“Somos los mismos actores -salvo algunas pocas excepciones- que venimos deambulando la política desde hace algunas décadas”. La frase no es nueva. Fue dicha hace ya once años por Gerardo Morales en la sesión del Senado en la que se le dio media sanción a la expropiación del 51% de YPF propuesta por el kirchnerismo. Enfrente, por ejemplo, estaban Miguel Pichetto, Aníbal Fernández, José Mayans o Daniel Filmus. Y quedaba vacía la banca de Carlos Menem. Eran radicales y peronistas, quienes una década después de los 90, volvían a debatir sobre privatizaciones y estatizaciones.
Esa decisión, que fue aprobada en el Senado por 63 votos a favor, 3 en contra y 4 abstenciones, está siendo analizada por estas horas en un juzgado de Nueva York, donde la jueza Loretta Preska ya escuchó a las partes y ahora debe definir el monto que deberá pagar el Estado argentino como indemnización a los fondos que compraron los derechos de litigar que pertenecían a la familia Eskenazi. La sentencia podría ir de los 4.900 a los 16.000 millones de dólares.
Según los cálculos del economista Fernando Marull, “si el fallo de YPF sale punto medio, es decir, U$S10.500 millones, Kicillof le costó a Argentina U$S45mil millones de dólares”. Como el acuerdo del macrismo con el FMI. Si se suman otras deudas que acumuló el kirchnerismo, la cifra asciende a U$S63.000 millones.
En esa sesión del Senado, el precandidato a vice de Horacio Rodríguez Larreta era uno de los referentes de la bancada radical (junto a Ernesto Sanz o el todavía senador Luis Naidenoff, hoy cercanos a Patricia Bullrich) y defendió la decisión de que el Estado retomara el control de la empresa aunque cuestionó las formas. “Por lo menos, cuando se tome la decisión soberana de expropiar, seamos inteligentes y hagámoslo bien”, manifestó al defender el proyecto alternativo que presentó su bloque, con el objetivo de minimizar el impacto de acciones legales como la que se define en Nueva York.

Los únicos tres votos negativos serían de peronistas no K: Juan Carlos Romero (hoy todavía senador y cercano a Rodríguez Larreta) y los puntanos Adolfo Rodríguez Saá y Liliana Negre de Alonso.NOTICIAS RELACIONADAS
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Una semana después, el proyecto se trataría en la Cámara de Diputados, donde se aprobó con 208 votos a favor, 32 negativos y 5 abstenciones (entre ellos Elisa Carrió, Alfonso Prat-Gay y Graciela Ocaña). El rechazo fue del PRO, el Frente Peronista (peronismo no K que tenía como referente a Francisco De Narváez) y otros bloques menores.
Uno de los discursos más acalorados lo brindó la diputada Bullrich (tenía el monobloque Unión por Todos y había asumido en alianza con Carrió) quien justificaba el rechazo en que el kirchnerismo había sido responsable del deterioro de la empresa al avalar el vaciamiento que supuestamente estaba realizando Repsol. “Decimos que ‘no’ a este proyecto porque la expropiación es un instrumental más, otro hito en el intento kirchnerista de concentración de poder y acumulación de caja. Queremos vivir en un Estado de derecho; y en un Estado de derecho democrático no se confiscan empresas a las que un mes antes se les firmó un balance”, expresaba. Para concluir: “No importa que seamos pocos; lo importante es no ser cómplices de un poder que no quiere aceptar límites”.

Curiosidades del destino, once años después las posiciones dentro de Juntos por el Cambio parecen ordenadas de manera similar. Morales en un ala más dialoguista, dispuesta a aprobar una iniciativa por su significado de fondo más allá de tener reparos por las formas; y Bullrich en el sector más intransigente, rechazando lo que leían como el avance del kirchnerismo sobre el estado de derecho. Destino que deja abierto un interrogante: ¿dónde se hubiese parado Rodríguez Larreta, entonces jefe de Gabinete de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires? De los 11 diputados que tenía el PRO, 9 votaron en contra y 2 se ausentaron (Gabriela Michetti y Silvia Majdalani).
Siguiendo el argumento de “los mismo actores”, del lado de enfrente estaba Agustín Rossi, actual precandidato a vicepresidente de Sergio Massa. Era el jefe de bloque de diputados del Frente para la Victoria, y cerró el discurso hablando de “soberanía”, “timba financiera” y diciendo: “Nos subleva un pobre, un necesitado, un desocupado, pues están en cada una de las decisiones que tomamos”. El destino también deja abierto un interrogante en este caso: ¿dónde se hubiese parado Massa, entonces intendente de Tigre, todavía como parte del oficialismo? Recién al año siguiente rompería y armaría el Frente Renovador, con el que ganaría la elección legislativa. En 2014, cuando el Congreso tuvo que votar el acuerdo del Estado con Repsol, se abstuvo. Este año, en el acto público de inauguración del Gasoducto Néstor Kirchner, le agradeció a “aquellos que en 2012 tuvieron el coraje, a través del liderazgo de Cristina, de recuperar YPF”.
Nervios del final de campaña
Once años después, la pobreza supera el 40%, la inflación está arriba de los tres dígitos, el Banco Central tiene reservas negativas y sigue emitiendo para financiar el déficit fiscal, el FMI le tira salvavidas al peronismo a pesar de que ninguna meta se ha cumplido, y el caso YPF sigue sin cerrarse.
En ese marco, en Unión por la Patria se preguntan si podrán mantener el piso de votos que consiguieron en 2021 (34% en todo el país) o si la debacle económica los deja todavía más abajo. Una de las principales preocupaciones en el oficialismo es convencer a la gente que vaya a votar. Mientras tanto, en Juntos por el Cambio las pulsaciones no paran de subir a medida que se acerca el 13 de agosto.
Esta noche, Bullrich y Rodríguez Larreta tendrán una nueva foto de unidad cuando acompañen a Ignacio “Nacho” Torres en la elección de Chubut. Las encuestas le dan una buena posibilidad, pero en la provincia saben que el resultado puede ser muy ajustado y nadie quiere que, como dijo Rodrigo De Loredo en Córdoba, la visita termine siendo “al pedo”.

