La necesidad de una Argentina mínimamente democrática

La ética es eso que rige nuestras costumbres y hábitos, actos, que nos incomoda cuando pasamos un semáforo en rojo, evadimos impuestos, robamos o matamos; es ir a contra mano de lo que corresponde, de lo que sabemos que está mal. El país empieza a pensar hoy qué es parte de la solución y qué parte del problema, y en eso hay un debate ético que cobra relieve y expone a muchos. Nuestra democracia está visiblemente golpeada, maltratada por muchos, violada casi a diario y, con ella, los códigos que antes ordenaban el orden y ahora observan el caos con las manos atadas.

Todo desemboca en la democracia, un concepto que fue variando y aggiornandose a las nuevas costumbres, hábitos y percepciones. Una democracia de baja intensidad es un concepto de la nueva teoría política que describe como falibles o endebles a los distintos resortes, mecanismos que regulan la actividad democrática. Se supone entonces la falta de independencia de poderes, o la injerencia del ejecutivo por sobre el judicial o parlamentario. Una asimetría entre fuerzas de seguridad y ciudadanos, una justicia corrompida. Es una mala democracia, es poco intensa porque no es práctica ni protege de atropellos a la sociedad.

LUCITO. LA IMAGEN DE LUCIO DUPUY, UNA MUERTE POR FALTA DE JUSTICIA.
La ONU sumó la idea de déficit democrático para edulcorar distintos escenarios de autoritarismo e intentos de autocracia en el sur del continente americano y Caribe. Lo que la Argentina necesita no es de baja intensidad, es una expresión de mínima democracia, es decir, una hipertrofia del cumplimiento de absolutamente todas las normas y un mecanismo punitorio, de castigo, represión o encarcelamiento implacable que eduque, guíe y ordene una sociedad donde todos los actos de gobernantes y gobernados.

Es una mínima democracia o una democracia de mínima lo que pide a gritos la mayoría de la sociedad. Las muertes supuestamente inesperadas de las últimas 48 horas antes de las elecciones, la falta de confianza de la sociedad en periodistas, jueces y políticos, desnudan la insoslayable crisis ética en la que el país está sumido. Es el periodismo parte del problema muchas veces, y es la justicia la madre de todas las batallas. Justicia y tiempo, dos factores que suelen transformarse en injusticia para los que no tienen recursos.

BAJA INTENSIDAD. DEMOCRACIA QUE NECESITA MÁS Y MEJOR ACTIVIDAD PARLAMENTARIA.
Los países que fueron arrasados por las guerras mundiales hoy son estadísticamente muy superiores a Argentina. Su salario mínimo, su manejo de deuda y su paz social suelen ser envidiables. Pero no sólo Europa y sus ganadores, también los perdedores de la guerra, incluso nuestros vecinos más rezagados nos miran desde arriba hace tiempo. Es una crisis transversal de décadas y partidos.

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Paraguay creció 55% los últimos doce años, algo que Argentina no puede ni soñar. Su moneda es fuerte y sus problemas políticos no afectan la economía, son confiables y convocan al sector privado, muchas veces, escapando del sindicalismo argentino. No hace tanto, en 1870, Paraguay era un campo arrasado, más de 200.000 muertos por la guerra de la Triple Alianza que consolidó a Brasil como nave insignia y a Argentina su Estado – Nación. Paraguay no tenía mujeres, corría riesgo de extinción, su economía, destruida, empezó a buscar gobiernos liberales, duros, para volver a ser la gran potencia. Hoy lo es, y Argentina dista de serlo.

LIBERAL. SANTIAGO PEÑA, NUEVO PRESIDENTE PARAGUAYO.
Largas épocas de gastos irresponsables mixeadas con cortos periodos de falta de toma de decisión generaron una cultura del des trabajo que desembocó en este escenario pavoroso. Casi todos los chicos que caminan por fuera de un country o barrio cerrado en el Conurbano son pobres; el norte es un espacio donde las urnas están casi siempre bien guardadas, y las reelecciones indefinidas reinan por sobre el deseo de millones en distintos puntos nacionales.

Ese Macondo que existió y estudiamos, es hoy el Japón de aquel tiempo, en el que el imperio se veía derrotado y se disolvía, la inflación masticaba los salarios de los obreros en su etapa pre industrial, el caos era total y la falta de criterio nacional había hundido al país en un declive sensible. En 1946 comenzó el llamado «Milagro japonés» para crecer casi diez puntos siempre hasta 1973 y dar comienzo a la prosperidad que lo pone hoy como tercera economía del globo y un salario mínimo de 1.159 dólares (unos 700.000 pesos mensuales, lo que acá representa el 5% más rico de Argentina).

MILAGRO. JAPÓN, TERCERA ECONOMÍA DEL MUNDO TRAS LA GUERRA.
Japón y Paraguay nos permiten entonces empezar a concluir este bosquejo: la profundidad de la crisis no es proporcional al tiempo que lleva corregir el rumbo y crecer. Los daños causados, absolutamente todos, son reversibles. Alemania quemó pallets de dinero para calefaccionarse en la posguerra y después le dio calor a toda la eurozona desde la banca de Berlín para sostener el euro veinte años. Todo es posible. Lo que han decidido los países exitosos, es lograr persuadir a políticos y gremialistas, y jueces y periodistas, que quien quisiera corromper a otro, violar la ley, o ser deshonesto, tendría consecuencias.

La única forma de que un juez tenga pulsión por coleccionar autos de lujo, alquilar un castillo francés, viajar en avión privado o tomar vinos de mil dólares, es saber que no va a tener problemas por hacerlo. La única forma de que un sindicalista sepa que puede disfrutar de fumar narguile mientras observa su Haras privado al lado de su pista privada de avión, es saber que nunca iría preso por hacerlo.

Es entonces una democracia de mínima la que va a lograr que, gobernados y gobernantes, sientan pánico a la hora de pensar en violar una ley. Corromper un juez. Evadir impuestos. Es lograr la libertad a base de cumplimiento y ejemplo.

Fuente: Mendoza online

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