Los circuitos del calendario mundial de aguas abiertas parecen fáciles cuando es Mayte Puca quien se sumerge para atravesarlos. Sus brazadas desbordan excelencia mientras su instinto ganador la comanda hacia la meta final. Sobre cualquier tormenta o brusco oleaje, la barilochense impone su destacable metodología y acumula primeros puestos como si de antiparras se tratara. Carrera tras carrera, se cubre de orgullo por demostrar una admirable destreza que en su niñez parecía imposible. Es que desde que tiene uso de razón, ella nada para sobrevivir.
El 2025 sólo le propuso éxito: ganó todo en lo que compitió. En el país venció en los 10 kilómetros del Oceanman Argentina, realizado en Córdoba, y cumplió el profundo anhelo que tenía desde los 16 años: se consagró en los 57 kilómetros de la mítica Santa Fe-Coronda.
Durante su gira en el exterior, brilló en Canadá en los 32 kilómetros de la «Traversée internationale du lac St- Jean», para luego triunfar en los 25 de Ohrid, Macedonia y cerrar el año en la cima del podio en los 36 de la prestigiosa Capri-Napoli. Pero su prioridad no son los resultados, sino terminar las carreras de pie.https://1e2c651661772ebcd445e5236d43cb7c.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-45/html/container.html
Es que en ella sólo existe la esperanza y el deseo por superarse que la acompañó desde su infancia, cuando se vio obligada a adaptarse a una vida con limitaciones debido a una mala praxis en su nacimiento, que le generó una luxación de cadera con la que creció y se amoldó realizando una terapia sumamente dura, exigente y, en sus principios, cruel.
La natación, para Mayte, además de una pasión es la mejor terapia que tiene para poder caminar. Porque la argentina de 27 años comenzó a nadar a modo de rehabilitación para impedir que su condición empeorara y así alivianar su dolor persistente.El momento en el que Mayte Puca tocó la pared de llegada en la Santa Fe-Coronda de principios de 2025.
En Canadá, por más de dos horas estuvo puntera delante de los hombres. «Sin estrategia de nado”, cuenta que siguió su corazón pese al dolor que apareció en su cadera durante el último tramo y tocó la pared final en el cuarto puesto, como la mejor mujer.
«Esperé este momento durante una década. Cuando llegué, me toqué la cadera y fue como decirle que lo pudo completar. También fue mirar al cielo y decirle a papá que pude. Él me vio enyesada, nunca me vio competir. ‘Mirame tocando una placa después de 57 kilómetros: pudimos hacerlo, papá’”, confiesa Mayte en diálogo con Clarín.
Al llegar a la orilla, con la atenta mirada de su madre, que en su vida significa “un pilar fundamental” ya que “nunca se dio por vencida” frente a los deseos de su hija, le restaba superar su mayor desafío: lograr pararse y salir caminando sin complicaciones. Y claro que lo consiguió.
A Mayte no le resultan primordiales los resultados que consigue desde que a los 16 años se subió por primera vez a un podio tras proponerse nadar 7 kilómetros y medio en un torneo nacional. Un rotundo “no” había recibido de sus entrenadores; ella sólo había nadado un máximo de 4 kilómetros en el verano barilochense y el ámbito competitivo de aguas abiertas significaba afrontar un riesgo superior al que proponía su práctica diaria.Mayte Puca se armó de fuerzas para conseguir superarse y alcanzar logros que parecían imposibles cuando comenzó.
“Fui con mi mallita normal, la de entrenamiento, entrenadores que me conocen desde los 9 años me explicaron de hidratación. Yo no entendía nada, solo había ido a nadar”, reconoce.
Mayte finalizó segunda y luego del éxito en el agua conoció en la orilla un temor que la acompañaría durante el resto de su vida.
“Había empezado a sentir una incomodidad en la cadera durante el nado pero cuando llegué apoyé la pierna y no podía. Se me debilitaba y era la misma sensación de cuando tenía 3 o 4 años. Pisaba y me caía. Me asusté y le dije a mi mamá que no podía caminar y no sentía las piernas. Me llevaron entre dos personas y me dejaron en silla de ruedas. Así estuve dos días sin caminar”, recuerda sobre aquella primera experiencia digna de un cuento de terror.
Mayte, quien no se sintió derrotada ni condicionada por lo sufrido, se propuso que “no tenía” que volver a ocurrirle y comenzó a prepararse para mayores desafíos.La infancia de Mayte Puca se basó en intervenciones riesgosas y fallidas. A los 8 años, en Cuba encontró su nuevo propósito de vida: «nadar para caminar».