Las siguientes dos semanas serán de pura aceleración para Larreta. En su espacio reconocen que el “aparato electoral” está funcionando a plenitud. Recursos (cuantiosos), estructura, afiches, folletería, boletas, mensajes, todo moviéndose en cada rincón del país. Desde las PASO de Santa Fe, con el triunfo de Maximiliano Pullaro, en el larretismo se respira otro aire. Incluso aquellos que reconocen que ese resultado es difícil de nacionalizar, creen que hay argumentos para confiarse.
En el medio, siguen sumando apoyos. De Loredo, por ejemplo, anunció el viernes su respaldo a Larreta. Estuvo a un paso de ser candidato a vicepresidente de Bullrich, pero finalmente compitió por la intendencia de Córdoba. Ahora, con su anuncio de acompañamiento a Larreta, quedó en la lista negra de la exministra de Seguridad. En el entorno de Bullrich salieron rápidamente a destacar que otros exponentes del radicalismo cordobés sí la apoyan.
Para esta semana, el larrestismo espera un aval formal de Facundo Manes, que tiene a Pablo Juliano como tercer candidato a diputado en la Provincia, y la cereza del postre sería contar con el acompañamiento de María Eugenia Vidal.
Para el bullrichismo, eso no es más que una acumulación de apoyos de dirigentes, cuando creen que la clave está en lo que decida la gente. Mientras en Olazábal (búnker larretista) aseguran que Horacio volvió a levantar en las encuestas, en avenida de Mayo (el de Bullrich) dicen que nada se movió y que la diferencia a su favor sigue consolidada.

Bullrich está decidida a transitar con calma las últimas dos semanas. Cerca suyo aseguran que la estrategia es evitar cualquier tipo de traspié, como el de hablar de “blindar” las reservas del Central para salir del cepo, lo que el propio Larreta aprovechó para comparar con el blindaje de De la Rúa. ¿Evitar traspiés es suficiente para ganar? Hay un marcado optimismo en el espacio que algunos creen que les puede terminar jugando en contra, sobre todo ante un aparato que va a estar trabajando a todo motor.
En ese contexto, hay dos cuestiones que miran con especial atención. Una es la económica y la otra la fiscalización. La primera aseguran que está saldada, que el objetivo inicial fue asegurarse la plata necesaria para el domingo de las elecciones y que eso está cubierto. Y en la segunda, la mira está en el Conurbano, pero se recuestan en lo que puede aportar Joaquín de la Torre en la primera sección, Néstor Grindetti en la tercera, el radicalismo de Maxi Abad en todo el interior, más la estructura de Cristian Ritondo y de Jorge Macri y los conocimientos de Emilio Monzó.
“Que se vayan todos”
El que no está englobado en la idea de “los mismos actores” es Javier Milei, quien igual está encarando el tramo final de la campaña con una lógica vintage que lo lleva directamente a 2001. En Rosario, esta semana, se puso a cantar entre sus militantes unos de los hits de esa época: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.
Al ya conocido “la casta tiene miedo”, ahora le sumó el himno del voto bronca. Como si fuera poco, este viernes en su cuenta de Twitter difundió un video donde supuestamente se ve gente tirando a políticos a tachos de basura. “Vengo a proponerles un sueño”, puso el libertario al compartirlo. En paralelo, se metió en el debate de YPF y planteó que hay que privatizarla nuevamente.
El desempeño de Milei, según diversos especialistas, va a estar atado a lo que pase con ese segmento de la población que está desilusionado o con bronca. Si llega a ser el canalizador de ese descontento, puede tener un desempeño mejor al esperado, caso contrario, terminaría como un tercero en discordia.
Fuente: Mendoza online
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