Boca está de fiesta, pero no sabe si la música sonará tan bien sin el solista mayor

Eb medio de la estampida de directores técnicos en que se transformó elcampeonato , el mellizo Barros Schelotto goza del momento de mayor estabilidad. Y eso que las eliminaciones en la copas Libertadores y Argentina podrían haberle costado el puesto a cualquier otro entrenador que no tuviera las espaldas que desarrolló con su pasado glorioso como delantero.

Este Boca cierra el año de la mejor manera. En ningún otro pasaje del 2016 tuvo un fútbol tan exuberante del medio hacia adelante ni levantó tanta ilusión entre sus hinchas como en el último mes. Desde aquel 2-1 en el Nuevo Gasómetro, cuando volvió Gago para demostrar que la segunda operación en el tendón de Aquiles no lo había convertido en un ex jugador, sino que le había aumentado el deseo de demostrar nuevamente cómo le gusta pedir la pelota y manejar la salida y el ritmo del equipo con pases que responden a su visión panorámica del juego.

Boca maldice que el torneo justo ahora entre en receso. Tomó un envión que lo subió a lo más alto, sin que se avisten rivales que por estos días le puedan seguir el paso. El equipo transmite buenas sensaciones: confianza, ambición, optimismo. Y, sobre todo, cuenta con un despliegue ofensivo que compensa algunas flaquezas atrás, con dos zagueros centrales que no dan las suficientes garantías. Boca va y pega duro, pero también se expone a recibir golpes porque no siempre tiene la guardia levantada. La ecuación le es favorable porque su poder de fuego en ataque es proporcionalmente mayor a los incendios que se le declaran en sus últimos metros.

El calendario frena a Boca y todo indica que lo dejará sin Tevez para afrontar la segunda mitad de la competencia. Sobre el césped del Monumental, en plena efervescencia por el triunfo en el superclásico, Barros Schelotto casi que había implorado: «Que los chinos esperen seis meses más». Al mellizo le faltarán varias materias para recibirse de gran director técnico, pero no es ingenuo. Sabe que así como Tevez lo sacó campeón a Arruabarrena del torneo local y la Copa Argentina, él también lo necesita para coronar esta campaña con la vuelta olímpica a mediados de 2017.

Por continuidad en el alto nivel, este último mes fue el mejor de Tevez desde que regresó en julio de 2015. Está más para volver a Europa que para ser jugador franquicia en el incipiente fútbol chino. Con su actual rendimiento no le costaría reinsertarse en Juventus, o en hacerse un lugar en Chelsea, al que Antonio Conte, su ex DT en la Vecchia Signora, le ofreció incorporarse unos días después de la dolorosa eliminación ante Independiente del Valle por la Copa Libertadores.

Claro, la fortuna que le ofrecen de China (alrededor de 80 millones de dólares por dos años) no la iguala ningún mercado. Tevez no dice que está dispuesto a armar las valijas por cuestiones económicas, aunque sería difícil imaginarlo en Oriente sólo en busca de sosiego personal y familiar a cambio de un contrato básico. Aduce cansancio y hastío por las presiones desmesuradas que rodean al fútbol argentino; también quiere mayor tranquilidad para su familia. Y no deja de señalar algunas culpas del periodismo, que seguramente las tiene. Con la razón que pueda tener su diagnóstico, la relación que Tevez ha mantenido con barras bravas de Boca tampoco contribuye a mandar mensajes de civilidad al fútbol. No es la vía más adecuada para humanizarlo. No hace una eternidad, apenas dos meses, el plantel del que es capitán tuvo que recibir a Rafael Di Zeo y Mauro Martín, inquietos porque la exclusión de Boca de la próxima Libertadores les abortaba varios de sus fraudulentos negocios.

Si bien en febrero Tevez cumplirá 33 años, los chinos no recibirán a una de esas figuras que empiezan a completar los papeles de la pre-jubilación. Tevez voló ayer sobre el pasto de una Bombonera que le cantó de diferentes maneras que ése es su lugar en el mundo y que de su mano la vuelta van a dar.

Fue como si Tevez hubiese querido que los hinchas se queden con su mejor imagen futbolística. La de alguien en plenitud. La de alguien que van a extrañar y, para lo que es el austero mercado argentino, casi imposible de reemplazar.

Físicamente veloz, encarador, poco menos que incontrolable con la pelota en los pies, Tevez estuvo al mando de este Boca ofensivamente voraz. Por quinta vez (tercera consecutiva) en 14 fechas, Boca hizo cuatro goles en un partido. Es el equipo con más tantos a favor (35), ocho más que San Lorenzo, el que le sigue en productividad. Los cuatro goles a Colón bien pudieron ser ocho, de no mediar varias estupendas atajadas de Broun.

Tevez marcó uno tras un regalo de Ortiz y participó, en la gestación y en la asistencia tras un doble enganche, en el primero de Centurión, en una jugada colectiva de ensueño, que nació en campo propio, tuvo varios toques, cambios de orientación y una resolución a la altura. Un canto al fútbol en una Bombonera en la que el grito de guerra suele estar más vinculado a la testosterona.

Bou parece más adaptado al mundo Boca, tanto como lo estaba Benedetto (con 7 goles se mantiene como el máximo anotador) hasta que lo marginó la lesión. Las piezas empiezan a encajar y abundan las variantes para llegar al arco rival, tanto con juego por afuera (los laterales se proyectan con convicción) como por adentro, con Gago, Pérez y Tevez.

En lo mejor de la fiesta, el almanaque le apagó la música a Boca. Y cuando vuelva a sonar, habrá que ver si hay orquesta suficiente en caso de que ya no esté más el solista mayor.

Fuente: La Nación

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