Tasas, deuda y urnas: el otro examen que espera al Gobierno antes del 26 de octubre

Esta semana, y en tiempos políticamente difíciles, el Gobierno se jugará los días que corran hasta las elecciones del 7 de septiembre primero, y del 26 de octubre después. Al menos en lo que refiere al manejo de la vedette del mes: las tasas de interés.

El desafío del Ministerio de Economía de Luis «Toto» Caputo es que en estos días debe renovar la mayor parte de los vencimientos de letras del tesoro por unos 13,7 billones de pesos (unos 10.500 millones de dólares), con un total de 9,1 billones de pesos (US$7 mil millones) en poder de privados. Se descarta que el resto de la tanda de vencimientos en poder del estado nacional (unos 3,5 mil millones de dólares) será renovado con el instrumento que la Secretaría de Finanzas de Pablo Quirno disponga ante el público.

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El problema son los $9,1 billones (US$7.000 millones) en manos de los «money makers» (bancos, fondos de inversión y «grandes manos» del mercado de capitales) que deben resolver si también aceptan las letras de Caputo-Quirno, o se ponen quisquillosos buscando mejores rentabilidades en alternativas pesificadas. O, aún más peligroso, buscan respaldo en dólares, siguiendo las aún vigentes recomendaciones del JP Morgan de aquel último día hábil de junio donde se hablaba de prudencia hasta después de las elecciones.

Por lo que se sabe, las negociaciones para que el miércoles la licitación semanal sea en paz, comenzaron el jueves de la semana pasada. Ese día hubo reuniones con bancos para que no suceda lo del miércoles de la segunda semana de agosto, donde la renovación de privados fue escueta. Del total de vencimientos, un 61% no renovó, pese a que las posesiones públicas representaban el 50%. Quiere decir que sólo un 11% de los privados aceptó una oferta de Economía con una tasa de interés del 69%, solo un punto porcentual por arriba del 68% de agosto.

Sucedió que esa semana se especulaba entre los «money makers» con una tasa más cercana al 80%, algo que la Secretaría de Finanzas no estaba a dispuesta a avalar. Esos días terminaron mal. El jueves 14 hubo suba indiscriminada de encajes, bancos sorprendidos y enojados y pesos aspirados imposibilitados de pensar en traspasos a dólares y tasas al público que subieron hasta por arriba del 50%, cerrando la semana pasada a 50%.

Ahora, Quirno y los bancos van por la revancha y por el dialogo. Se sabrá el miércoles si desde Economía se avala una tenue mejora en las tasas, si se porfía por un sostenimiento del 69% o si se apuesta por algo levemente menor. Ahí se conocerá la voluntad del sistema financiero en general y los bancos en particular por aceptar una tregua con un gobierno política y financieramente golpeado, en medio de una disputa por algunos puntos más de intereses.

Ambas partes saben que es insostenible en el tiempo un nivel de tasas de interés al 50% promedio para plazos fijos, 120% para prestamos para la economía real, un 140% para créditos personales, un poco más arriba para los descubiertos y resúmenes de tarjetas de crédito que no son liquidados en su totalidad, y más de 300% para cuentistas alternativos.

La gran pregunta entonces es hasta cuanto habrá que sostener este nivel de tipos de interés, sin comenzar a pensar en un inicio del bombardeo a la producción argentina. Esa fecha límite en la que las tasas de interés tendrían que experimentar una frontera de crecimiento y comenzar a bajar, desde el 26 de octubre del 2025, día en que los argentinos iremos a las urnas (según parece en los eventos previos de este año, con poca pasión) a renovar el Congreso Nacional.

Ese 26 de octubre será, entonces, el punto final de un esquema de tasas de interés superiores a la inflación real, al punto de no sólo mostrar que es negocio sostenerse en moneda doméstica, sino que la apuesta irredenta a la divisa es una mala opción (al mediano plazo). Quienes confíen en la proyección, tendrían entonces el lunes la última jornada para optar por un plazo fijo a 60 días, con tasas acordes a una elección de confianza en la moneda doméstica, por encima del siempre sensual dólar que llama a las puertas de las compras desde las pantallas de los home banking de los clientes del sistema financiero y las billeteras virtuales.

Surge, entonces, una pregunta asociada a la frontera del 26 de octubre. Cuál sería un nivel de victoria oficialista adecuada para que la tasa comience un descenso de las supuestas cumbres porcentuales donde navegó esta semana la variable. Los analistas coinciden en que ese faro es el 40% general de los votos medidos en todo el país. Con ese promedio de victoria, el Gobierno de Javier Milei se garantizaría un número de manos alzadas en el Congreso para los períodos 2026-2027, como para aventar cualquier peligro de rechazo de vetos presidenciales. Que quede claro: no eliminaría el riesgo que las cámaras de Diputados y Senadores aprueben leyes que atenten contra la meca del superávit fiscal y la no emisión monetaria. Lo que se lograría desde el oficialismo es que los necesarios dos tercios de los votos presentes en ambas cámaras para rechazar un veto presidencial, estarían garantizados; siempre y cuando, obviamente, no aparezcan rebeldías del bloque interno como la asonada independentista de Marcela Pagano y compañía. No es poco lo que se conseguiría entonces con el 40% de los votos en el Congreso: ya no habría atentados legislativos contra la política de superávit fiscal superior al 1% anual y la prohibición de la emisión de pesos, dos copas mundiales comprometidas con el Fondo Monetario Internacional.

Pero los libertarios especulan con un piso de 40% y un resultado superior incluso al 45%. ¿Qué lograría el Gobierno en esta alternativa? Cumplir con otros viejos sueños de los libertarios y ortodoxos criollos y otros tres compromisos asumidos con el organismo que maneja Kristalina Georgieva. Esto es: las reformas impositiva, previsional y laboral en ese orden de importancia y voluntad política de impulso desde la Casa Rosada.

Haciendo números de potenciales manos alzadas con ese nivel de apoyo en la votación para renovar ambas cámaras legislativas, el Ejecutivo podría pensar en que con algunas negociaciones de compromiso con gobernadores elegidos estratégicamente, se podría conseguir el apoyo necesario para la creación del SuperIva como principal hit de una reforma impositiva, un nuevo esquema de jubilaciones con un alza en la edad para acceder a las pensiones y la recreación de algún tipo de aporte privado símil AFJP dentro de la reforma previsional y la caída de los tótems de los convenios colectivos de trabajo en una reforma laboral. Tal el tamaño de las expectativas de una elección legislativa del 26 de octubre, donde se supere el 45%. Y que pasaría si ese porcentaje llegara o superara el 50%? «Lilia Lemoine ministra y dolarización en puerta», bromean los analistas políticos contratados por multinacionales en alguna que otra presentación ante clientes.

Fuente: Mendoza online

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