La realidad argentina superó el alcance de la palabras, la retórica, las metáforas para explicar las cosas. Y ni así hay algún despertar. Una bebé de 6 meses murió en la puerta de Casa Rosada, en la sede del gobierno nacional; mientras dormía en la calle con su hermana gemela y sus padres. La niña murió ante la mirada abúlica de quienes se asoman por las ventanas de Balcarce 50, igual que la de quienes pasean por Plaza de Mayo sin llorar. Sobre calle Hipólito Yrigoyen las personas marginadas viviendo en la calle; justo donde está la sede del Ministerio de Economía. No hay metáfora, en Argentina los bebés mueren de pobres en plena calle y en la puerta del poder. Pasa de largo, como casi todo, que el Poder Ejecutivo es quien tiene la responsabilidad de garantizar el bienestar de los niños según la ley 26.061, por lo que es el primer responsable del abandono de persona.

Durante la semana, los gobiernos difundieron la cuenta matemática que marca cuántas personas viven en condiciones de pobreza o indigencia. En Mendoza, por ejemplo, 4 de cada 10 personas no tienen los recursos económicos necesarios para poder vivir y, al menos el 5%, no puede comprar los alimentos mínimos. Pero ni en las matemáticas hay acuerdo, pues para la Nación en la provincia hay más pobres de lo que considera el gobierno de Rodolfo Suarez y, sobre todo, muchas más personas que no tienen para comer.
La diferencia es sensible para las estadísticas y debería generar algún alerta, pero no ocurre. Según el Indec, en Mendoza hay 41,7% de personas pobres y el 7% de indigentes. Es decir que hay un 50% más de personas que para el gobierno nacional necesitan ayuda alimentaria para poder sobrevivir de lo que se considera en la provincia. Una de las bases de la diferencia tiene que ver con la «canasta» que se considera y su costo. En Mendoza, el combo de productos con el que se arma es más chica y barata que la nacional. Allí hay un dato clave para entender esa diferencia.
Nuevos y más pobres
Hay dos fenómenos alrededor de ese «dato matemático». Primero, la vulnerabilidad de las personas que ya tenían problemas se acentúa. Hay zonas donde la pobreza es total, donde el 100% de las familias que conviven no alcanzan los ingresos mínimos y su situación se deteriora aún más. El empleo precario y los bajos ingresos tienen que ver con esa dificultad para salir adelante. En el mismo sentido ocurre con los niños y adolescentes. El 15 por ciento de los niños y adolescentes tienen inseguridad alimentaria severa, pero en las zonas vulnerables esa cifra crece dramáticamente hasta casi el 40%.

El otro fenómeno que ya no es tan nuevo es el de los «nuevos pobres». Familias que han tenido condiciones de vida sustentables económicamente, pero que las perdieron por la caída en la calidad de vida por bajos ingresos. Mendoza es una de las provincias donde más cantidad de personas buscan un segundo empleo aunque tengan ocupación horaria plena porque no les alcanza el dinero y también está entre las que más cantidad de empleo informal y subempleo demandante hay. La mitad de la población económicamente activa tiene problemas de trabajo. Porque está desocupada, porque necesita y busca un segundo trabajo o porque tiene una actividad precaria (changas) y necesita más ingresos.
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En el país 5 de cada 10 personas reciben algún tipo de ayuda del Estado. Esa es una de las razones por las que no hay un estallido de pobreza aún mayor, con esa asistencia se sostiene de manera artificial la situación. Los primeros planes masivos de ayuda social surgieron en 2002 (con el plan Jefas y Jefes de hogar). Desde entonces, hubo algunas oscilaciones, pero la tendencia es en alza: no se generó empleo de calidad, desarrollo, ni oportunidades sostenibles. La pobreza creció, la dependencia del Estado y la política también.

La realidad lisa y llana es más dramática. No alcanza el trabajo de un día de un empleado promedio para costear la vida cotidiana. Un cuaderno para la escuela de un niño no baja de 1000 pesos, un litro de leche de los 240 pesos, una merienda escolar básica de los 150 pesos diarios, un kilo de pan de los 400 pesos, un pasaje de colectivo cuesta 70, un kilo de carne fuera de las ofertas ya roza los 2 mil. La canasta real, que no incluye muchos rubros, denota que la pobreza, el deterioro de la calidad de vida de los mendocinos y todos los argentinos es mucho peor. El punto de partida está, como se dijo, alejado de metáforas: los niños mueren de pobres en la puerta del poder.

Fuente: Mendoza online
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