Nunca perdió el foco ni su mantra a repetir: “Nadar para caminar y lograr caminar luego de nadar”. Nada de discursos victoriosos ni llenos de gloria. Luego de esos dos días sin poder caminar, la joven se propuso superar cada prejuicio y honrar el trabajo de rehabilitación que realiza desde que los dolores azotaron su realidad.
“Sigue doliendo, pero mucho menos. Estamos a 10 años de cuando empecé a tener la idea de nadar en cada carrera y salir caminando por mis propios medios. Sé que muchos me quieren ayudar, pero yo necesito hacerlo sola”, expresa sobre su ambición.
Para Mayte, nadar es el único sostén que mantiene sin problema su cadera, que producto de 4 cirugías que se realizó en el Hospital Garrahan durante su infancia mantiene “al límite y al borde de salirse de lugar” debido a la irreversible “atrofia muscular” y a la pérdida de “ligamentos y bastante músculo”.https://www.instagram.com/reel/DBpPF_HudCn/embed/captioned/?cr=1&v=14&wp=858&rd=https%3A%2F%2Fwww.clarin.com&rp=%2Fdeportes%2Fnadar-poder-caminar-historia-mayte-puca-postrada-vivir-infancia-dolor-parar-ganar-maratones-acuaticas_0_HJmDztnqQW.html#%7B%22ci%22%3A0%2C%22os%22%3A2118.39999999851%2C%22ls%22%3A308.79999999701977%2C%22le%22%3A572.2000000029802%7D
Su relato cala los huesos: “Cuando nací, el diagnóstico que me hicieron fue que tenía una luxación congénita de cadera. Tiempo después, la resolución fue una mala praxis y que en el parto habían tirado una pierna más fuerte que la otra. Al parecer, como nací sentada, hicieron fuerza de más y hubo una dislocación”.
Su padre fue quien “notó que había algo raro” cuando a los 8 meses Mayte comenzó a usar el andador con complejidad. “Me dijeron que tenían que atarme y, con arneses, tirar de la pierna afectada para emparejarla. Era una tortura porque era una bebé. Con cada cirugía iba quedando mucho peor”, explica.
La cuarta y última cirugía, debido al empeoramiento como producto de la crueldad del procedimiento, se basó en la rotación de la cabeza de un fémur, que tardó 9 horas y generó un trauma en el acetábulo sano de una niña de 5 años.
“Fue grave, casi muero por el exceso de anestesia. No tengo recuerdo porque hubo una falla en la anestesia y no me podía despertar”, acentúa la nadadora, como si no fuera suficiente lo ya mencionado. Ningún resultado fue el deseado y nada posibilitó que Mayte pudiera caminar antes de los 7 años, cuando todavía le restaba uno para el que sería un gran punto de inflexión en su vida.Cuatro intervenciones médicas complicaron más a Mayte Puca y la rehabilitación era su única opción para vivir sin dolor.
Su hermana, que estudiaba Medicina en Cuba, le facilitó un traslado y tres meses de estadía durante los que le realizaron innovadores estudios de movilidad, que derivaron a una sola conclusión.
“Ponerme una prótesis no era una buena idea y me recomendaron ejercicios de rehabilitación. Las opciones eran bicicleta o el nado. Lo único que aprendí en ese tiempo fue cómo sobrellevar lo que me habían hecho, porque no tenía solución”, declara para luego recalcar que cree que le “salvaron la vida” y que su “propósito sería muy diferente” si no hubieran elegido “la mejor disciplina” para ella.
Es que el nado nunca había sido de su preferencia hasta que, sin otra opción, lo tomó como su única medicina y comenzó a entrenarse en una pileta climatizada del club Los Pehuenes, en Bariloche.
Nada le devolverá a Mayte la infancia que perdió debido al bullying que sufrió de parte de aquellos pares que se sentían ”más normales que ella” por tener un andar regular.Mayte Puca compite siempre con el recuerdo de los deseos de esa niña que sonreía pese al dolor.
“Desde los 3 años, sólo recuerdo estar postrada en una cama. A raíz de todas las cirugías, no tuve infancia. De chiquitita era intentar gatear, con todos los fierros que tenía. Me dejaban en el patio y me acompañaba mi papá. Mucho más que eso no podía hacer. Yo nací así, así que para mí siempre fue normal. Lo raro fue cuando tuve que ir a la primaria y tuve que convivir con muchos nenes”, relata.
