Podrá marcar uno, dos, tres, cinco goles. Se le celebrarán uno y mil récords quebrados. Contará la cantidad de ceros que puede tener su nuevo contrato conBarcelona . Sin embargo, a Lionel Messi lo obsesiona un solo asunto. La fecha que tiene remarcada con un fibrón rojo en su calendario desde hace seis días es la del miércoles 8 de marzo. Todo lo demás, es secundario.
Esa tarde, el crack rosarino intentará revertir una serie que parece tener sentencia firme. El 0-4 sufrido en Paris ante el PSG el martes último, por los octavos de final de laChampions League , dolió mucho. En el cuerpo técnico que lidera el cuestionado Luis Enrique , en un plantel que no reacciona, y en una afición que, acostumbrada a ganarlo todo, se impacienta ante cada traspié.
El clima no es el mejor y Messi lo sabe. Por eso apenas celebró sus goles, algo atípico en él. Sobre todo el segundo, de penal y sobre la hora, que le permitió al conjunto local sumar los tres puntos, llegar a las 51 unidades y seguir cerca del líder Real Madrid (52), aunque con dos partidos más.
El rosarino fue otra vez determinante en la sufrida victoria por 2 a 1 ante Leganés, pero no se fue feliz del Camp Nou. Aunque anotó los dos goles de su equipo, Leo mostró su fastidio. No los festejó y, rodeado por sus compañeros, se mostró serio y cabizbajo.
Los fanáticos del conjunto blaugrana tampoco tuvieron piedad. Silbaron a su entrenador durante buena parte del cotejo de ayer. Sólo el agónico 2-1 le aportó algo de alivio a un Camp Nou cargado.
Aún faltan 16 días para el desquite con el conjunto parisino, pero tanto Messi como Luis Enrique y todo Barcelona saben que será una fecha bisagra. Porque en un contexto de supremacía repartida desde hace años con el Real Madrid y con el atrevido Atlético de Madrid, la obtención de la Liga ya no es suficiente. No conforma. Casi que no se festeja. La ambición es a nivel internacional. Ser otra vez monarcas de Europa y del mundo. Y Messi, Luis Enrique y Barcelona están a 90 minutos de quedarse afuera de la Champions League en octavos de final, algo que no sucede desde la edición 2006/2007, cuando Liverpool lo dejó en el camino.
Si no fuera por los colores de su camiseta y por los apellidos que figuran en los dorsales de cada futbolista, cualquier desprevenido que haya visto los últimos partidos del Barcelona podría pensar que se equivocó de canal. Que no es el conjunto catalán el que está jugando. Sus intérpretes cometen fallas groseras en la salida, como el que terminó ayer con el empate parcial del humilde Leganés, luego de más de una hora de juego donde el arquero local Ter Stegen se erigió como figura, y la posesión del balón, una característica marcada a fuego en el ADN blaugrana, ya no es prioridad.
«Las críticas me afectan cero. No los escucho nunca, ni lo voy a hacer esta semana. No me acerco a diez metros de un televisor o una radio ni borracho. Me avala mi trabajo y al que le guste bien y al que no, también», desafió Luis Enrique en la conferencia de prensa previa al juego de ayer. «Afortunadamente hay una distancia considerable entre la prensa y nosotros», remarcó el entrenador. No fue la primera vez que el DT se enfrenta a los medios. «Si no les gusta, me importa un bledo», dijo hace 10 meses, cuando le cuestionaron su estilo.
De pronto, Barcelona y Messi deben acostumbrarse a jugar bajo presión. El escenario es similar al que vivió este mismo equipo tras el 0-4 sufrido ante Bayern, en Munich, por la ida de una de las semifinales de la edición 2012/2013. En aquella serie, en suelo catalán hubo otro festejo germano para redondear un histórico 0-7 global.
La historia le hace un guiño débil al conjunto catalán: apenas tres veces remontó una serie luego de sufrir un 0-3 en la ida. La última, hace treinta años. Jamás un 0-4. Y mientras cuentan los días para intentar tomarse revancha y avanzar en la Champions, en Barcelona se encomiendan más que nunca a Messi, que bien sabe que los récords sólo están para ser quebrados.
El apoyo de Guardiola y de Dani Alves
Guardiola, un hombre que conoce bien a Barcelona
El entrenador más exitoso de la historia del club blaugrana fue contundente a la hora de analizar la derrota ante PSG. «Es una sorpresa lo que pasó en París, pero hoy en el fútbol todo puede pasar. De todos modos, si hay un equipo que puede remontar esta serie, con su mentalidad, son ellos.»Además, Pep apoyó públicamente a Luis Enrique, el criticado DT de Barcelona: «Por lo que conozco, a Luis y a los jugadores, el mejor consejo que les puedo dar es que no se los critique mucho, porque volverán a demostrar que están equivocados».
Dani Alves, entre el respaldo y el egoísmo
El lateral brasileño Dani Alves, que juega para Juventus, reconoció que la serie ante PSG «es muy complicada de remontar, no porque el Barça no pueda, sino por la calidad del rival.» De todos modos, dijo lamentar el resultado por sus ex compañeros. «Siempre quiero que les vaya lo mejor posible», agregó, pero… reconoció: «Pensando de un modo más egoísta, para nosotros (la Juventus) es bueno que queden eliminados equipos del potencial del Barcelona.»
Fuente: La Nación
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