El gobierno de los Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) rescatarán formalmente esta semana a la Argentina. El país no ingresará así en un nuevo default, al menos durante 2026 y 2027, ya que los nuevos U$S 20.000 millones que se pondrán a disposición del gobierno de Javier Milei deberán utilizarse (únicamente) para cumplir con los vencimientos de deuda de los próximos dos años, pactados con los bonistas que reestructuraron sus títulos públicos en octubre de 2020, durante el gobierno de Alberto Fernández.
Los dólares que pondrá a disposición el gobierno norteamericano, a través de los DEGs del Fondo Monetario Internacional (FMI), se activarán y se pondrán a disposición del país días antes de concretar los pagos correspondientes al 9 de enero y 9 de julio de 2026 y 2027. Serían unos 4.224 millones en el primer caso y otros 4.213 en el segundo. En total, U$S 8.437 millones que se replican en ambos períodos, sumando finalmente 16.874 millones. A este dinero hay que sumar 1.005 millones de Bopreales (bonos emitidos para cancelar la deuda con los importadores incurrida durante el gobierno de Alberto Fernández) en febrero y otros 1.028 millones en mayo, con un total de 2.033 millones de dólares, en ambos casos solo para el ejercicio 2025. Los dos capítulos suman U$S 18.907 millones, unos U$S 1.093 millones menos que los U$S 20.000 comprometidos en la ayuda de Estados Unidos y el FMI.
El Senado de Estados Unidos presentó un proyecto para bloquear el rescate financiero a la ArgentinaEsto no les gusta a los autoritariosEl ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.Hoy más que nuncaSuscribite
Los dólares se activan de una manera simple. Antes del pago, Argentina automáticamente pide su liberación a través del pase a cuenta del Tesoro local vía Derechos Especiales de Giro (DEGs) provenientes del FMI, y a descontar de los casi 110.000 millones de dólares que Estados Unidos aporta anualmente al organismo que maneja Kristalina Georgieva. El dinero se utilizará exclusivamente para cumplir con el vencimiento de los bonares y globales o los Bopreales. Solo para este motivo. Ni una divisa para sostener tipos de cambio o compromisos varios existentes o por inventar. Concretamente, la intención puntual y exclusiva es que Argentina no caiga en default durante los dos años que restan de gestión de Javier Milei. Luego, se verá.
Como se instrumentarán a través del FMI vía swap, piensan en ambos costados de las orillas donde se diseñó el plan, no se requerirá ni una ley en Argentina ni una autorización del Congreso de los Estados Unidos. En el primer caso, porque significaría un cambio de pasivos —ya que la deuda con bonistas muta en pasivo con el FMI—, con lo cual, al no haber nuevo endeudamiento, se evitaría la necesidad de pasar por el Congreso. Al menos en la visión del oficialismo. Por el lado del gobierno de Donald Trump, no hay dinero de la administración nacional para la Argentina, sino un giro de dólares desde el FMI con plata que, sí o sí, con o sin ayuda al país sudamericano, EE.UU. habría destinado al Fondo. Trump salvaría las críticas demócratas y mantendría a su aliado en sintonía con el capitalismo mundial.
Toda esta operación terminará de ser negociada entre lunes y martes en Washington, donde se encontrarán en la Casa Blanca Javier Milei y Donald Trump. Seguramente un rato después habrá, además, tertulia con Kristalina Georgieva. Y más allá de las condicionalidades geopolíticas —la presión por el desarme de posiciones financieras y comerciales con China y los reclamos por tierras raras y de las otras—, entre el gobierno de los Estados Unidos y el FMI habrá dos pedidos excluyentes. Serán condiciones innegociables para que Javier Milei y el ministro Luis “Toto” Caputo accedan a los DEGs de EE.UU. vía FMI.
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La primera es técnica: sí o sí, el gobierno tendrá que respetar las cláusulas del acuerdo de Facilidades Extendidas firmado con el FMI el 11 de abril, de incrementar las reservas del Banco Central. Incluyendo, eventualmente, una nueva ley que avance en la autonomía en serio de la entidad que maneja Santiago Bausili. Es algo que Milei, Caputo y su gente ya descuentan que ocurrirá. Ya acabaron los tiempos de especular con que se puede aventurar hacia abajo en la banda cambiaria para comprar divisas. El tiempo que viene es el de recuperar dólares para el BCRA. Sin negociaciones. Solo habrá una concesión: el cambio de régimen de compra y venta de dólares podrá esperar hasta después de las elecciones del 26 de octubre.
La segunda condición ya viene siendo aludida, de manera más o menos directa, en todas las apariciones públicas o vía redes sociales tanto de Scott Bessent como de Georgieva: Argentina debe tener un acuerdo de gobernabilidad. Es otro sí o sí. Ya no importa el porcentaje de votos que obtenga Milei en las elecciones del 26, sino que se obliga casi a los protagonistas de la política argentina que surjan del mapa del lunes 27 de octubre a negociar un acuerdo que permita, en el Congreso Nacional, cierta paz y flexibilidad en el tratamiento de las reformas comprometidas con el FMI en el Facilidades Extendidas: laboral, impositiva y previsional. Ni hablar del cese de hostilidades desde el Legislativo hacia la política de superávit fiscal de Milei. Si se lee entre líneas, este concepto obligatorio de gobernabilidad está en todas las comunicaciones de los actores de Washington. Y es un mensaje tanto al gobierno de Javier Milei —para que deje de pelear con los políticos que más piensan como él— como al resto de la clase política, para que piense más en el futuro del país que en las próximas elecciones.
Obviamente, el kirchnerismo no está pensado para este acuerdo de gobernabilidad aspiracional de la administración Trump y el FMI.
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En el país son varias las voces que van en este sentido. Un ejemplo es el último informe de la Fundación Mediterránea, donde, con la firma de su titular Osvaldo Giordano, se menciona lo siguiente:
La tarea más importante y desafiante es lograr condiciones de gobernabilidad. Que el tema sea mencionado con énfasis por las autoridades del gobierno de EE.UU. no es una exageración. Muestra una lectura correcta: más que un problema de recursos, los principales factores que perturban el desenvolvimiento de la economía y exacerban la desconfianza son los déficits de gestión, tanto política como administrativa. El tener una actitud agresiva y rígida frente a la oposición dialoguista potenció la debilidad política de partida que adolece el oficialismo. Se valora el equilibrio fiscal, pero aumentan las dudas sobre su sostenibilidad. De manera creciente se viene explicitando una falta de capacidad para llegar a acuerdos políticos con parte de la oposición que son imprescindibles para la ejecución del plan de gobierno. La desconfianza sobre la sostenibilidad de la deuda es un derivado del clima de confrontación que generó el propio gobierno.
Para el recuerdo: Giordano fue funcionario de Javier Milei al comienzo de su gestión y fue echado porque su mujer votó en disidencia algún capítulo de Bases I. Estas actitudes son las que desde Washington se piden cambiar. Como condición para que Argentina no caiga en default.
Fuente: Perfil.com
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