaron la multiplicación de rollos y códices, porque ya no había que depender de los barcos que cruzaban el Mediterráneo desde el norte de África.
Cuando la elaboración de manuscritos se concentró en los monasterios, todas las fases de la producción orbitaban alrededor de ellos; allí se producia la materia prima del soporte, el pergamino, se transcribía la obra y en varios casos se encuadernaba, se guardaba y se podía consultar. Todo en un mismo micromundo. Así, “los miembros de un mismo monasterio eran pergamineros, copistas, iluminadores, encuadernadores y lectores”, dice Ronconi.
Otro hallazgo de este ensayo es darle espacio a los “artesanos responsables de transformar las materias primas en soportes en los que escribieron los textos”. Autores y copistas se suelen llevar la luz de la academia cuando se investiga la historia del libro, lo cual es más que justificado. Pero poco se sabe de quienes efectivamente producían el papiro y el pergamino para que una obra de Diodoro de Sicilia o una nueva copia de Aristóteles evitara el olvido.
Esta invisibilzación en parte obedece a que para los voceros de la cultura escrita los oficios “serviles” eran poco dignos, y quienes convertían plantas en hojas para manuscritos, o pulían pieles de cordero con el mismo fin, “eran ajenos” al mundo letrado.Bulletin officiel de l’Union Syndicale des Maîtres Imprimeurs de France. Foto: editorial Ampersand redes sociales.
Por lo tanto, hay pocas fuentes disponibles para analizar la vida laboral de esas personas y cómo eran los procesos concretos de elaboración de los materiales que después permitían la inmortalidad de obras de poetas, historiadores y reyes. De los “tablettieres” franceses, que fabricaban tablillas de madera sobre las que se podia escribir, Ronconi destaca algunas caracteristicas del oficio y de su organización. De la fabricación de papiro dejó escrito con abundancia Plinio El Viejo, ¿pero quiénes eran y qué decían los que hacían ese proceso? En cuanto al pergamino, como la masificación de su uso coincidió con una mayor alfabetizaciòn, hay más testimonios, pero, ¿quiénes eran y qué pensaban los obreros pergamineros del Monasterio de Corbie, Francia, activo en 822?
El libro intencionalmente no profundiza ni en quiénes financiaban las obras ni es los que las “diseñaban”, función esta última que se superponía en la persona del copista en muchas oportunidades. Ronconi explica esta decisión en base a que centrarse en los financistas o quienes reaizaban tareas de compaginación, al realizar tareas sobre libros puntuales, hubiesen impedido hacer generalizaciones. Tampoco se aborda el estudio los lectores reales, más allá de que hay alusiones y de que el autor reconoce la importancia de esa categoría.
Es, como indica el título, un estudio de la metamorfosis de este objeto aún hoy apreciado, al punto que algunos intelectuales que juegan a soslayarlo o que se desviven elogiando las virtudes reales o imaginarias del universo digital, se desviven por publicar sus obras en este formato tangible y más perdurable que un tuit.
Los orígenes del libro. Metamorfosis de un objeto desde la Antigüedad hasta la Edad Media, de Filippo Ronconi (Ampersand).
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Fuente: Clarin.com
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