Su forma de canalizar lo que fuera del agua le ocurría se basó en profesionalizarse cada vez más, convirtiendo en combustible cada comentario desmedido y cada “no” ofensivo que recibía.
“Todo lo que me pasó lo usé como motivación para competir y demostrar que, aunque no podía caminar como ellos, podía destacarme en otras cosas. Era una motivación o un mecanismo de defensa que usé y sirvió. Además, tomé a la pileta como mi lugar seguro, donde estaba cómoda y todos éramos iguales: no había ninguna diferencia en el agua”, declara.
Y destaca la emoción que le genera ver sus fotos de chiquita ahora que está “haciendo estas locuras”, que eran planteadas como “imposibles” en sus inicios, pero que se lograron con mucho esfuerzo y un gran equipo de trabajo.En México, se recibió de la Tecnicatura en Investigación Criminal y ejerció hasta que decidió apostar todas las fichas al nado competitivo.
La pieza fundamental en su preparación es su entrenador, a quien conoció en México cuando viajó a los 18 años a estudiar una Tecnicatura en Investigación Criminal de la que se recibió como “el mejor promedio en toda la generación”.
José Luis Prado Medel fue nadador olímpico en Munich 1972 y en Montreal 1976 y a los 68 años todavía sigue nadando. Debido a la necesidad de Mayte por conservar su rutina de nado para no sentir dolor, lo “adoptó” durante el año en el que tuvo que permanecer en México en una larga espera por su título.
“Yo lo considero como mi papá-coach porque lo es. Tenemos ese trato de que él es mi papá y yo soy su hija, al igual que su esposa, que es mi mamá mexicana. Conservamos un vínculo muy aferrado”, recuerda.En principios de agosto consiguió la gloria en el Oceanman realizado en México, cita que también ganó en 2019, 2021 y en marzo pasado.
Al volver a Bariloche, la distancia con su entrenador no fue razón para que interrumpiera su constancia de nado. Pero la pandemia la obligó a estar 5 meses sin zambullirse en una pileta. Con sumo dolor y con dificultad para caminar, Mayte se abrazó a su bicicleta y mantuvo su rehabilitación con los medios que tenía a su alcance.
«Me imposibilitaba hasta caminar. Me dolía hasta dormir«, resume y aclara que al finalizar el aislamiento tardó tres días en volver a vivir sin aquel dolor punzante.https://www.instagram.com/reel/DO3keUSjc9C/embed/captioned/?cr=1&v=14&wp=858&rd=https%3A%2F%2Fwww.clarin.com&rp=%2Fdeportes%2Fnadar-poder-caminar-historia-mayte-puca-postrada-vivir-infancia-dolor-parar-ganar-maratones-acuaticas_0_HJmDztnqQW.html#%7B%22ci%22%3A1%2C%22os%22%3A2124.10000000149%2C%22ls%22%3A308.79999999701977%2C%22le%22%3A572.2000000029802%7D
Sin poder despegarse de las piletas y recibiendo halagos de sus pares en cada competencia por lo que logra hacer «con una pierna y media», Mayte seguirá «aprendiendo a canalizar el dolor» mediante carreras. Con un calmante en el bolsillo y, a veces, arrastrando su pierna izquierda, seguirá imponiéndose ante cada uno de esos días húmedos o fríos que le otorgan un plus de incomodidad a su dañada articulación.
Con el circuito mundial terminado, a Mayte solo le resta descansar. Sin nunca abandonar el entrenamiento, y más que orgullosa por su despliegue durante el año, la barilochense aprovechará su tiempo para participar de algunas carreras de menor recorrido.https://1e2c651661772ebcd445e5236d43cb7c.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-45/html/container.html
Su tricampeonato en los 36 km de Capri-Nápoles cerró con un broche de oro su gran 2025, en el que acumuló prestigiosos primeros puestos. Con la misma ambición de siempre, propone también la posibilidad de prepararse para un futuro ciclo olímpico.Mayte Puca, tricampeona en Capri-Nápoles (2023, 2024 y 2025).
A los 27 años, Mayte Puca sigue yendo en búsqueda de propuestas que la acerquen aún más a ese sano límite que se propuso perseguir desde los 7, cuando comenzó a caminar un largo y arduo recorrido que prefirió realizar nadando.
HS
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Fuente: Clarín.com
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